La iglesia evangélica contemporánea atraviesa serias dificultades. Todos sus líderes son conscientes de ello y ensayan distintos diagnósticos y respuestas para ello. Se me ocurre que la situación actual es semejante a la trágica suerte de Sansón, a quien el Espíritu de Dios lo había dejado, y él no se daba cuenta. A medida que se buscan soluciones en técnicas humanas y pragmáticas el paciente agrava su condición. La única respuesta acertada es que esa vida que se desvanece sea insuflada, como al principio de la creación, por la Palabra de Dios. La vida espiritual de la iglesia y de nosotros mismos, depende de escuchar y responder a la Palabra de Dios. Y para que esto suceda, la Escritura debe tomar la posición central y autoritativa en la vida de la iglesia.
La Palabra es el instrumento que Dios usa para hacernos nacer espiritualmente (Stg. 1:18; 1 Pe. 1:23), y para reformar nuestras vidas en el proceso de la santificación (Jn. 17:17; Hch. 20:32; 1 Ts. 2:13). Dios ha querido que Su Palabra Escrita tenga el mismo poder de producir vida que Su Palabra Hablada en la creación (He. 4:12-13; Sal. 119: 25, 28, 93, 116, 154). Y ese poder contenido en la Palabra Escrita se desata por medio de la predicación (1 Co. 1:21). Eso se hace evidente en el libro de los Hechos, viendo el lugar primordial que tiene la proclamación pública de la Palabra de Dios desde el comienzo de la iglesia (note Hch 12:24, 19:20). Esto también es notablemente enfatizado en Ezequiel 37, cuando Dios manda al profeta a predicar a un montón de huesos secos.
Está claro que no cualquier clase de predicación contará con este poder vivificante (ver Jer. 23:16-22 en contraste con el avivamiento en tiempos de Esdras en Neh. 8:7-8; 9:1-38). Dios bendice Su palabra predicada, no las ideas personales del predicador. La predicación expositiva es esa clase de predicación que proclama y expone el texto de la Palabra. Como dijo el pastor John MacArthur: “Es predicar de tal manera que el significado del pasaje bíblico se presente completa y exactamente como Dios quería”.
¿Qué hace que una predicación sea expositiva?
Lo que define que un sermón sea o no expositivo no es lo largo que sea el texto, ni si el sermón es parte de una serie consecutiva que cubre un libro completo de la Biblia. Tampoco tiene que ver con si el predicador explica el sentido que algunas palabras tienen en el idioma original, o si va explicando cada frase del versículo sin una unidad o dirección dominante.
Lo que hace que un sermón sea expositivo es que el énfasis y propósito del sermón sea el énfasis y propósito del texto en su intención original. Me gusta particularmente la definición que da Mark Dever: “Predicación expositiva es la predicación en la cual el principal punto del texto bíblico que se considera llega a ser el principal punto del sermón que se predica, y se aplica a la vida actual”.
¿Cómo se prepara un sermón expositivo?
Predicar expositivamente implica que el texto bíblico va a dirigir el sermón de principio al fin. Esto también significa que el predicador pasará la mayor parte de su tiempo, durante la semana, tratando de entender el significado de su texto. La preparación de un sermón expositivo consiste entonces en:
(1) Elegir una unidad de pensamiento (párrafo o episodio).
(2) Entender esa porción por medio de la observación inductiva y el uso hábil de obras de referencia que permitan entender el contexto histórico, geográfico, cultural, léxico y gramatical. La meta de esta etapa en la preparación es descubrir qué dice el texto y por qué lo dice (su propósito). El mensajero busca hallar el propósito que tuvo el Espíritu Santo al colocar esa porción en las Escrituras. Esa será la clave para que el sermón tenga o no poder espiritual.
(3) Determinar la idea principal de esa porción (“idea exegética”) y escribirla en una sola oración completa, con sujeto (¿De qué está hablando el autor?) y complemento (¿Qué está diciendo acerca de lo que habla?). Hasta que uno no ha identificado esa idea principal, y las que son subordinadas a ella, no se tiene el mensaje.
(4) Recién ahora es tiempo de cruzar el “puente” entre el mundo antiguo y nuestra audiencia contemporánea con sus luchas, preguntas y temores. Para ello es necesario reescribir la “idea exegética” de forma pertinente y memorable para la audiencia de nuestro sermón. A esta frase precisa y de tono persuasivo se le suele llamar “proposición” o “idea homilética.”
(5) Edificar el bosquejo alrededor de la proposición, tomando de las ideas subordinadas que se encuentran en el mismo texto.
Note por ejemplo la proposición y las divisiones del bosquejo de un sermón sobre Mateo 5:11-16: El mundo nos va a perseguir… pero ¡cuidado, nuestra misión en el mundo depende de la relación que tengamos con el mundo!
Por eso Jesús nos desafía en esta porción a:
I) Mantenernos gozosos, para no amargarnos contra el mundo (11-12)
II) Mantenernos distintos, para no asimilarnos con el mundo (13)
III) Mantenernos visibles, para no aislarnos del mundo (14-16)
(6) Lo que resta hacer para tener un sermón expositivo es decidir qué material de nuestro estudio vamos a incluir en la exposición:
a. Explicar los elementos del pasaje bíblico que no sean obvios para nuestra audiencia;
b. Demostrar, por medio de argumentos, que lo que se dice es la verdad y,
c. Aplicar esas verdades a la audiencia, mostrando sus implicaciones para la vida actual.
Finalmente se introducirá la conclusión, la introducción y las ilustraciones necesarias para aclarar algún punto.
En mi mente todo este proceso es como un reloj de arena:
(1) Seleccionar el texto
(2) Entender el texto
(3) Determinar la idea central del texto
(4) Escribir la idea central del sermón
(5) Edificar el bosquejo del sermón
(6) Explicar, demostrar y aplicar la idea central y las subordinadas
Al seguir estos simples pasos, nuestros sermones tendrán unidad y claridad, pues todo el material estará organizado alrededor de una sola idea. Pero sobre todo nos aseguraremos de que nuestros sermones reflejen el contenido y el propósito de las Escrituras. Solo así podremos hablar con la autoridad y el poder de Dios, y Su pueblo escuchará Su voz, y revivirá como resultado.
Para profundizar:
Sobre el método de estudio y la importancia de esta predicación: John MacArthur, El Redescubrimiento de la Predicación Expositiva, Nelson.
Sobre la idea central: Haddon W. Robinson, La Predicación Bíblica, Editorial Unilit.
Sobre las bases teológicas de la predicación expositiva: John Stott, Predicación, Puente Entre Dos Mundos, Libros Desafío.