¿Tiene usted una visión de Dios, y de su gran misericordia, que sea lo suficientemente robusta y bíblica que le haga llorar con gozo, en las pérdidas más desgarradoras, cuando Él ordena que seamos disciplinados?
¿Qué pasa si cree que Dios se llevó a su hijo? ¿O qué tal si usted cree que Él canceló un sueño que usted había abrigado durante cuarenta años?
No fue sino hasta hace poco que me di cuenta de la diferencia entre la respuesta de Dios ante el pecado de los hijos de Aarón al profanar a Dios delante de Israel, y su respuesta al pecado de Moisés en una profanación similar. Dios mató a los hijos de Aarón, pero salvó a Moisés. Pero él le negó la entrada a Moisés a la tierra prometida. Es decir, Él tuvo compasión de Moisés.
Dos resultados diferentes
Me di cuenta de esto porque la misma palabra se usa para describir lo que los hijos de Aarón, Nadab y Abiú, hicieron y lo que hizo Moisés. Ambos fallaron en mostrar a Dios como santo delante del pueblo. Nadab y Abiú fueron descuidados con la palabra de Dios al hacer ofrendas ante el altar. Por lo tanto, “salió fuego de delante del Señor y los consumió, y murieron delante del Señor”.
Moisés explicó a los padres de ellos por qué había sucedido esto: “Esto es lo que el Señor ha dicho: ‘Entre los que se acercan a mí seré santificado, y ante todo el pueblo seré glorificado” (Levítico 10:2-3)”. Se olvidaron de “santificar a Dios” ante el pueblo —de tratarlo como santo, o mostrarle como santo— de mostrar su infinito, trascendente valor.
Moisés era culpable del mismo pecado. En el manantial de Meribá, Israel murmuró contra Dios, porque no tenían agua. Entonces Dios le dijo a Moisés: “Reúne a la congregación, tú y Aarón tu hermano, y dile a la roca ante sus ojos que produzca agua” (Números 20:8).
Pero Moisés no fue cuidadoso con la palabra de Dios, tal como Nadab y Abiú. En lugar de hablar a la roca, “alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces, y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus ganados” (Números 20:11).
El Señor acusó a Moisés y Aarón prácticamente del mismo pecado que a Nadab y Abiú. Él dijo: “Por cuanto no creen en mí, para santificarme [mostrar que yo soy santo] ante los ojos de los hijos de Israel, por tanto, no introducirás a este pueblo a la tierra que les he dado” (Números 20:12).
Cuando Dios confirmó repetidamente a Moisés la consecuencia de su pecado, se centró en que lo que se hizo fue el mismo pecado de Nadab y Abiú. “Has fallado en santificarme [en mostrarme como santo] en las aguas ante los ojos de ellos” (Números 27:14). “No me trataste como santo en medio del pueblo de Israel” (Deuteronomio 32:51).
La gran misericordia
Esto significa que la decisión de Dios de evitar que Moisés entrara a la tierra prometida fue una gran misericordia. Él debería haber muerto como Nadab y Abiú. Pero Dios le dio un indulto.
Una vez escuché a RC Sproul responder a la crítica de que Dios es cruel porque hay 22 pecados en la ley mosaica que pueden ser castigados con la muerte. Sproul dijo: Al contrario, se trata de una drástica y pródiga misericordia, porque al principio todos los pecados eran crímenes capitales (Génesis 2:17, Romanos 6:23).
Dios nunca hace mal a nadie por quitarle la vida. La vida es un regalo de Dios, no un derecho ante Dios. Y todos hemos perdido el don. Hemos añadido desmerecimiento a la falta de mérito. No solo no puedo reclamar el don de la vida como un derecho, sino que me merezco que me la quiten en cualquier momento. Nadab y Abiú fueron tratados de manera justa.
Moisés fue tratado mejor que con justicia. La muerte era un castigo justo, la denegación de la tierra prometida era indulto misericordioso.
Dios nunca hace mal a nadie por quitarle la vida. La vida es un regalo de Dios, no un derecho ante Dios.
Cuando volvemos al Nuevo Testamento, la severa misericordia de Dios parece aún más sorprendente. Él toma la vida de algunos de sus hijos precisamente para evitarles un destino peor. Pablo enseña esto en relación con la Cena del Señor:
“Cualquier persona que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación. Es por eso que muchos de ustedes. . . han muerto. . . . pero siendo nosotros juzgados, somos castigados por el Señor para que no seamos condenados con el mundo”, 1 Corintios 11:29-32.
Algunos de nosotros muere como “disciplinados por el Señor,” para que “no seamos condenados con el mundo”.
Fuerza indomable
Así que, vuelvo a preguntar: ¿Tiene usted una visión de Dios, y de su gran misericordia, que sea lo suficientemente robusta y bíblica que le haga llorar con gozo, en las pérdidas más desgarradoras, cuando Él ordena que seamos disciplinados?
Mi oración por la iglesia de nuestros días es que tenga una fuerza indomable frente a las peores calamidades personales y sociales. Uno de los medios que Dios usa para hacernos fuertes es mostrándonos en la Biblia cómo él trabaja en el mundo. Él no quiere que nosotros seamos deshechos por la desgracia: la pérdida de un ser querido, la pérdida de los sueños de toda la vida, o la pérdida de la vida misma.
En todas estas cosas Él es misericordioso con sus hijos: de hecho, severamente misericordioso. ¿No es notable que cuando Santiago da un paso atrás y resume el significado de todas las miserias de Job dice: “Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el propósito del Señor, que el Señor es compasivo y misericordioso” ( Santiago 5:11).
Que Dios nos conceda el milagro del llanto gozoso que sobrepasa todo entendimiento humano.