Solo unos cuantos debieron haber leído esas 95 tesis. Cuando aquel monje católico las clavó, su propósito no era detonar un movimiento cataclísmico que cambiaría al mundo. Simplemente quería comenzar un debate de aquellas cosas en la iglesia con las que estaba apasionadamente en desacuerdo.
Dios, sin embargo, tenía otros planes. En su providencia, este importante evento sucedió en 1517, unos sesenta y tantos años después de que la imprenta de Gutenberg comenzara a cambiar el mundo a través de la diseminación de ideas de forma masiva. Así que las tesis fueron traducidas, impresas, y pronto estaban frente a los ojos de miles de personas. Lo que había de ser un debate privado se convirtió en el hablar de una nación entera, y pronto cruzaría fronteras hasta sacudir el mundo entero. Sin quererlo, Lutero había comenzado una revolución mundial que hoy llamamos la Reforma.
Este avivamiento de parte de Dios se llevó a cabo por diferentes motivos, pero dos principales: la palabra escrita y la palabra hablada. Hoy en día, me atrevo a decir que estamos experimentando una reforma similar. No solamente las antiguas doctrinas bíblicas de la Reforma están resurgiendo en incontables púlpitos hispanoamericanos, sino que, interesantemente, esta reforma se extiende de la misma manera en que se extendió hace 500 años: con la palabra escrita y la palabra hablada. Me gustaría analizar estos dos puntos y dar gloria a Dios por lo que está haciendo en nuestros países.
La palabra escrita
No podemos hablar de la Reforma sin hablar de libros. Los libros tienen un lugar especial en la historia de la humanidad. No puedo pensar en muchas películas que hayan cambiado el mundo, pero sí en libros. Para bien o para mal, libros como El origen de las especies, Mi lucha, La interpretación de los sueños, Manifiesto comunista, el Corán, y por supuesto, por encima de todos, la Biblia, han cambiado el mundo para siempre.
La Reforma sucedió junto a una explosión de literatura. Recordamos a Lutero por La esclavitud de la voluntad y su comentario de Gálatas. Conocemos a Calvino a través de la Institución de la religión cristiana, además de sus comentarios de prácticamente toda la Biblia. Zuinglio escribió miles de palabras, y sus escritos se recopilan en más de 20 tomos. Knox escribió cartas, tratados, y libros. Y esto es solo contando a los cuatro reformadores magisteriales. No podríamos contar todas las palabras que escribieron los reformadores y sus seguidores, ¡son demasiadas! Ellos entendían el poder de la palabra escrita, y la usaron con poder.
Hoy en día, la reforma hispana también se disemina a través de la palabra escrita. Coalición por el Evangelio recibe más de un millón de clics mensualmente, y ha publicado más de 3,500 artículos sobre temas teológicos y prácticos. Es emocionante ver que incontables personas han despertado a la sana doctrina a través de un artículo leído en nuestra página. ¡Qué privilegio!
Gracias a editoriales como Poiema y LifeWay, entre tantas otras, el pueblo hispano tiene a su disposición literatura reformada de calidad. Se pueden adquirir los libros de los grandes maestros bíblicos de nuestra época (y de antaño) en las librerías de nuestros propios países, en nuestro propio idioma.
Damos gracias por el inglés, pero saberlo no es imprescindible para leer algunos clásicos modernos como Sed de Dios, La santidad de Dios, El evangelio según Jesucristo, o El conocimiento del Dios santo. No pensemos, sin embargo, que nuestros hermanos anglosajones son los únicos que están produciendo material escrito de calidad. Se está levantando una armada de escritores hispanos que manejan la pluma como los antiguos guerreros la espada. Me refiero a libros como El poder de la Palabra para transformar una nación, De parte de Dios y delante de Dios, además de artículos de primera calidad escritos originalmente en español.
Cada vez más me encuentro con jóvenes emocionados de escribir para la gloria de Dios. La última vez que tuve la oportunidad de dar un taller sobre escribir, me sorprendió el interés que generó.
Quinientos años después, Dios sigue usando la palabra escrita, ya sea plasmada en una hoja de papel, o en una pantalla de cristal.
La palabra hablada
Cuando nació uno de los hijos del príncipe de Inglaterra, recuerdo haber visto en vivo (por el Internet) cómo un mensajero real proclamaba el alumbramiento en las esquinas de las calles de Londres, para mantener esa antigua tradición.
De cierta manera, esa es la labor del predicador: proclamar un mensaje de buenas nuevas. Los reformadores entendían eso y se tomaron la responsabilidad en serio. Lutero predicaba aproximadamente un sermón cada dos días, y entre 1510 y 1546 predicó 7,000 sermones. Calvino predicaba 170 sermones al año. Los puritanos, siguiendo el ejemplo de los reformadores, consideraban la predicación como el llamado más alto del ministro y uno de los eventos más sagrados en la vida del creyente. El púlpito se convirtió en faro de luz, en ariete, y catapulta. La reunión de la iglesia era refugio y área de combate. Nuestros antepasados reformados entendían perfectamente bien que la reforma acabaría en el momento en que el púlpito se enfriara.
En nuestros días, a pesar de que ya muchas veces se ha declarado la muerte del sermón, este sigue vivo y “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios” (2 Co. 10:5, RV60). El interés por la hermenéutica y homilética es alto entre pastores y laicos. Internet ha hecho posible tener acceso a predicación expositiva de calidad, la cual enciende el corazón del cristiano y exhorta a todo pastor local a esforzarse en traer a su congregación la palabra de Dios sin adulterar.
Lo que más emociona de la nueva generación de jóvenes predicadores es su deseo por exponer la Biblia. Si el púlpito era ariete, hoy es el tanque de guerra. Cada vez más, queda seco el paladar para aquellos que usan el púlpito como plataforma de comedia. Hay un sentido de urgencia. Dios que está haciendo algo grande, y tenemos la oportunidad de ser parte de ello.
Se necesitan héroes
La reforma fue una época de héroes; pecadores perdonados con pasión por la Palabra. Un regimiento de hombres y mujeres que se levantaron en contra de la oscuridad y estuvieron dispuestos a morir por sus convicciones. Ellos usaron las mejores armas que tenían: la palabra hablada y la palabra escrita.
Dios sigue levantando héroes el día de hoy. Algunos están naciendo, otros nos están dejando. Y tenemos las mismas armas de ayer. Debemos usarlas sabiamente. La reforma no se ha acabado. En nuestros países, está naciendo. Que Dios nos ayude para continuar con esta obra, para la gloria de Dios y la expansión del reino.
El cielo avisa cuando se avecina una tormenta. ¿Escuchas los truenos a la distancia?