He estado luchando con problemas de infertilidad durante cuatro años. Esto puede parecer mucho o poco tiempo, dependiendo de tu historia.
Me han dicho varias veces que soy sorprendentemente abierta sobre este tema. No estoy segura de si tiene que ver con mi formación médica, en la que he conocido a un número sorprendentemente alto de mujeres que comparten la misma lucha, o que simplemente soy una persona abierta.
No importa la razón, soy una firme creyente de que el tema no tiene que ser tabú. Debe haber tacto cuando se habla de la infertilidad. Muchas personas pueden hacer comentarios dañinos o desalentadores sin la intención de hacerlo, pero no es necesario que agreguemos vergüenza a una condición en la que no debe haberla.
Recientemente, mientras hablaba con una amiga que no conoce a Jesús, le dije que inclusive después de nuestro intento fallido más reciente (hemos tenido muchos de ellos incluso después de una cirugía y diferentes procedimientos), Dios todavía era bueno.
Luego ella me miró y dijo: “¿Nunca te cansas de eso?”.
Lo que ella me estaba preguntando era: “Incluso cuando Dios no te da lo que quieres, ¿cómo puedes decir esas cosas sobre Él? ¿No es demasiado desgastante?”.
La bondad de Dios no depende de nuestras circunstancias
Algo que le aclaré a mi amiga fue que no me estaba pegando una sonrisa falsa en la cara mientras decía: “¡Dios es bueno!”. Tuve que explicarle que saber que Dios es bueno no es lo mismo que no sentir dolor, duda, o tristeza. A menudo existe un concepto erróneo de que decir que Dios es bueno significa que estamos saltando de alegría en medio de nuestras circunstancias.
Pero ese no es siempre el caso. “Conseguí un ascenso en el trabajo ¡Genial! Dios es bueno”. Eso es fácil decirlo. ¿Pero no crees que decirlo solo en esos momentos simplemente distorsiona la verdad de que Dios siempre es bueno?
No poder tener un hijo cuando quieres tenerlo es difícil. He ahí el eufemismo del año. El proceso es emocional, espiritual, y físicamente desafiante. Emocional, porque constantemente tienes que luchar contra la desilusión. Espiritual, porque debes recordar las verdades de la Biblia cuando tal vez no te parezcan reales. Físico, porque digamos que después de una cirugía y varios procedimientos, no me entusiasma ir al médico, y soy doctora (espero que entiendas la ironía en esto).
Dios es bueno. No necesitamos agregar nada a esa declaración. Su bondad no depende de nuestras circunstancias.
Lo que solemos olvidar es que está bien sentir estas cosas. No deberíamos decir que Dios es bueno porque siempre estoy feliz y saludable.
Dios es bueno.
No necesitamos agregar nada a esa declaración. Su bondad no depende de nuestras circunstancias. Sería contrario a su carácter y amor para nosotras si se preocupara más por nuestras circunstancias que por nosotras y nuestros corazones. Él se preocupa por nosotras más que por las cosas que nos suceden.
Más allá de nosotras mismas
Cuando nos enfocamos en nosotras mismas, no tendremos la vista para ver lo bueno que Dios está haciendo en nuestras vidas. Dios no es descuidado. Dios no es indiferente. Él está trabajando activamente en nuestras vidas. Si me enfoco en mí misma, entonces todo lo que veré serán las facturas del hospital, mi dolor, y la sensación de que de alguna manera estoy decepcionando a mi esposo. A lo largo de este camino, Dios me ha enseñado a mirar más allá de mi misma. Aquí tres ejemplos de lo que pongo en mi mente al intentar no enfocarme en mí.
Concentrarme en Él. Cuando lo hago, no necesito niños. Es posible que desee hijos, pero no los necesito. El Señor conoce el deseo de mi corazón de tener un hijo, pero Dios sabe exactamente por qué aún no tengo uno, o por qué es posible que no llegue a tenerlo. Él sabe mejor (Jb. 12:13; Sal. 33:4-5; Is. 55:9; Ro. 11:33-35). Él me ama (Jn. 15; Ro. 5:8). Él obra todas las cosas para mi bien (Ro. 8:28). Y por lo que es y lo que ha hecho y está haciendo, es suficiente. Dios es suficiente.
Concentrarme en mi cónyuge. El Señor ha hecho crecer mi amor por mi esposo. La infertilidad puede causar estrés en una relación. Eso no es ningún secreto o incluso una sorpresa. Pero aun así, esta ha sido una prueba a través de la cual he podido ver cómo mi esposo me apunta continuamente a la cruz. Incluso en medio de esta prueba, Dios ha usado a Steven para alentarme, y amarme, como debe hacerlo un esposo (Ef. 5). El Señor ha aprovechado esta oportunidad para mostrarme aspectos de mi esposo que nunca hubiera visto de otra manera, y puedo glorificar a Dios por el trabajo que ha hecho y está haciendo en él.
Concentrarme en el cuerpo de mi iglesia. La infertilidad es una carga que debe compartirse. Esto, para mí, ha sido lo más difícil de aprender y apreciar. Anteriormente dije que no me importaba hablar de infertilidad con otros, lo cual es cierto, pero me gusta hacerlo en mis términos. Han habido momentos en que las personas me miran con lástima (puede ser empatía, pero por lo general no me tomo el tiempo de darles el beneficio de la duda, para mi vergüenza) y me preguntan cómo me siento y cómo estoy sobrellevando “toda la situación”.
Hay días en los que realmente estoy bien con mi infertilidad. Hay otros días en los que me quedo en la cama llorando. A veces no me gusta compartir con otras personas porque supongo que serán condescendientes o que solo sentirán lástima por mí. Hasta hace poco, realmente no le daba a la gente la oportunidad de compartir la carga conmigo, amarme, o incluso decirme una palabra de aliento. Al igual que con mi esposo Steven, esta circunstancia me ha permitido ver el amor, las oraciones, y el aliento de amigos leales que sufren junto a mí.
No podemos medir la bondad que nos ha sido otorgada con base en la bondad de Dios hacia los demás.
¿Nunca te sientes cansada porque parece que los malvados prosperan y tú no? (Hay muchos problemas con esta frase, pero centrémonos en una cosa a la vez). Médicamente hablando, he estado técnicamente en el mejor momento de mis años reproductivos. Esto significa que la mayoría de mis amigos, que también están en esta etapa de sus vidas, tienen bebés a diestra y siniestra.
Una de mis hermanas tuvo a mi sobrino hace dos años, y ella supo de mi lucha cuando me dio la noticia. Honestamente puedo decir que estaba feliz por ella. Honestamente puedo decir que me regocijo con mis amigos que están teniendo hijos. Esto no es una lucha para mí. Lo que es una lucha para mí son las amistades que quedan embarazadas “por error”, o que no quieren a su bebé todavía no nacido. Ya podrán imaginarse lo difícil que fue para mí la rotación de ginecología y obstetricia en el hospital.
En medio de nuestra dificultad, al escuchar sobre un embarazo no deseado, o sobre cualquier embarazo, puede ser fácil caer en la idea de: “¿Por qué ella y no yo?”. Créeme, yo he estado ahí. Pero, otra vez, al hacer esto estamos midiendo la bondad de Dios con algo distinto a lo que Él es.
¿Dónde está tu tesoro?
“Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón”, Mateo 6:21.
¿Atesoramos a Dios? ¿O lo vemos como algo más que solo un medio para obtener lo que queremos? Si atesoras a Dios por lo que es, no solo por su poder, tu perspectiva de la vida se reestructurará por completo. Tus prioridades y tus deseos cambiarán. Cuando Él sea tu tesoro, verás que Él es suficiente. Más que suficiente. Y hermana, si estás luchando contra la infertilidad, cuando ves lo precioso que es Dios, la infertilidad de repente no parece determinar tu felicidad o bienestar. De repente, la presión para tener un hijo disminuye. De repente, ese peso en tus hombros comienza a disminuir y te das cuenta de que Dios satisface por completo.
Si atesoras a Dios por lo que es, no solo por su poder, tu perspectiva de la vida será completamente reestructurada. Cuando Él sea tu tesoro, verás que Él es suficiente.
Uno de los consejos más inútiles que he recibido a través de esta lucha ha sido: “Simplemente no lo pienses más y quedarás embarazada”. No solo es erróneo; para alguien que ha tratado de quedar embarazada, uno sabe que eso es imposible teniendo en cuenta la naturaleza de los tratamientos disponibles. Esto es principalmente erróneo porque no deberíamos lidiar con esto ignorándolo, pegarnos sonrisas en la cara que no sentimos, o fingir que estamos bien cuando no lo estamos. Debemos lidiar con esto orando al Señor para que Él cambie nuestros corazones y nuestro pensamiento, no nuestras circunstancias. Debemos orar para que el Señor se vuelva precioso para nosotras por encima de todo lo demás. Incluso ese buen deseo de tener hijos.
Si estás luchando contra la infertilidad, no te estoy diciendo que deberías dejar de intentar tener hijos, o que debes aplastar ese deseo u olvidarte de él por completo. Te pido que recuerdes que Dios es suficiente, no importa si tienes hijos o no. Él conoce tu dolor y sufrimiento. Él lo entiende y nos pide que lo pongamos a sus pies (1 Pe. 5:7; Mt. 11:28-29). Aunque a veces se siente así, no es en vano, Él te ama y te santifica en medio de todo (1 Pe. 4:12-13).
Si eres amiga de alguien que lucha contra la infertilidad, muchas veces lo único que necesitamos es un amigo que nos haga sentir menos solos, sin darnos motivos sobre por qué Dios no nos ha dado hijos (puesto que eso es especulativo y no ayuda a nadie), o consejos basados en la experiencia personal en lugar de las Escrituras (lo cual desalienta más de lo que alienta). Ora por tus amigos que experimentan el dolor y el daño de la infertilidad y apúntalos a Dios. Recuérdales que Dios es precioso para ti. Llévalos a mirar la cruz repetidamente, lo necesitamos.