En su libro Por el poder del Espíritu (Editorial Vida, 2023), el pastor Miguel Núñez desarrolla un estudio del fruto del Espíritu de una forma profunda y clara que nos desafía a vivir en obediencia a Dios (Gá 5:22-23).
Al detenerse en cada virtud del fruto nos lleva a profundizar en el carácter de nuestro Salvador, a la vez que expone nuestra necesidad de rendirnos a la obra de Su Espíritu en nuestras vidas para ser más como Él.
Comparto contigo algunas frases edificantes que destacaron en mi lectura, clasificadas por cada virtud que conforma el fruto del Espíritu.
Amor
Dios nos ama incondicionalmente porque el amor ágape proviene más bien del carácter del que ama que de la condición del ser amado (p. 41).
El amor es el deseo interno de dar lo mejor de nosotros para el mejor bien del otro independientemente de las experiencias o circunstancias que nos toque vivir (p. 50).
El amor es la evidencia de la obra del Espíritu en nosotros y la evidencia de que hemos entendido la cruz (p. 50).
Gozo
En medio de la tristeza, podemos tener un sentido profundo de la presencia de Dios acompañado de una garantía de que Dios está obrando para Su gloria (p. 72).
El gozo del Espíritu es un regalo de Dios producido por Su Espíritu cuando cultivamos una estrecha relación con Él que nos lleva a estar satisfechos en toda circunstancia (p. 74).
Paz
La paz del Espíritu es el resultado de una relación íntima con Dios que trae un estado de quietud interior, incluso en circunstancias de convulsión como está el mundo de hoy (p. 89).
Disfrutar de la paz de Dios es un regalo que viene de lo alto cuando decidimos permanecer conectados con Dios, no de palabra, sino de hecho (p. 103).
La paz de Dios no es la ausencia de problemas, sino el resultado de un sentido de la presencia de Dios en nosotros (p. 103).
Paciencia
La forma en que el hijo de Dios enfrenta el sufrimiento es importante porque el sufrir con paciencia testifica de nuestra confianza en la providencia de Dios (p. 121).
Nuestra paciencia en medio de la tribulación habla de que tenemos un Dios digno de confianza (p. 121).
Benignidad y bondad
La benignidad como fruto del Espíritu corrige el temperamento irritable, endulza las palabras hirientes cargadas de ira y elimina las palabras ofensivas y denigrantes (p. 135).
El reconocimiento de la bondad de Dios hacia nosotros nos lleva a vivir con gratitud hacia Dios y esa gratitud nos mueve a querer hacer el bien a otros (p. 138).
La infinita misericordia de Dios hacia nuestras vidas demanda que seamos bondadosos con los demás, incluyendo nuestros enemigos porque eso era lo que éramos antes de venir a Cristo: enemigos de Dios (p. 147).
Fe o fidelidad
La fidelidad es el eje sobre el que gira nuestra relación con Dios. Dios es fiel al pueblo de Su pacto y espera una fidelidad correspondiente de nosotros (p. 158).
Un cristiano caracterizado por la fidelidad es una persona firme o estable en su obediencia a Dios y es una persona leal a los demás (p. 158).
La fidelidad para nosotros es un deber; es una respuesta esperada y lógica cuando consideramos cuán fiel ha sido Dios con nosotros (p. 158).
Mansedumbre
Un cristiano manso es un creyente que tiene todas sus emociones, todos sus impulsos y todos sus instintos bajo control (p. 177).
La mansedumbre rehúsa sacar su artillería cuando está bajo ataque porque entiende que su labor principal no es defenderse a sí misma, sino reflejar a Cristo (p. 182).
Dominio propio
El dominio propio es la capacidad de controlar nuestros pensamientos, emociones y acciones habiendo sido empoderados por el Espíritu Santo para complacer a Dios en todas las áreas de la vida diaria (p. 196).
La ausencia de una vida de piedad en un creyente habla de la debilidad de su dominio propio y de cuánto ese creyente ha estado alimentando la carne (p. 200).
Si deseas conocer más sobre este libro, puedes leer este fragmento: Cuando la mansedumbre no es una opción, sino una obligación. También puedes leer esta reflexión basada en mi lectura: 3 maneras en que el fruto del Espíritu nos apunta a Cristo.