Con las narrativas culturales predominantes que definen el placer como el bien supremo, la actividad sexual como esencial para la identidad y el yo como el centro de la autoridad, no es de extrañar que nos encontremos con personas en nuestros ministerios de la iglesia local y otros contextos cristianos que están confundidos sobre lo que son los deseos y actos sexuales buenos. En contextos de consejería matrimonial y prematrimonial, las preguntas sobre la sexualidad y la permisividad de diversos actos sexuales son recurrentes.
Tal vez el tema que causa mayor confusión, tanto para los solteros como para los casados, se centra en la permisividad o inadmisibilidad de la masturbación, entendiendo por tal un acto sexual personal con fines de placer propio o lo que a veces se denomina autoestimulación.
El propósito de Dios para el sexo
El marco bíblico-ético del sexo comienza con el Dios trino que, en Su bondad, crea el mundo físico bueno. Los seres humanos, por designio de Dios, son seres sexuales a los que se les ha encomendado usar su sexualidad para la gloria de Dios.
Pero los seres humanos no son meros seres sexuales y su identidad no se centra en su expresión sexual. Además, sus deseos sexuales de este lado de Génesis 3 no están inherentemente ordenados de manera correcta. El cristiano de la nueva creación vive gozosamente en la libertad de Cristo, guiado por el Espíritu, en pos de la bondad del diseño de Dios. Esta libertad y ser guiado por el Espíritu implica la búsqueda apasionada de los dones físicos de Dios y las restricciones que preservan el gozo frente a las desviaciones de Su bondad creada.
Cuando se considera la evidencia bíblica, argumentamos que la masturbación nunca es un acto que honra a Dios
Los cristianos experimentan la presión constante de las narrativas culturales predominantes que sostienen que toda expresión sexual, siempre que no dañe a otro, es intrínsecamente buena y que la expresión sexual es el fundamento de nuestra identidad. Los cristianos, al reflexionar sobre la ética de actos sexuales como la masturbación, a veces se confunden cuando las narrativas culturales chocan con la ética bíblica.
Categoría esencial
Nuestra intención es proporcionar un argumento bíblico y pastoral convincente de que la mejor rúbrica para las decisiones éticas cristianas sobre el sexo no es simplemente «¿Lo prohíbe la Biblia?» sino más bien «¿Cumple el acto los propósitos explícitos para los que Dios creó el sexo?». Cuando se considera la evidencia bíblica, argumentamos que la masturbación nunca es un acto que honra a Dios.
A diferencia de quienes evalúan la moralidad de la masturbación en el contexto de la psicología y el desarrollo humano, nosotros abordamos este tema en el marco de la forma en que Dios, en Su sabiduría, diseñó el sexo.
Considera tres preguntas de diagnóstico y sus respuestas.
1. ¿Cómo encaja la masturbación en la naturaleza del pacto del matrimonio?
Dios creó el sexo como un medio para que las parejas matrimoniales se relacionaran entre sí. La masturbación, por el contrario, es un acto sexual abiertamente no relacional. Además, mientras que el sexo dentro de la relación matrimonial es altruista y centrado en el otro, la masturbación por naturaleza se centra solo en el yo. La Escritura advierte repetidamente contra tener un corazón egoísta. Pablo ordena a los creyentes a «no hacer nada por egoísmo o por vanagloria» (Fil 2:3), mientras que Santiago advierte de que la presencia del egoísmo en el corazón conduce a «confusión y toda cosa mala» (Stg 3:16).
Con una visión tan negativa de los actos por motivaciones egoístas que se presentan en las Escrituras, resulta imposible imaginar cómo es que la masturbación no se aleja del diseño de Dios para el matrimonio. Debido a que la masturbación enfoca el deseo sexual en beneficio propio, en lugar de en beneficio del cónyuge, se podría argumentar con razón que es una forma de adulterio: dar a otro lo que solo se debe dar al cónyuge. Por estas razones, la masturbación no puede encajar en el diseño de Dios para el pacto matrimonial.
2. ¿Cómo cumple la masturbación los propósitos para los que Dios creó el sexo?
Además, la masturbación no cumple ninguno de los tres objetivos principales del sexo. En primer lugar, la masturbación obviamente no es un acto de procreación. La inclinación a legitimar la masturbación forma parte de una negación cultural más amplia del propósito del sexo. Todd Wilson comenta: «Nuestra cultura ha separado el acto sexual del propósito del sexo. Hemos cortado la conexión entre el sexo y su poder para unir vidas y crear vida, de modo que ahora, prácticamente dondequiera que miremos, el sexo está separado de sus propósitos unificadores y procreadores».
Asimismo, la masturbación no es unificadora porque privatiza la actividad sexual que está diseñada para ser compartida. Matthew Anderson señala la incapacidad de la masturbación para cumplir con el diseño bueno de Dios: «La sexualidad humana es inherentemente social, y la masturbación no lo es. En ese sentido, representa un fracaso en el cumplimiento de la naturaleza de la sexualidad cristiana tal y como Dios la diseñó».
Por último, aunque es cierto que la estimulación propia puede proporcionar un intenso placer físico, no consigue un placer sexual moral. La estimulación sexual practicada en aislamiento del cónyuge nunca fue el designio de Dios.
3. ¿Cómo se relaciona la masturbación con el mandamiento de Dios de ser santos como Él es santo?
Por último, la masturbación no se ajusta al llamado de Dios a los creyentes de «ser santos, porque [Dios es] santo» (Lv 19:2; 1 P 1:16). Dios llama a los creyentes a ser cierto tipo de personas: individuos conformados según la imagen de Jesucristo. Al convertirnos en nuevas creaciones en Cristo por obra del Espíritu, reordenamos nuestros amores desordenados. Sin embargo, antes de que nuestros amores estén completamente reordenados, descubrimos que a veces nuestra carne dirige nuestra conducta.
Pablo capta esta idea en su carta a la iglesia de Filipos cuando describe a algunos que son «enemigos de la cruz de Cristo, cuyo fin es perdición, cuyo dios es su apetito» (Fil 3:18-19). Sin Cristo y sin el poder del evangelio, las personas están controladas por los deseos físicos. Por el contrario, se exhorta repetidamente a los cristianos a que se caractericen por el dominio propio, independientemente de su estado civil: solteros, casados o viudos. Del mismo modo, Pablo exhorta a sus lectores a ser imitadores de Dios (Ef. 5:1).
Es imposible imitar la naturaleza de Dios quien se da a Sí mismo mientras uno se centra únicamente en sí mismo
Quienes intentan presentar argumentos «cristianos» a favor de la permisibilidad de la masturbación lo hacen sobre la base de que es posible separar la masturbación de actividades que están claramente prohibidas, como la lujuria y la pornografía. Pero incluso si las actividades son divisibles, la masturbación sigue siendo categóricamente inadmisible porque va en contra de la pureza moral de la naturaleza santa de Dios.
Es imposible imitar la naturaleza de Dios quien se da a Sí mismo mientras uno se centra únicamente en sí mismo. En la gran mayoría de los casos, la masturbación implica pensamientos lujuriosos. Además, la masturbación crea tendencias sexuales impías y expectativas en las que una persona asume que la satisfacción sexual debe ser a demanda para satisfacer sus propias necesidades inmediatas. En consecuencia, la masturbación también está lejos del carácter y la santidad en la que Dios llama a todos a caminar.
Por estas razones, no puede cumplir ninguno de los propósitos de Dios para el sexo o para el matrimonio y es contraria al carácter moral de Dios, por lo que concluimos que la masturbación nunca puede ser un comportamiento que honre a Dios.