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Las posiciones en cuanto a la salvación están en dos extremos de la balanza: la agustiniana contra la pelagiana. El molinismo es una postura desarrollada por el católico jesuita Luis de Molina que se inclina hacia el pelagianismo.

El molinismo “sostiene que la caída original no afectó las facultades naturales del hombre; que este puede indisponerse de algún modo a la gracia; que la eficacia de la gracia depende de la cooperación del albedrío; que Dios salva o condena según prevé lo que cada uno va a hacer”.[1]

Como tal, el molinismo “es un sistema que se propone reconciliar la gracia y la libre voluntad (o libre albedrío). Y el propósito principal de esta teología fue: combatir la postura reformada de la justificación por la fe sola, la predestinación, y la depravación total del hombre”, que proponían el luteranismo y el calvinismo.[2]

En el intento de los contra-reformistas jesuitas, al que pertenecía Molina, de anatemizar las doctrinas de la gracia, tildaron de inconsciente la doctrina del llamado eficaz, viéndolo como un atentado contra la libertad de la voluntad humana.

El molinismo y la ciencia media

Molina propone la llamada ciencia media, “una ciencia por la que Dios sabe exactamente lo que haría cada hombre en las infinitas situaciones en que hipotéticamente puede ser colocado y, por tanto, sabe también si este hombre, en virtud de su libertad, dará o no su consentimiento a esta gracia determinada. Es decir, Dios prevé el éxito o el fracaso de la gracia que destina a cada hombre: su presciencia descansa no ya sobre los decretos eternos de su voluntad, sino sobre el eminente conocimiento que tiene de las voluntades creadas”.[3]

El molinismo intenta combatir la “herejía” de los reformadores, según la cual tanto los pecadores como los justos han perdido la libertad de la voluntad. De manera que en el molinismo, la libre y soberana voluntad humana es el detonante final de la salvación de los hombres.

El molinismo y la soberanía divina

Dice un autor cristiano que entiende que el molinismo (o doctrina del conocimiento o ciencia media) es una doctrina ortodoxa, es decir, correcta: “El molinismo afirma que Dios lleva acabo su voluntad en las criaturas con ‘libre albedrío’ utilizando su ‘omnisciencia’”. Dice este mismo autor: “El molinismo armoniza dos verdades bíblicas aparentemente irreconciliables: (1) Dios ejercita soberano control sobre toda su creación, y (2) los seres humanos son agentes libres, responsables por sus actos”. El mismo escritor afirma: “Por medio del uso del conocimiento medio, Dios sabe lo que las criaturas harían en cualquier situación”.[4]

El problema del molinismo no radica solo en su entender de la depravación humana, sino en negar la gracia irresistible y la soberana obra del Espíritu en el llamamiento eficaz.

Lo que procuró reconciliar Molina fue la doctrina de la soberanía absoluta de Dios con la “libre voluntad” humana. Cual Pelagio, los semipelagianos, y otros, Molina creía que en la Caída (Gn. 3) el hombre no perdió las facultades del alma, o por lo menos algunas de ellas.

Pero el problema del molinismo no radica solo en su entender de la depravación humana, sino en negar la gracia irresistible y la soberana obra del Espíritu en el llamamiento eficaz, lo cual socava la absoluta soberanía de Dios, incluso en la salvación de los pecadores. También comete el error de aislar el anticipado consejo del resto de los atributos divinos, reduciendo la soberanía divina solo a su conocimiento.

El molinismo y el ordo salutis

Comenta el autor del artículo Veritas Fidei: “El molinista concuerda por completo con la depravación humana —al igual que los teólogos reformados— y su inhabilidad de venir a Cristo al menos que el Espíritu le atrajese (Jn. 12.32; 6.44); pero, el incrédulo tiene también la libertad de rechazar y resistir esta gracia libremente otorgada, y permanecer perdido”.[5]

Sin embargo, las figuras bíblicas de la obra salvadora ilustran la condición del hombre sin Cristo así: “ciegos”, “en total tinieblas”, “muertos”, “perdidos”, etcétera. Es decir, que las personas no buscan, ni quieren, ni entienden a Dios, sino que necesitan un milagro para “ver”, “ser iluminados”, “ser resucitados”, “ser rescatados”. De hecho, no hay más figuras que estas en el texto bíblico. Es inconsistente ignorar la necesidad de las operaciones divinas en favor del pecador, antes de que este pueda gustar y ver la salvación.

Guardémonos de poner nuestros conceptos por encima de la Palabra.

El ordo salutis debe entenderse en su debido orden. Primero, Dios elige. Segundo, el Espíritu regenera las facultades espirituales del hombre. Tercero, el pecador es justificado por Dios. Dicho sea de paso, justificado por la fe en Jesucristo.

Un consejo pastoral

Vigilemos nuestras concepciones filosóficas a la luz de las Escrituras. Suele ser perjudicial poner a divagar nuestra razón, pensando que es soberana, cuando ni la razón ni la voluntad lo son a fin de cuentas. De hecho, “como canales de agua es el corazón del rey en la mano del Señor; Él lo dirige donde le place” (Pr. 21:1). Y “más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?”(Jer. 17:9). Guardémonos de poner nuestros conceptos por encima de la Palabra.


[1] F. Lacueva. Doctrinas de la Gracia. (C) 1975, Ed. Clie. P. 44.

[2] “Relación entre el molinismo y el arminianismo” en: http://caesararevalo.blogspot.com/2013/02/luis-de-molina-1536-1600-la-relacion.html.

[3] “Molina y Molinista”, en: http://www.mercaba.org/Rialp/M/molina_y_molinismo.

[4] Veritas Fidei, “PREDESTINACIÓN Y LIBRE ALBEDRÍO: ¿ES EL MOLINISMO BÍBLICO?”, en: http://veritasfidei.org/predestinacion-y-libre-albedrio-es-el-molinismo-biblico/

[5] Ibid.


Imagen: Wikipedia.
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