Hace aproximadamente 50 años, los jóvenes comenzaron a traer sus guitarras a la iglesia. Esos jóvenes, convertidos de la cultura hippie (y pertenecieron al movimiento Jesus People), tocaron un acorde que resonaría en todo el mundo. Nació la adoración moderna.
En las décadas siguientes, el fenómeno conocido como “música de alabanza y adoración” o “música de adoración contemporánea” se desarrolló. De ninguna manera es un movimiento monolítico. Sin embargo, se convertido en un sonido y un estilo que se reconoce con facilidad, como lo demuestran las numerosas parodias que se burlan de sus características más predecibles. El polvo se ha asentado después de las llamadas “guerras de adoración” de los años 80 y 90, y parece que la adoración contemporánea ha salido victoriosa en muchas esferas de la vida evangélica.
Ahora que la música de adoración contemporánea se ha convertido no solo en una característica importante de la identidad evangélica de América del Norte, sino también en una industria multimillonaria, vale la pena plantearnos una pregunta a menudo desatendida: ¿de qué manera nos forma la música de adoración contemporánea?
La música de adoración como fenómeno sociológico
Monique Ingalls, profesora asistente de música en la Universidad de Baylor, aborda esta pregunta en su libro, Singing the Congregation: How Contemporary Worship Music Forms Evangelical Community [El canto de la congregación: Cómo la adoración contemporánea forma la comunidad evangélica], centrándose en la década de 2007 a 2017, y examina la música de adoración moderna a través de lentes sociológicos.
El enfoque de Ingalls es la música de adoración como un fenómeno sociológico, por lo que habla poco en cuanto a la interacción teológica en las letras de adoración. Aún así, el relato profundo de Ingalls sobre cómo la adoración contemporánea da forma a la vida evangélica demuestra la veracidad del axioma que dice que “el medio es el mensaje”. En otras palabras, la música contemporánea de adoración no solo refleja los valores y las convicciones evangélicas sobre cómo comprometerse con Dios, sino que también influye profundamente en esos valores y convicciones.
Para mí, como anciano de una iglesia, líder de adoración, y escritor de himnos que “creció” musicalmente en una variedad de entornos modernos de adoración, el libro de Ingalls me hizo reflexionar sobre las consecuencias no deseadas de la música cristiana contemporánea.
Así que aquí hay cuatro áreas de reflexión, que te invito a considerar conmigo.
1. La experiencia de adoración
Primero, he reflexionado sobre cómo la noción de experiencia se ha convertido en una expectativa crucial en la adoración contemporánea. Ingalls dice que el lenguaje de la “experiencia de adoración” es generalizado, no solo en lo que los cristianos dicen buscar cuando cantan canciones modernas, sino también en materiales de mercadeo para conciertos y eventos de adoración (p. 22). Estos adoradores esperan tener “un encuentro personal con Dios durante el canto congregacional”, el cual describen como Dios “hablando”, “ministrando”, o “sintiéndose real” (p. 85). Vale la pena notar que estas personas describen la adoración más como una experiencia de recibir la bendición de Dios, en lugar de responder a la majestad de Dios en alabanza. ¿Revela ese cambio hacia el yo que nuestra adoración a veces no es tan centrada en Dios como esperamos que sea?
De manera similar, algunos cristianos usan el lenguaje de ser “adictos a la adoración” cuando describen su deseo por escuchar música contemporánea de adoración. Ingalls sugiere lo que puede estar detrás de esto: “El lenguaje de la adicción (que se nota al hablar así) evidencía el éxito abrumador de las principales marcas de adoración no solo para responder a las necesidades que perciben, sino también para producir activamente ese deseo” (p. 204). La pregunta es: ¿deseo de qué? Mi objetivo como líder al cantar es fomentar el deseo por Dios y por su gloria. Sin embargo, mi temor es que en el movimiento de adoración contemporánea, con demasiada frecuencia, hemos capacitado a las personas para buscar una descarga de cafeína de felicidad emocional.
Mi temor es que el movimiento de adoración contemporánea, con demasiada frecuencia, ha capacitado a las personas para buscar una descarga de cafeína de felicidad emocional.
2. ¿Mejor que la iglesia?
En segundo lugar, Ingalls me hizo considerar cómo la música de adoración contemporánea en los entornos paraeclesiásticos cambia las expectativas evangélicas de la adoración en canto en la iglesia. Muchas personas que Ingalls entrevistó dijeron que para ellos la música en los conciertos de adoración y en las conferencias para jóvenes era más atractiva que el canto semanal en sus propias congregaciones. Debido a la calidad de la producción profesional y un entorno más propicio para la interacción conjunta, una joven concluyó que el canto que escuchó en un concierto promovió en ella una expresión más auténtica que el canto en su iglesia (p. 53). Otros experimentaron la adoración en una conferencia como “más sagrada que la iglesia” debido a la emoción de adorar con miles de compañeros peregrinos anónimos que se han reunido para un propósito especial (p. 102).
Hay una ironia aquí. Uno de los objetivos originales del estilo contemporáneo era despertar un canto más apasionado en la iglesia, para traer una nueva participación que reemplazara una formalidad fría. Pero las entrevistas de Ingalls me hicieron preguntarme si la música de adoración contemporánea, al menos como la experimentan muchos evangélicos en conciertos y conferencias, se ha profesionalizado y está tan cargada de emociones que el canto con la iglesia local simplemente parece poco brillante en comparación. Las luces del escenario, las máquinas de neblina, y el sonido a todo volumen no están prohibidos en las Escrituras, pero cuando los conciertos de adoración que incluyen estos componentes informan lo que los evangélicos entienden como adoración “auténtica”, entonces debemos preguntarnos qué resultados se obtendrán cuando se esperen las mismas cosas en los servicios de la iglesia.
Si nuestras experiencias musicales en eventos paraeclesiásticos resultan en una baja estima por el santo privilegio de cantar con la iglesia que Jesús fundó, entonces tal vez algo esté mal.
Es, ante todo, en la iglesia donde la palabra de Cristo mora abundantemente en nosotros mientras cantamos (Col. 3:16). La iglesia, encarnada en congregaciones visibles y locales, es la única institución que Jesús ha prometido que perdurará hasta el final (Mt. 16:18). Si la intensidad musical de un concierto es nuestro punto de referencia para una adoración óptima, entonces cantar en un servicio religioso lleno de niños ruidosos, personas mayores, y personas de diferentes orígenes culturales nos decepcionará. Pero parece ser la norma bíblica. Y si nuestras experiencias musicales en eventos paraeclesiásticos resultan en una baja estima por el santo privilegio de cantar con la iglesia que Jesús fundó, entonces tal vez algo esté mal.
3. La YouTubificación de la adoración
En tercer lugar, una pregunta similar surge de la investigación de Ingalls sobre la prevalencia de los “videos de adoración” de YouTube que se utilizan en las iglesias. Algunas pequeñas congregaciones han recurrido a videos musicales en línea producidos por las principales compañías de medios de adoración para acompañar su canto. Este “fenómeno no fue creado simplemente por la falta de recursos musicales o personales; también fue debido a que en estas pequeñas iglesias había un sentimiento creciente de que no podían estar a la altura de la nueva norma musical” (p. 197). De alguna manera, aunque confío en que no haya sido intencional, el movimiento de adoración contemporánea ha transmitido que un cierto nivel de calidad de producción es necesario para lograr una adoración moderna y fiel.
En este sentido, la adoración contemporánea ha recorrido un largo camino desde las guitarras y los coros simples de la década de 1970, que fueron diseñados para democratizar el canto congregacional para que más personas puedan participar de manera significativa. En la década del 2000, los medios de adoración contemporáneos abrazaron los valores de la producción pulida y el atractivo del mercado masivo. Pero a medida que la alabanza moderna se ha profesionalizado más, ha llevado por lo menos a algunos líderes de la iglesia a llegar a la conclusión de que les convendría dejar de lado a los músicos humanos y dejarle el acompañamiento a los expertos virtuales.
La buena noticia es que Dios le da a cada congregación todo lo que necesita para servirle. 1 Corintios 12:18 nos recuerda que “Dios ha colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó”. Si eso significa que una iglesia no puede producir la misma calidad de música que ven en los conciertos de adoración y en YouTube, entonces podemos confiar en los buenos propósitos de Dios. Él se preocupa mucho más por el estado de nuestros corazones que por la capacidad que nuestra banda tenga de recrear el sonido de un video en línea.
4. El poder de la imagen
Una cuarta área para pensar es sobre cómo la adoración contemporánea se ha convertido en un fenómeno visual, no solo auditivo. Según Ingalls, la proyección digital de letras e imágenes de fondo es “generalizada” en las iglesias con un estilo contemporáneo (p. 174). Ella argumenta: “La experiencia de adoración se ha convertido en irreductiblemente audiovisual, combinando […] prácticas musicales devocionales que acompañan la adoración contemporánea y la piedad visual que rodea a la imagen” (p. 179).
Muchos protestantes han dudado durante mucho tiempo en cuanto a incorporar elementos visuales en la adoración, como resultado de una opinión común de que el segundo mandamiento prohíbe no solo la adoración de ídolos, sino cualquier representación visual de Dios. Para algunos, esto implica que incluso las llamadas “ayudas visuales”, aparte de los símbolos del bautismo dados por Dios y la Cena del Señor, pueden distraer nuestros corazones errantes. Es fascinante, entonces, escuchar el comentario de Ingalls sobre “qué tan esencial se ha convertido la dimensión visual dentro de la experiencia de adoración evangélica”, incluso catalogando qué tipo de imágenes funcionan como “’íconos’ evangélicos durante la adoración” (p. 179). Aunque no da cifras concretas, su investigación sugiere que muchas iglesias no solo proyectan las palabras de las canciones a la congregación, sino que también usan muchas imágenes y videos de fondo. Escenas de la naturaleza e imágenes de adoradores anónimos son especialmente comunes.
Las formas de adoración que adoptamos no son neutrales. Ellas moldearán la próxima generación de adoradores.
El futuro de la música cristiana contemporánea
La música cristiana contemporánea llegó para quedarse, al menos es lo que vemos en el futuro. Estoy agradecido por sus fortalezas. Ha proporcionado un vehículo para que millones de personas honren a Dios a través del vernáculo musical.
Un libro como el de Ingalls, sin embargo, nos convoca a estar semper reformanda, siempre en reforma. Oro para que estudios como el de ella ayuden a los que estamos involucrados en el movimiento de adoración contemporánea a comprender más claramente las formas en que nuestra adoración conjunta moldea a las personas como discípulos, para bien o para mal. Las formas de adoración que adoptamos no son neutrales. Ellas moldearán la próxima generación de adoradores. Nunca seamos complacientes con cómo está la adoración hoy en día, pero pidamos a Dios la sabiduría que necesitamos para servirle más fielmente en el futuro.