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En el tiempo de Jesús, había muchas personas entusiasmadas sobre la idea de seguirlo sin pensar en todo lo que les costaría. Así que Jesús enseñó a Su audiencia sobre el costo de ser un discípulo, comparándolo con un constructor que evalúa si podrá terminar su proyecto (Lc 14:25-33). Además, Jesús orientó las expectativas de las personas que lo seguían, dejando en claro que Él no estaba formando un club social sino un reino divino, definido por el amor sacrificial.

Jesús no estaba buscando seguidores comprados ni fans entusiasmados. Cuando se trata de entrar en un pacto, Jesús enseña que es necesario considerar sus implicaciones y hacer una auditoría interna para confirmar que la decisión que se tomará conlleva un compromiso a largo plazo. Aunque Jesús invitó a Sus discípulos a reflexionar sobre el costo de seguirlo, creo que podemos aplicar el mismo principio a la decisión de adoptar.

Tus motivaciones importan

Si estás pensado en adoptar a un niño, es crucial que consideres lo que te motiva a hacerlo. ¿Por qué tomarías a alguién que no comparte tu sangre para que sea parte de tu familia? ¿Por qué te arriesgarías a traer a un desconocido a tu hogar si no sabes de dónde viene o cómo es?

Cuando se trata de la adopción hay demasiado valor en juego. Las motivaciones incorrectas se convierten en pecados que dejan víctimas

Al mismo tiempo, es vital reconocer que evaluar nuestras motivaciones no es una tarea que podamos hacer solos, porque el mismo corazón engañoso que buscamos escudriñar puede convencernos de que no hay nada de qué preocuparse. Si no tomas la tarea de rodearte de personas sabias y conocedoras de tus debilidades, estarás confiando un proceso muy importante a tu propio criterio falible (cp. Pr 3:7).

Cuando se trata de la adopción hay demasiado valor en juego. Tarde o temprano, las motivaciones incorrectas se convierten en pecados que dejan víctimas a su alrededor. Un niño sufrirá por tus planes frustrados y tus deseos no suplidos. Esto no es algo que Dios se tome a la ligera. Él ama a los huérfanos (Dt 10:18) más que tú y también conoce tu corazón mejor de lo que llegarás a conocerlo.

Motivaciones incorrectas

No existen recetas psicológicas que puedan garantizar una adopción exitosa, pero generalmente la forma en que defines el éxito tiene mucho que ver con la razón por la cual estás considerando adoptar.

Para comenzar a analizar tus motivaciones, empieza desde tu definición de éxito: ¿Cómo sería la historia ideal si tú la escribieras? ¿Cuál sería el final feliz para ti? Puedes ver la debilidad de tus motivaciones al analizar la vanidad de tu definición de éxito.

  • Si tu definición de éxito en la adopción es la de tener una familia linda y completa con hijos que te adoran, no tienes lo que se requiere para emprender este proyecto de construcción.
  • Si el éxito para ti sería convertir un huérfano en alguien que te sonría todas las mañanas y te agradece por todo, estás planeando un fracaso.
  • Si quieres adoptar porque quieres atención o aprobación de parte de Dios, tus pastores o alguién más —lejos de ser un acto de amor—, la adopción será un asalto brutal de manipulación e idolatría que te cobrará mucho más caro de lo que puedes pagar.
  • Si quieres adoptar para llenar un vacío en tu familia y corazón, te enfrentarás con la realidad de que ningún ser humano ni acto piadoso puede suplir tu necesidad intrínseca de Dios. Un hijo, ya sea biológico o adoptado, no puede llenar el vacío en tu corazón que solo Dios puede ocupar.

Es la gracia de Dios la que nos permite llegar a identificar las motivaciones incorrectas antes de involucrar a un ser humano vulnerable y necesitado.

La motivación correcta

La motivación principal de tu corazón al adoptar debe ser la de adorar a Dios por medio de amar a tu prójimo (un hijo), entendiendo la complejidad y la naturaleza turbulenta de amar sin condiciones a alguien que ha sufrido trauma.

Tu motivación al adoptar debe ser adorar a Dios por medio de amar a tu prójimo, entendiendo la complejidad de amar a quien ha sufrido trauma

Quisiera poder decirte que tengo esa pureza de corazón. Pero, lamentablemente, nunca llegaremos a la mesa de la adopción con motivaciones 100 % puras, porque nuestro corazón pecaminoso no logra producir lo que es puro. Siempre habrá razones ocultas y capas de deseos escondidos en la tierra compleja de nuestro corazón. Sin embargo, esa tierra se puede trabajar, pues el Espíritu Santo es experto en este proceso.

Si llegas delante de Dios con quebranto y humildad, Él trabajará la tierra de tu corazón para exponer esas rocas de egoísmo y piedras de orgullo que viven debajo de la superficie. Así que, antes de emprender cualquier acto de amor, por más pequeño que sea, pídele a Dios que examine tu corazón y que haga rectos todos tus caminos (Sal 86:11).

Dios es nuestro referente

Si bien es cierto que ningún ser humano ha adoptado con motivaciones totalmente puras, los creyentes compartimos un Padre celestial que sí nos adoptó con ellas.

Dios es tu referente. Él es tu norte. Viéndolo a Él como ejemplo a seguir, rodeado de hermanos que te aman y con una disposición a trabajar la tierra de tu corazón, podrás comenzar a construir el bello pacto de la adopción; un proceso compuesto por obreros bajo construcción. De esta forma, tus motivaciones nunca se podrán quedar iguales.

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