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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Desea a Dios: Reflexiones de un hedonista cristiano (Poiema Publicaciones, 2025), de John Piper.

Jesús enseñó:

No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; sino acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mt 6:19-21).

Él no está en contra de las inversiones, más bien está en contra de las malas inversiones, es decir, poner tu corazón en las comodidades y las seguridades que el dinero puede comprar en este mundo. El dinero debe ser invertido para obtener rendimientos eternos en el cielo: ¡«Acumulen tesoros en el cielo»! ¿Cómo? Lucas 12:32-34 ofrece una respuesta:

No temas, rebaño pequeño, porque el Padre de ustedes ha decidido darles el reino. Vendan sus posesiones y den limosnas; háganse bolsas que no se deterioran, un tesoro en los cielos que no se agota, donde no se acerca ningún ladrón ni la polilla destruye. Porque donde esté el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón.

Así que la respuesta a cómo acumular tesoros en el cielo es utilizar tus posesiones terrenales para propósitos misericordiosos en nombre de Cristo aquí en la tierra. Da limosnas; esto es, hazte de bolsas que no se deterioran. Nota que Jesús no dice simplemente que el tesoro en el cielo será el resultado inesperado de la generosidad en la tierra. No, Él dice que deberíamos procurar el tesoro en el cielo. ¡Acumulen! ¡Háganse bolsas y tesoros que no se deterioren! Esto es hedonismo cristiano puro.

Serás recompensado en la resurrección de los justos

Lucas 14:13-14 es otro lugar en el que Jesús nos dice cómo invertir para el gozo eterno. Ahí Él es más específico sobre cómo usar los recursos para acumular tesoros en el cielo:

Cuando ofrezcas un banquete, llama a pobres, mancos, cojos, ciegos, y serás bienaventurado, ya que ellos no tienen para recompensarte; pues tú serás recompensado en la resurrección de los justos.

Esto es prácticamente lo mismo que decir: «Den limosnas; háganse bolsas en los cielos».

No busques la recompensa equivalente terrenal. Sé generoso. No llenes tu vida de lujos y comodidades. Mira a la resurrección y a la gran recompensa en Dios: «En [Su] presencia hay plenitud de gozo; / En [Su] diestra hay deleites para siempre» (Sal 16:11).

Cuidado con ser más sabio que la Biblia

Cuidado con los comentaristas que distraen la atención del significado llano de estos textos. ¿Qué pensarías, por ejemplo, del siguiente comentario típico de Lucas 14:13-14?:

La promesa de recompensa para esta clase de vida está ahí como un hecho. No vives de esta manera por la recompensa. Si lo haces, no estás viviendo de esta manera, sino de la vieja manera egoísta.

¿Esto es cierto? ¿Somos egoístas y faltos de amor si nos motiva la recompensa prometida? Si es así, ¿por qué Jesús nos incita mencionando la recompensa, ofreciéndola incluso como la base («pues») para nuestras acciones? ¿Qué diría este comentarista acerca de Lucas 12:33, en donde no se nos dice que la recompensa resultará de dar limosna, sino que se nos dice que busquemos obtener la recompensa activamente: «háganse bolsas»?

Acumular tesoros en el cielo es utilizar tus posesiones terrenales para propósitos misericordiosos en nombre de Cristo aquí en la tierra

¿Qué diría respecto a la parábola del mayordomo infiel (Lc 16:1- 13), en la que Jesús concluye: «Háganse amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando les falten, los reciban en las moradas eternas» (Lc 16:9)? El objetivo de esta parábola es instruir a los discípulos en el uso correcto y amoroso de las posesiones terrenales. Jesús no dice que el resultado de ese uso es recibir moradas eternas. Él dice que busquemos asegurar una morada eterna a través del uso de nuestras posesiones.

Es simplemente un error decir que Jesús no desea que busquemos la recompensa que Él promete. Él nos ordena procurarla (Lc 12:33; 16:9). En el Evangelio de Lucas hay más de cuarenta ocasiones en las que se conectan promesas de recompensa y amenazas de castigo con los mandamientos de Jesús.

Por supuesto, no debemos buscar la recompensa de la alabanza terrenal o las ganancias materiales. Esto es claro no solo en Lucas 14:14, sino también en Lucas 6:35: «Amen a sus enemigos, y hagan bien, y presten no esperando nada a cambio, y su recompensa será grande, y serán hijos del Altísimo». En otras palabras, que no te importe la recompensa terrenal, mira la recompensa celestial, es decir, ¡el gozo infinito de ser un hijo de Dios!

O, como Jesús dijo en Mateo 6:3-4, que no te importe la alabanza humana por tus actos de misericordia. Si esa es tu meta, eso es todo lo que obtendrás, y será una recompensa patética comparada con la recompensa de Dios. «Pero tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, para que tu limosna sea en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».

Amando la recompensa para que otros sean atraídos a ella

La razón por la que nuestra generosidad hacia otros no es un amor falso cuando nos motiva el anhelo por la recompensa de Dios es que estamos buscando que esos otros nos acompañen en la recompensa. Sabemos que nuestro gozo en el cielo será mayor si las personas a las que tratamos con misericordia son convencidas del valor supremo de Cristo y se unen a nosotros para adorarle.

¿Pero cómo les apuntaremos al infinito valor de Cristo si no estamos motivados, en todo lo que hacemos, por el deseo de tener más de Él? Sería falta de amor si buscáramos nuestro gozo a costa de ellos. Pero si nuestra búsqueda incluye la búsqueda de su gozo, ¿cómo es esto egoísta? ¿Cómo es que no te estoy amando si mi anhelo por Dios me motiva a entregar mis posesiones terrenales para que mi gozo en Él sea duplicado por siempre cuando te unas para adorarle?


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