A todos nos encanta escuchar buenas historias. A los cristianos nos encantan especialmente las historias que muestran cómo, cuando parece que todo está perdido, Dios abre un camino.
Precisamente, una de esas historias es la de la iglesia en Irán, y es una de las historias más increíbles en el mundo de hoy.
Es una historia tan sencilla que se puede resumir en dos oraciones: la persecución amenazaba con extinguir la pequeñita iglesia de Irán. Sin embargo, su crecimiento es hoy el más rápido del mundo, y se ha convertido en un catalizador para la expansión del evangelio en la región.
Por más simple que sea, vale la pena examinar una historia tan increíble como esta más a fondo.
El crecimiento en medio de la persecución
La revolución iraní de 1979 estableció un régimen islámico muy estricto. Durante las dos décadas siguientes, los cristianos enfrentaron una creciente oposición y persecución: todos los misioneros fueron expulsados, el evangelismo fue proscrito, las Biblias en Persa fueron prohibidas y pronto llegaron a ser escasas, y varios pastores fueron asesinados. La iglesia fue objeto de una enorme presión. Muchos temían que la pequeña iglesia de Irán pronto se marchitaría y finalmente moriría.
Pero todo lo contrario ha sucedido. A pesar de la continua hostilidad desde finales de la década de los 70 hasta ahora, los iraníes se han convertido en el pueblo musulmán más abierto al evangelio en el Medio Oriente.
¿Cómo sucedió esto? Dos factores han contribuido a esta apertura. En primer lugar, la violencia en nombre del Islam ha causado una desilusión generalizada con el régimen y ha llevado a muchos iraníes a cuestionar sus creencias. En segundo lugar, muchos cristianos iraníes han continuado testificando de Cristo a otros con valentía y fidelidad en medio de la persecución.
Como resultado, más iraníes se convertido a Cristo en los últimos veinte años que en los trece siglos anteriores considerados juntamente desde que el Islam llegó a Irán. En 1979, se estimaba que había quinientos cristianos de origen musulmán en Irán. Hoy en día, hay cientos de miles; algunos dicen que más de un millón. Cualquiera sea el número exacto, el hecho es que muchos iraníes están volviéndose a Jesús como Señor y Salvador.
De hecho, el año pasado la organización de investigación de misiones “Operación Mundo” nombró a Irán como el país cuya la iglesia cristiana tiene el mayor crecimiento en el mundo. De acuerdo a la misma organización, el país cuya iglesia tiene el segundo lugar en términos de crecimiento es Afganistán, y los afganos están siendo alcanzados en parte por los iraníes, ya que sus lenguajes son similares.
Tres vidas cambiadas
Los testimonios de hombres y mujeres iraníes que se han vuelto a Cristo son impresionantes.
Kamrán era un hombre violento que se dedicaba a vender drogas y armas. Un día, un amigo le dio una copia del Nuevo Testamento. Después de leer durante cinco días consecutivos, Kamrán entregó su vida a Jesús. Muchos familiares y amigos, al ver su vida transformada en los meses siguientes, también llegaron a la fe. Una iglesia se reúne hoy en día en la casa de Kamrán.
Reza era un mullah (un erudito musulmán) que esperaba convertirse en un ayatolá (líder chiíta). Un día, mientras estudiaba en un seminario islámico en Irán, encontró un Nuevo Testamento que alguien había dejado en la biblioteca. Por curiosidad, lo recogió, lo leyó y la lectura lo dejó profundamente remecido. Con el tiempo, se enamoró de Jesús. Hoy Reza es un plantador de iglesias que entrena y sirve en la misma región.
Los primeros recuerdos de Fatemah eran de ser violada por sus hermanos. A los 11 años, fue vendida y dada en matrimonio a un joven drogadicto que abusó de ella y luego se divorció de ella cuando tenía solo 17 años. Al regresar a casa fue violada de nuevo, hasta que decidió escapar. En las calles oyó la predicación del evangelio y puso su fe en Jesús. Más adelante se casó con un hombre cristiano. Al ir recibiendo entrenamiento en evangelismo y plantación de iglesias, Fatemah se sintió llamada a volver al hogar de su infancia y testificar de Cristo a su familia. Toda su familia se arrepintió y dio su vida al Señor. La primera iglesia que Fatemah y su marido plantaron fue en en el hogar de su infancia.
He tenido el privilegio de escuchar a Kamran, Reza, y Fatemah compartir sus historias. He escuchado un sinnúmero de otros testimonios que son igualmente extraordinarios. Cada uno es doloroso y, al mismo tiempo, una maravillosa celebración de la belleza del evangelio. Cada uno de ellos es un poderoso recordatorio de que a pesar de las pruebas y la persecución —tal vez debido al sufrimiento—, el evangelio de Jesús brilla y la iglesia de Jesús crece.
Dios es el que escribe la historia
Vivimos en un momento histórico en que muchos cristianos están sufriendo por su fe, sobre todo en contextos islámicos. Tristemente, la reacción de muchos es predicar miedo y odio contra el mundo musulmán. Sin embargo, el apóstol Pablo nos recuerda que debemos “regocijarnos en la esperanza, se pacientes en la tribulación, constantes en la oración” (Ro. 12:12). A eso se nos ha llamado.
La historia que Dios está escribiendo en Irán nos recuerda que tenemos toda razón para alegrarnos y seguir confiando en nuestro Señor soberano y en el poder de su evangelio. Jesús edificará su iglesia. Él mismo lo prometió (Mt. 16:18).
Te pido que ores por el pueblo y la nación iraní. Específicamente pide:
- Que muchos más iraníes entreguen sus vidas a Cristo.
- Que los cristianos iraníes que están presos por su ministerio perseveren con gozo. Muchos de ellos han dado testimonio de sentir las oraciones de la iglesia global durante su tiempo en prisión.
- Que el Señor levante más líderes capacitados para servir como evangelistas, plantadores de iglesias, y pastores para discipular a la multitud de nuevos creyentes iraníes.
La persecución amenazaba con extinguir la pequeñita iglesia de Irán. En cambio, por la poderosa mano de Dios, su iglesia está creciendo rápidamente. ¡Alabemos su nombre!
