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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de Iglesia centrada: Cómo ejercer un ministro equilibrado y centrado en el evangelio en la ciudad (Vida, 2013), por Timothy Keller.

Es muy probable que 1 Corintios 9 sea el primer pasaje en el que muchas personas piensan cuando se trata el asunto de la contextualización en la predicación del evangelio, y es uno importante para considerar:

“Aunque soy libre respecto a todos, de todos me he hecho esclavo para ganar a tantos como sea posible. Entre los judíos me volví judío, a fin de ganarlos a ellos. Entre los que viven bajo la ley me volví como los que están sometidos a ella (aunque yo mismo no vivo bajo la ley), a fin de ganar a estos. Entre los que no tienen la ley me volví como los que están sin ley (aunque no estoy libre de la ley de Dios sino comprometido con la ley de Cristo), a fin de ganar a los que están sin ley. Entre los débiles me hice débil, a fin de ganar a los débiles. Me hice todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles. Todo esto lo hago por causa del evangelio, para participar de sus frutos”, 1 Corintios 9: 19-23 (NVI).

Antes de esta parte de su carta, Pablo habla sobre el skandalon –la piedra de tropiezo– y ofrece como caso de estudio un conflicto que se había presentado en la iglesia de Corinto. Los judíos cristianos ocasionalmente compraban carne después de que hubiese sido ofrecida en ceremonias a los ídolos. Los judíos sabían que los ídolos eran nimiedades y por tanto creían que no tenía nada de malo comer esa carne. Los cristianos gentiles, sin embargo, “tropezaban” con esto. Como antiguos paganos que eran, no podían comer esa carne sin sentirse espiritualmente contaminados (1 Co. 8: 7), y al ver que hermanos judíos lo hacían se consternaban, y algunos se sentían tentados a hacer lo que no podían hacer con una conciencia limpia.

Donde no hay nada expresamente indicado en la Biblia, no debemos elevar normas culturales humanas relativas para convertirlas en absolutas.

Pablo responde diciendo que los judíos tenían razón teológicamente hablando; en realidad la carne era inofensiva, y así los creyentes gentiles de conciencia “débil” estaban siendo controlados por un tabú estrictamente cultural (1 Co. 8: 4-5). Sin embargo, Pablo dice que los creyentes judíos (a quienes llama los “fuertes”) no debían ejercer su libertad cultural en esta situación, sino más bien debían abstenerse de comer la carne con el solo propósito de eliminar la ofensa cultural, la piedra de tropiezo (1 Co. 8: 9-12), para los hermanos y hermanas gentiles.

La adaptación cultural aquí se considera una expresión de amor. Más tarde, en 1 Corintios 10: 32 – 11:1, Pablo lo expone a modo de principio: “No hagan tropezar a nadie, ni a judíos, ni a gentiles ni a la iglesia de Dios. Hagan como yo, que procuro agradar a todos en todo. No busco mis propios intereses sino los de los demás, para que sean salvos. Imítenme a mí, como yo imito a Cristo” (NVI).

En aspectos donde la Biblia nos deja en libertad, cuando realizamos el ministerio cristiano debemos estar constantemente comprometidos con la adaptación cultural, absteniéndonos de ciertas actitudes o comportamientos para eliminar piedras de tropiezo innecesarias en las sendas de personas con percepciones enmarcadas culturalmente.

Por ejemplo, es posible que necesitemos abstenernos de cierto tipo de música, vestimenta, alimentos, y de otras prácticas y conceptos innecesarios que pudieran distraer a la gente de percibir el mensaje del evangelio con claridad o la llevan a rechazarlo. Asimismo, donde no hay nada expresamente indicado en la Biblia, no debemos elevar normas culturales humanas relativas para convertirlas en absolutas. Por ejemplo, no debemos dar por absolutos ciertos estilos de vestimenta, ni insistir en que la música rítmica es menos agradable a Dios que la música melódica y por lo tanto debe excluirse del culto.

Lo que la Biblia ha enseñado clara y definitivamente no podemos suavizarlo ni descartarlo.

D. A. Carson observa lo siguiente acerca de 1 Corintios:

“Cuando en el siglo pasado Hudson Taylor, fundador de China Inland Mission [Misión Nacional de China] (ahora Overseas Missionary Fellowship [Fraternidad Misionera de Ultramar]) comenzó a usar el pelo largo con trenzas como los chinos de aquel tiempo, a usar sus vestimentas y a comer la comida del lugar, muchos de sus compañeros misioneros lo ridiculizaron. Pero Hudson Taylor había pensado bien lo que era esencial para el evangelio (y por tanto no era negociable) y lo que era una forma cultural que no era ni de aquí ni de allá y sí podía constituirse en una barrera innecesaria para la proclamación eficaz del evangelio […]

Esto no quiere decir que todos los elementos culturales son neutrales. Por el contrario, cada cultura tiene elementos buenos y malos […] Pero en cada cultura es importante que el evangelista, el establecedor de iglesias y el cristiano que testifica sean todo lo flexibles posible, para que no hagan parecer el evangelio innecesariamente extraño en un ámbito meramente cultural”.

“Cada cultura tiene buenos y malos elementos”, escribe Carson. Si algún aspecto de una nueva cultura no compromete el evangelio en sí y lo hace a usted más accesible a otros, no hay ninguna razón para no adaptarse a ese elemento por cortesía y amor, aunque no sea de su preferencia. De otro modo, el evangelio podría, por causa suya, parecer “innecesariamente extraño”. Debemos evitar desanimar a los oyentes porque nosotros y no el evangelio somos culturalmente ofensivos. Visto así, la contextualización total es una expresión de altruismo. Es decidirse por amor a no aceptar el privilegio ni ejercer su plena libertad como cristiano para que las personas puedan oír y seguir el llamado de Cristo.

Por otra parte, nuestro mensaje y enseñanza no deben eliminar la ofensa, el skandalon, de la cruz (1 Co. 1: 23). Lo que la Biblia ha enseñado clara y definitivamente no podemos suavizarlo ni descartarlo. Si lo hacemos, no nos hemos adaptado a la cultura, simplemente hemos capitulado ante ella. Si nunca le hablamos a nuestra relativamente adinerada congregación sobre la justicia social, una implicación del evangelio en Santiago 1-2, eliminamos un skandalon bíblico.

La contextualización adecuada significa causar el escándalo correcto –el que el evangelio les presenta a todos los pecadores– y remover todos los innecesarios. Este es el motivo de la contextualización.


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Imagen: Lightstock.
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