Este es un fragmento adaptado del libro Por el poder del Espíritu: Una vida de continua obediencia (Editorial Vida, 2023), por Miguel Núñez.
La palabra mansedumbre en el griego antiguo se usaba para referirse a un animal que había sido domesticado. De manera que, un cristiano manso es un creyente que tiene todas sus emociones, todos sus impulsos y todos sus instintos bajo control. En pocas palabras, es alguien que tiene dominio propio.
Sin embargo, cuando pensamos en alguien manso con frecuencia pensamos en alguien débil, sin fortaleza, sin hombría. Pero en realidad es todo lo contrario. La mansedumbre, al igual que la humildad, se define como poder bajo control.
La necesidad de la mansedumbre
Todo creyente está llamado a exhibir la mansedumbre como parte del fruto del Espíritu. Pensemos en la necesidad de la mansedumbre en el plano práctico de la vida cotidiana.
1) La mansedumbre es necesaria para actuar lógicamente
Cuando la mansedumbre no está presente perdemos los estribos, la razón, la estabilidad emocional y perdemos de vista la dignidad del otro. Olvidamos que Dios nos ha dejado aquí para representar y reflejar a Cristo. La mansedumbre en el cristiano no es una opción, es una obligación.
Para Pablo, entre las cualidades más necesarias de un cristiano están: la humildad, la mansedumbre, la paciencia y el amor. Por eso, en la carta a los Efesios, exhorta a los creyentes diciendo:
Yo, pues, prisionero del Señor, les ruego que ustedes vivan de una manera digna de la vocación con que han sido llamados. Que vivan con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándose unos a otros en amor, esforzándose por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Ef 4:1-3).
Si continúas leyendo la carta a los Efesios, te vas a percatar de que la mansedumbre es necesaria para mantener la unidad. La persona que no es mansa es rencillosa, defensiva, argumentativa, divisiva y rencorosa. Y en esas condiciones es imposible vivir en paz o en unidad.
2) La mansedumbre es necesaria para vivir en paz
Podemos creer ser humildes ante Dios, pero donde Dios prueba nuestra mansedumbre no es ante Su trono, sino ante los hombres, porque la mansedumbre tiene que ver con el trato que damos a los demás.
3) La mansedumbre es un requisito indispensable para vivir una vida digna de nuestro llamado
De manera que, sin mansedumbre no podemos honrar a Cristo, no podemos reflejar Su carácter, no podemos complacer al Padre, ni siquiera podemos llamarnos cristianos, o quizás podamos, pero sería incongruente.
4) La mansedumbre es necesaria para corregir y restaurar al hermano
El apóstol Pablo dice de forma muy clara:
Hermanos, aun si alguien es sorprendido en alguna falta, ustedes que son espirituales, restáurenlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado» (Gá 6:1).
Aun así, a veces hemos escuchado a líderes cristianos referirse a algunas de las palabras fuertes que Cristo habló a los escribas y fariseos para justificar sus palabras contra los demás. La realidad es que no hay duda de que hay momentos para una fuerte reprensión, pero al hacerlo, recordemos que Cristo habló como habló porque tenía la autoridad y la santidad requeridas para hablar de esa manera. Su carácter poseía todas las virtudes descritas en el fruto del Espíritu para balancear Su indignación contra los hombres.
El apóstol Pablo tuvo palabras duras para los corintios, pero aun así, la dureza de palabras no era su método preferido. Note sus palabras en 1 Corintios 4:21: «¿Qué quieren? ¿Iré a ustedes con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?». El ministerio de Pablo se caracterizó por la mansedumbre incluso hacia aquellos que tramaban contra su vida.
5) La mansedumbre es necesaria para defender la fe
No olvidemos el llamado que Pedro nos hace a estar siempre preparados para presentar defensa ante todo el que demande razón de la esperanza que hay en nosotros. ¿Y cómo nos pide que lo hagamos? «Pero háganlo con mansedumbre y reverencia» (1 P 3:15). Dios nos ha llamado a defender la fe, pero no con bravuconería ni orgullo, sino que debemos hacerlo con reverencia. Dios nos ha llamado a defender Su Palabra y Su causa, pero no hiriendo y destruyendo la dignidad de los hombres que son portadores de Su imagen. Si vamos a defender la fe hiriendo a otros, es mejor callar. Nuestro silencio honra a Cristo más que nuestras palabras cortantes e hirientes.
6) La mansedumbre es necesaria cuando las personas pronuncian palabras hirientes contra nosotros y escuchándolas permanecemos en silencio para no herir de la manera en que nos han herido
¿Alguna vez has sido ofendido con acciones o insultos que atentan contra tu dignidad? Aquí está la respuesta bíblica a qué hacer en estas situaciones: «… y quien [Jesús] cuando lo ultrajaban, no respondía ultrajando. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga con justicia» (1 P 2:23).
Recuerda las palabras de Cristo
Ante la injuria de otros, recuerda siempre las palabras de Cristo en el Sermón del Monte registradas en el Evangelio de Mateo:
Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra… Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios… Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí. Regocíjense y alégrense, porque la recompensa de ustedes en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que ustedes (Mt 5:5, 9, 11-12).