Este es un fragmento adaptado de Dando fruto en tu lugar de misión: Marcando una diferencia ahí donde estás, de Mark Greene. Publicaciones Andamio.
No creo que muchos de nosotros hayamos empezado siquiera a pensar de nosotros mismos como de alguien que está moldeando un carácter santo, ya ni hablar siquiera de ser el tipo de persona a la que la gente vea y diga: “Eso sí que es santidad”. Pero lo curioso es que sí que lo podemos haber pensado de otra gente. Yo lo hago a menudo.
El carácter no es, por supuesto, lo mismo que la personalidad. Es curioso que en el Nuevo Testamento sea muy difícil encontrar ninguna descripción explícita de la personalidad de nadie. No sabemos si Tomás era un arisco, si Epafrodito era gracioso o si Elisabet era tímida, pero sí sabemos que Tomás era valiente, Epafrodito perseverante y Elisabet honesta. No sabemos mucho de las personalidades de la gente, pero sí sabemos que a casi todos los escritores del Nuevo Testamento les preocupa el carácter, les preocupan cualidades que nada tienen que ver con si alguien es travieso o serio, extrovertido o introvertido, sino más bien con la medida en la que nuestra fe, esperanza y amor conducen al tipo de carácter que responde apropiadamente a Dios, a las circunstancias y a los demás.
Un carácter santo implica más que ser amable, o pasearse por la vida con gesto sereno y beatífico. Jesús no siempre era “amable” y las cosas raramente le fueron fáciles. Jesús es, después de todo, no solamente aquel que permitió que le clavaran en la cruz; Jesús es aquel que, sabiendo lo que le esperaba, se dirigió con determinación y valentía a Jerusalén. Es aquel que es capaz de hacerse tranquilamente con un látigo para echar del templo a los que cambiaban dinero; es quien llama a los fariseos raza de víboras y tumbas blanqueadas. Jesús no es siempre “amable” según la definición clásica. La fidelidad a su misión, la obediencia a su Padre y el amor por la gente con la que se encontraba le exigían más que eso.
Modelar un carácter santo es dejar que la vida de Cristo fluya en y a través de nosotros. Es hacer gala del fruto del Espíritu tanto en los malos tiempos como en los buenos.
Modelar un carácter santo es dejar que la vida de Cristo fluya en y a través de nosotros. Es hacer gala del fruto del Espíritu tanto en los malos tiempos como en los buenos. Es cierto que la lista del fruto del Espíritu que escribe Pablo en Gálatas 5 es abrumadora, especialmente teniendo en mente que Pablo le estaba escribiendo a un grupo de gente que era mayormente pobre, gente sin servicios sociales, cuyos hijos tenían grandes posibilidades de morir antes de alcanzar los cinco años, gente que vivía bajo la presión social de existir siguiendo un camino que básicamente difería del resto de la sociedad. Así era entonces. Y en algunas partes del mundo todo eso sigue estando vigente. Aun así, sea cual sea nuestra situación, vivir una vida de amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio en nuestros campos de misión puede llegar a ser bastante abrumador.
Puede que tu campo de misión no sea tan exigente y, aun así, me pregunto, ¿qué puntuación te darías a ti mismo al final de un día normal en la lista del amor, la alegría, la paz, la paciencia, la amabilidad, la bondad, la fidelidad, la humildad y el dominio propio?
Lo cierto es que el Señor no solo nos da nuevas habilidades, sino que también nos da nuevo combustible: su Espíritu Santo, lleno de gracia, trabajando en nosotros. Su Espíritu, lleno de gracia, queriendo trabajar en nosotros más y más, queriendo no solo señalarnos a Jesús, sino hacernos más como Jesús. Sí, eres quién eres, pero te estás transformando en alguien diferente, alguien más parecido a Jesús. Es en eso en lo que nos regocijamos. Así pues, mientras buscamos modelar un carácter santo, no lo hacemos en nuestras propias fuerzas.
Aun así, aunque no podamos moldear un carácter santo utilizando nuestras propias fuerzas, sí que hay algo que tenemos que hacer: dos cosas. Vivir en el Espíritu y crucificar la naturaleza pecaminosa con sus pasiones y deseos (Gálatas 5:24). Nos abrimos para responder a las indicaciones del Espíritu en obediencia…Y buscamos ser conscientes de cómo continúa expresándose nuestra naturaleza pecaminosa, y a buscar la ayuda de Dios para transformar esos comportamientos de manera activa.
Lo cierto es que el Señor no solo nos da nuevas habilidades, sino que también nos da nuevo combustible: su Espíritu Santo, lleno de gracia, trabajando en nosotros.
El campo de misión no es solo uno de los contextos principales para la misión; es uno de los contextos principales (aunque no el único) en el que Jesús nos enseña a ser más como él. Y si, en el pasado, ha estado tan resuelto a hacer llegar su mensaje que hasta ha sido capaz de actuar a través de una burra (Números 22), mucho debería de sorprendernos si no eligiera actuar a través de los humanos con los que entramos en contacto en las situaciones que enfrentamos día tras día.
Me pregunto si puedes ver las diversas maneras en las que ya has podido dar fruto en tu campo de misión por medio de tu carácter. Me pregunto si podrías señalar a alguien a quien conoces y cuyo carácter admiras, a quien elogiarías, alguien que no se da cuenta de que es un delfín. Y a quien le animaría mucho saberlo.
Y me pregunto cuáles son tus puntos de presión en tu campo de misión.
¿Quiénes son las personas, cuáles son las situaciones en las que sabes que has necesitado la ayuda del Espíritu de Dios?
¿Cuáles son las situaciones en la que habrías deseado pedirle ayuda a Dios? ¿Dónde habrías querido ser un pelín diferente? ¿Dónde esperas ser un poco diferente la próxima vez?
La lista de Pablo del fruto del Espíritu en Gálatas no es para nada exhaustiva. Hay otras listas: el sermón del Monte, para empezar, y las listas de Romanos 5:3-5; 1 Corintios 13:4-7; Filipenses 4:8; Colosenses 3:12-17; Santiago 3:17; 1 Pedro 3:8-9; 2 Pedro 1:5-7. Toda la Biblia hace un énfasis tremendo en la humildad como opuesta al orgullo, o el altruismo como opuesto al egoísmo. Queda claro que el carácter importa, que Dios nos está transformando en personas con un tipo particular de cualidades.
El saber que somos depositarios de una imagen siempre en expansión de quién es Dios y de lo que ha hecho por nosotros, el saber y reconocer más profundamente cuán espléndida es su misericordia, qué paciente es con nosotros, comienza a expresarse tanto en nuestras actitudes como en nuestras acciones. La una da forma a la otra. Las actitudes correctas conducen a comportamientos santos, y los comportamientos correctos pueden también comenzar a dar forma a nuestras actitudes: hacer lo correcto, aunque sea apretando los dientes, incluso aunque no queramos, puede ayudarnos a hacer lo correcto la próxima vez con una sonrisa un poco más amplia.
Que el Señor brille a través de ti hoy mismo.