×

Cuando Cristo Jesús tuvo Su última cena con Sus apóstoles, les mandó a recordar lo que estaban haciendo: «Y tomando el pan, después de haber dado gracias, lo partió, y les dio, diciendo: “Esto es Mi cuerpo que por ustedes es dado; hagan esto en memoria de Mí”» (Lc 22:19, énfasis añadido).

Como adoramos a un Dios perfecto y quien hace todo con propósito, no es una casualidad que Cristo Jesús nos llame a recordar Su sacrificio. Él entiende nuestras debilidades y por esa razón nos llama a hacer memoria.

La Semana Santa es un tiempo para recordar lo que Jesús hizo por nosotros. Es un tiempo para contemplar Su amor incondicional. El amor que Él ha tenido por nosotros desde la eternidad pasada, pero el cual no conocíamos totalmente hasta que nos lo mostró en la cruz (1 Jn 3:16). Un amor que, aún después de «verlo», no lo podemos entender totalmente.

El llamado a recordar

Si observamos bien, el llamado a recordar es un hilo conductor que atraviesa toda la Biblia. Dios dijo al pueblo judío que recordara todos Sus mandamientos (Nm 15:39), que recordara cómo Dios los había dirigido (Dt 8:2), que recordara a Su Creador (Ec 12:1).

A la nación de Israel se le dijo: «Acuérdate de los días pasados» (Dt 32:7), pues debían recordar todo lo que el Señor había hecho por ellos y que Él les proveía todo (Dt 8:18). Aunque hay muchos ejemplos más en el Antiguo Testamento, creo que estos son suficientes para darnos una idea de lo importante que es esta instrucción.

La Semana Santa es un tiempo para recordar lo que Jesús hizo por nosotros. Es un tiempo para contemplar Su amor incondicional

El Nuevo Testamento no es diferente; Pablo exhortó a Timoteo: «Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, conforme a mi evangelio, por el cual sufro penalidades» (2 Ti 2:8-9, énfasis añadido).

¿Por qué el Señor nos manda a través de las Escrituras continuamente a recordar? Porque la única manera de correr bien es «puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» (He 12:2).

¿Cómo recordamos?

En Su bondad, Jesús nos mandó a recordar Su sacrificio, lo cual no solo significa traerlo a la mente, sino detenernos y evaluar la profundidad de su significado. De modo que, la Semana Santa debe ser un tiempo en el que Cristo es el centro de nuestros pensamientos, un tiempo en el que lo buscamos en todo. Y lo maravilloso es que tenemos comunión con Él, mediante Su Espíritu, al hacerlo (Jn 14:15-26). Hacer memoria no es una interrupción en nuestras vidas, sino que es un tiempo para llenarla.

Mientras más evaluamos la vida, muerte y resurrección de Cristo Jesús, más entendimiento tendremos sobre el evangelio, lo cual trae más gratitud y amor hacia Él. Entonces, la Semana Santa es un tiempo para recordar, tanto en los quehaceres diarios, como en el tiempo libre que tenemos. Aun en la recreación podemos ver cómo Dios nos ha provisto y, de esa manera, convertir un tiempo de ocio en un tiempo también productivo.

Recordar el evangelio nos permite reenfocarnos en lo que es importante: la vida eterna que no merecemos, pero que Dios en Su gran amor nos regaló. Recordar esto requiere intencionalidad, por ejemplo, para leer y estudiar la Palabra, para meditar sobre ella, para enseñarla a nuestra familia, amigos, compañeros, conocidos y no conocidos. Entonces, recordar el evangelio es incluir de manera intencional a Dios en todo lo que hacemos. Y para hacer esto necesitamos orar.

Recordar el evangelio nos permite reenfocarnos en lo que es importante: la vida eterna que no merecemos, pero Dios en Su gran amor nos regaló

Comencemos pidiendo perdón a Dios porque debemos tener esta intencionalidad todos los días de nuestras vidas, pero no lo hacemos porque nuestro estado «normal» es vivir desenfocados. Y luego pidamos ayuda para vivir una vida que glorifique a Dios. Él es fiel y escucha nuestras oraciones (Jr 29:12-13), pero sabemos que contestará esta oración en particular porque es algo cercano a Su corazón (1 Jn 5:14-15). Es Dios quien buscó tener una relación con nosotros y nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir una vida piadosa (2 P 1:3).

Recordando cada día

Entonces, vuelvo a la última cena donde Cristo instruye a Sus discípulos que recuerden. Él no estaba pidiéndoles que recordaran la cena, sino lo que la cena y el pan simbolizaron: un amor infinito para ellos y para nosotros demostrado con un precio alto. Jesús pagó la deuda que nos es imposible saldar porque hacerlo requiere perfección. Cada uno de nosotros falló contra un Dios perfecto, pero en Su gran misericordia y bondad, Él hizo lo que era imposible para nosotros.

Como Jesúcristo murió en nuestro lugar, la pregunta obvia es: ¿Podemos nosotros vivir para Él? Entonces, comienza por hacer memoria de Su amor esta Semana Santa.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando