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Cuando alguien dice que es cristiano, pero no desea ver su entorno transformado por el evangelio, algo no está bien. Como la Biblia muestra, el amor de Dios revelado en Jesús nos impulsa a querer la salvación y transformación de quienes no han conocido este amor (2 Cor. 5:14-21).

Deseo ver a mi Venezuela —y al resto de América Latina— cambiada por la verdad de Dios. Es por eso que “El poder de la Palabra para transformar una nación”, del pastor Miguel Núñez, fue una lectura alentadora y edificante para mí. El libro nos recuerda que hay esperanza de transformación para nuestros países latinos caracterizados por la idolatría y la corrupción.

Estas son cinco cosas, de entre muchas otras, que este libro nos enseña:

1. Nuestros países necesitan ser reevangelizados.

El autor argumenta a partir de antecedentes históricos y hechos actuales que latinoamérica necesita ser evangelizada de nuevo.

Esto puede sonar duro para algunas personas, pero la verdad es que muchos esfuerzos evangelísticos en el pasado, aunque tenían buenas intenciones, erraron al comprometer la verdad para ver más “conversiones”. Otros esfuerzos se caracterizaron desde el comienzo por una mala teología. Como explica el pastor Miguel,

“El evangelio de la prosperidad ha inundado a América Latina…  [los seguidores de esta enseñanza] han sido pseudo evangelizados con una versión de la verdad que está más cerca del infierno que del cielo.

América Latina necesita ser reevangelizada porque miles solo han escuchado el ‘evangelio’ de la teología de liberación y por tanto se han convertido en pseudo cristianos, persiguiendo liberación de los males sociales como forma de redención… América Latina necesita ser reevangelizada porque muchos están seguros de su salvación basados en una profesión de fe hecha al escuchar un mensaje emotivo que culminó en un llamado al altar, en donde las personas pasan al frente e invitaron a Cristo a entrar en sus corazones sin arrepentirse ni comprender el papel de la cruz en su salvación… América Latina necesita ser reevangelizada porque muchos de los que se dicen ser cristianos están siguiendo el movimiento de señales y milagros o la ‘ola de guerra espiritual’ en busca de lo sobrenatural, pero sin conocer el evangelio…” (p. 36-37).

Esto trae como consecuencia que tengamos muchos “evangélicos” en nuestros países creyendo en un “evangelio” que no impactó verdaderamente sus vidas ni va a impactar la sociedad.

No es inútil desear que tu país sea transformado por la Palabra de Dios: hay evidencias de que Él está dispuesto a hacerlo.

2. La Palabra puede impactar a naciones y ciudades enteras.

Dios no solo nos dice que su Palabra puede cambiar a multitudes de personas: Él lo ha demostrado. Esto lo vemos de manera especial en el libro de Hechos, en donde se narra cómo ciudades del siglo I, como Corinto y Éfeso (entre otras), fueron sacudidas por la predicación de la Palabra.

“El libro de Hechos es el comienzo de la Gran Comisión y la esperanza para el cumplimiento del resto de la tarea. Al ver lo que la predicación de la Palabra de Dios fue capaz de hacer en estas antiguas ciudades, los creyentes podemos tener esperanza para completar nuestra misión. Ciertamente nadie pudo haber anticipado los cambios monumentales vistos en el primer siglo simplemente por la predicación de la Palabra. Esto es especialmente cierto cuando consideramos las limitaciones de esa época, junto con la persecución y opresión contra la iglesia primitiva. Si las únicas palabras que tuviéramos fueran aquellas de Hechos 1:8 (‘Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra’), habría sido difícil imaginar cómo se iba a llevar a cabo la evangelización. Pero al ver lo que sucedió en los primeros treinta años, podemos ver que la tarea es factible, algo que deberíamos de creer simplemente porque Dios lo dijo. Sin embargo, como seres humanos tendemos a ser como Tomás; necesitamos ver para creer” (p. 102).

No es inútil desear que tu país sea transformado por la Palabra de Dios: hay evidencias de que Él está dispuesto a hacerlo.

3. Los cristianos deben influenciar en las leyes de sus países.

El pastor Miguel argumenta (enfocándose en el ejemplo de los Estados Unidos) cómo los mandamientos de Dios han ayudado a naciones en el pasado a prosperar y a refrenar el pecado de la sociedad, y también nos habla de las consecuencias que un país puede traer sobre sí al apartarse de la ley de Dios.

Esto nos muestra la necesidad de ejercer nuestra influencia en las leyes de nuestras naciones si queremos tener un impacto positivo en nuestro entorno.

“Algunos se preguntarán qué caso tiene enseñar estos mandamientos a quienes no tienen el Espíritu Santo. Pero esta observación ignora el hecho de que hubo un tiempo, aun en nuestra propia generación, cuando males como el aborto y la eutanasia eran considerado ilegales e inmorales por la sociedad. Esto fue cierto aun cuando la mayor parte de la sociedad no estaba compuesta por personas que habían nacido de nuevo. Los gobiernos no pueden salvar a nadie, pero ejercen una gran influencia en el comportamiento de la gente cada vez que crean leyes que van de acuerdo con o en contra de la ley moral de Dios. La Biblia revela que la ira de Dios se enciende cuando se aprueban leyes que violan Su santidad: “¡Ay de los que decretan estatutos inicuos, y de los que constantemente escriben decisiones injustas!” (Is 10:1). Si esto es verdad —y lo es— los cristianos deberíamos influenciar las leyes de las naciones para reflejar la ley de Dios, de otra forma veremos las consecuencias de la disciplina de Dios” (p. 58).

Los gobiernos no pueden salvar a nadie, pero ejercen una gran influencia en el comportamiento de la gente cada vez que crean leyes que van de acuerdo con o en contra de la ley moral de Dios.

4. Latinoamérica necesita la predicación expositiva.

Ante el panorama actual en nuestros países, es crucial que la predicación en la iglesia se caracterice por ser expositiva, enseñando y explicando fielmente la verdad del texto bíblico.

“Aunque los tiempos están cambiando (y muy rápido), la predicación no debe cambiar. La proclamación de todo el consejo de Dios necesita mantenerse expositiva, buscando mostrar la verdad de Dios de una manera fiel. La fidelidad a la Palabra de Dios es primordial porque representa el corazón y la mente de Dios. Por ello, los predicadores deben reverenciar la Palabra, ya que esta es una extensión de Dios mismo. Aquellos que viven en áreas en donde Dios parece estar haciendo cosas extraordinarias deben recordar eso. Los predicadores deben esforzarse por usar adecuadamente la Palabra de Dios (2Ti 2:15) para que la proclamación de su mensaje concuerde con sus hechos, ambos para la gloria de Dios. Es de gran gozo ver la mano de Dios obrando en América Latina, pero también debemos entender que aumenta la responsabilidad” (p. 157).

Si la Palabra de Dios es lo que puede transformar a un país, entonces predicarla con precisión debe ser una prioridad.

5. Una visión clara puede ayudarnos a impactar la sociedad.

El pastor Miguel Núñez habla además a favor de la utilidad de desarrollar en nuestras iglesias una visión clara que nos ayude a mantenernos enfocados en la meta que tenemos de predicar la Palabra y hacer discípulos. Necesitamos denotar cuales son nuestras prioridades y hacia dónde vamos a ir como iglesias.

“La existencia de la visión tiene muchos beneficios, pero me limitaré a mencionar solo algunos. Una visión ayuda a que el liderazgo enfoque su atención en la dirección que Dios le ha señalado. Por tanto, una visión clara permitirá que los líderes digan “sí” o digan “no” a las oportunidades, de acuerdo con las metas que se quieran alcanzar. Cuando no sabemos hacia dónde vamos, no sabemos qué dirección tomar. La Biblia nos ofrece un recordatorio y una advertencia: ‘Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena’ (Pr. 29:18). Otro aspecto importante sobre la visión es el hecho de que cuando esta es comunicada adecuadamente, generalmente produce entusiasmo” (p. 172).

¿Creemos que la Palabra puede cambiar a nuestros países? Entonces que la visión de nuestras iglesias locales reflejen esa realidad, para la gloria de Dios.


Imagen: Lightstock
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