Es posible que el maestro de la hipérbole en el siglo XX haya sido el aclamado periodista y autor inglés G. K. Chesterton (1874 – 1936). Alguna vez se le reconoció por haber dicho: “El mundo moderno se ha dividido entre conservadores y progresistas. El negocio de los progresistas es seguir cometiendo errores. El negocio de los conservadores es evitar que los errores se corrijan”. Chesterton buscó la forma de criticar con humor y de manera simultánea tanto a los progresistas como a los conservadores.
La hipérbole y la exageración pueden ser recursos efectivos de la retórica que captan nuestra atención y nos obligan a ver lo que no veíamos antes, pero también pueden usarse para mal y para engañar. Me preocupa cada vez más que nuestros intercambios hiperbólicos, en persona y especialmente en línea, nos estén embotando hasta convertirse en un peligro espiritual real.
Cómo Jesús usó la hipérbole
Jesús usa la hipérbole de manera efectiva cuando advierte sobre los peligros del pecado sexual y nos instruye a lidiar con él con severidad.
“Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te hace pecar, córtala y tírala; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno” (Mateo 5:29-30).
“Sacar el ojo” y “cortar la mano” son claramente hiperbólicos, pero llaman nuestra atención, mostrándonos que consentir el pecado sexual puede ser fatal.
Jesús usa una hipérbole para despertarnos de nuestro letargo, pero también podemos involucrarnos en una hipérbole para justificar el pecado. Diez de los doce hombres que espiaron la tierra de Israel antes de entrar en la tierra de Canaán exageraron su peligro para defender su falta de fe.
“Y dieron un mal informe a los israelitas de la tierra que habían reconocido, diciendo: ‘La tierra por la que hemos ido para reconocerla es una tierra que devora a sus habitantes, y toda la gente que vimos en ella son hombres de gran estatura. Vimos allí también a los gigantes (los hijos de Anac son parte de la raza de los gigantes); y a nosotros nos pareció que éramos como langostas; y así parecíamos ante sus ojos’” (Números 13:32-33).
Ellos se quejaron: ¡No podremos ganar la batalla ya que somos meras langostas y la tierra está llena de gigantes! Exageraron su debilidad, culpando a Dios por convertirlos en víctimas.
La retórica acalorada funciona
Vivimos en una época de cacofonía de voces, en la que usamos la exageración para hacernos escuchar. Por lo tanto, es tentador pregonar nuestras preocupaciones usando una hipérbole. Captamos la atención de los demás a través de la retórica, nos excedemos y, a veces, los buenos y los justos son despreciados.
Jesús usa una hipérbole para despertarnos de nuestro letargo, pero también podemos involucrarnos en una hipérbole para justificar el pecado
Nota como los oponentes de Moisés y Aarón los atacaron. “Y se juntaron contra Moisés y Aarón, y les dijeron: ‘¡Basta ya de ustedes! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y el Señor está en medio de ellos. ¿Por qué, entonces, ustedes se levantan por encima de la asamblea del Señor?’” (Nm 16:3).
Podemos imaginar que estas palabras trajeron una justa indignación entre el pueblo. “Sí, sí, ¿quiénes se creen que son Moisés y Aarón ? ¿Cómo es que piensan que son mejores que nosotros? Qué presuntuoso de su parte venir a darnos órdenes”. Pero sabemos que los ataques no tenían fundamento alguno. Los adversarios de Moisés y Aarón usaron la retórica para incitar a la gente contra ellos, pero en realidad Moisés era un hombre verdaderamente humilde (Nm 12:3). Él y Aarón no se exaltaban a sí mismos, sino que hacían la voluntad del Señor.
La hipérbole de una persona puede ser la verdad de otra, pero puedo pensar en varios ejemplos de hipérbole que he encontrado a lo largo de los años. Por ejemplo, atribuir alguna importancia a las obras puede descartarse por ser parte del movimiento de la Nueva Perspectiva de Pablo, cualquier preocupación por la santidad genuina se llama fundamentalista, cualquier referencia al racismo se etiqueta como teoría crítica de la raza o cualquier restricción sobre las mujeres en el ministerio se atribuye al patriarcado.
Embotados hasta el cansancio
Ciertamente la falsa enseñanza es un peligro que siempre está presente y Pablo nos advierte que incluso surgirán falsos maestros entre los ancianos, obispos y pastores (Hch 20:29-31). Por lo tanto, criticar a otros, hacer una crítica retórica, puede ser acertado y adecuado. Pensamos en la crítica fulminante de Jesús a los fariseos y escribas (Mt 23) y en la fuerte denuncia de los falsos maestros (2 P 2, Jud 1).
No debemos caer en el error de irnos al otro extremo, de abstenernos de criticar a los demás por los juegos retóricos de algunos. Necesitamos discernimiento y una devoción inquebrantable a las Escrituras y a la fe ortodoxa para que podamos desafiar a los que se desvían.
Sin embargo, también podemos abusar y aprovecharnos de la hipérbole y la exageración, trazando líneas en la arena donde no deberían trazarse, o acusando a las personas de estar enseñando falsedades cuando sus enseñanzas son verdaderamente ortodoxas. Es tentador decir que algo es el tema más importante de nuestros días, pero ¿cómo evaluamos tal afirmación?
Debemos prestar especial atención para no cuestionar la ortodoxia de los demás. Por supuesto, algunos son falsos maestros, pero si vamos a llamar a alguien poco ortodoxo o falso maestro, más nos vale que tengamos razón. Podemos ser culpables de dar falso testimonio de otra persona y de difamar a alguien que no se ha apartado del evangelio.
La retórica acalorada y los teclados en llamas pueden en realidad adormecernos cuando surge una verdadera herejía
Hoy en día, somos tentados a utilizar la retórica y la hipérbole para aumentar nuestro número de “me gusta” y llamar la atención sobre un problema. Cuando lo hacemos exageramos el asunto y hacemos que la gente se agite más de lo que amerita. Aun podemos comenzar a sentir que nuestra acalorada retórica debe ser correcta porque muchos están de acuerdo con nuestra evaluación de la situación.
En la atmósfera polarizada en la que vivimos, las felicitaciones que recibimos pueden energizarnos para ser aún más hiperbólicos, ya que ser parte de la controversia puede ser fascinante y emocionante. Podemos trascender el aburrimiento de los días ordinarios a medida que nos sentimos elevados por una nueva controversia.
Siempre debemos ser vigilantes respecto a la verdad del evangelio. Pero la retórica acalorada y los teclados en llamas pueden adormecernos cuando surge una verdadera herejía. Las flechas hiperbólicas lanzadas con tanta frecuencia y con tanta imprudencia pueden provocarnos a decirles a quienes plantean alguna preocupación: “Aquí vamos de nuevo. Otra acusación infundada de aquellos que siempre intentan atizar el fuego”.
Entonces, cuando lleguen los verdaderos falsos maestros, nuestra energía puede estar agotada y nuestro discernimiento atenuado de modo que no podamos ver el verdadero peligro. La hipérbole y la exageración son excelentes herramientas retóricas, pero cuando se usan de forma imprudente pueden promover la división y la difamación.
Día Final
Por supuesto, sigamos apasionados por la verdad y usemos la retórica y la hipérbole cuando sea apropiado. Pero bajemos también la temperatura para no atacar a los demás con retórica e hipérbole que nos avergonzarán en el Día Final.