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La música es un regalo de Dios, un regalo de su gracia común. Esto significa que tanto los creyentes como los no creyentes podemos disfrutar de este obsequio divino (Mt. 5:45). Dios creó los sonidos, la percepción del tiempo y el silencio; Él dio al ser humano el don del habla, que dio lugar al lenguaje, la escritura y, por supuesto, las canciones. 

La música, considerada una de las bellas artes, es una herramienta útil para la enseñanza. Por ejemplo, en las escuelas se utilizan canciones para enseñar el abecedario o vocabulario en el aprendizaje del idioma. La música también es útil para la enseñanza espiritual. En el período de la Reforma se volvió accesible no solo la lectura de Biblia, sino también los cantos, traduciéndolos del latín al idioma natal del pueblo. En 1524, Martín Lutero y Johann Walter publicaron el primer himnario protestante, que tenía como fin reforzar verdades bíblicas alentando a los creyentes a cantar en la iglesia local.

Una batalla por los corazones

Estamos en medio de una fuerte lucha cultural, una vorágine en contra de la cosmovisión cristiana, sus valores y todo lo que representa. La música ha sido un instrumento de degradación moral en esta batalla. Hemos sido testigos de cómo la música se ha utilizado para incitar el odio, el resentimiento, la inmoralidad sexual y mucho más. Pero el problema no es la música en sí, sino las intenciones del corazón del ser humano.

En mi primera clase de filosofía en la universidad, el profesor preguntó: «¿Un cuchillo es bueno o malo?». Rápidamente surgieron diferentes opiniones y tras un tiempo de conversación, el profesor señaló: «¿Ya se dieron cuenta de que la pregunta está mal planteada? Atribuí cualidades morales a un objeto, pero la pregunta correcta sería si un cuchillo es útil o no… si cumple la función para la cual fue diseñado».

Entonces la pregunta es: ¿Estamos usando de manera apropiada las herramientas que Dios nos ha dado? A través de la historia, el ser humano ha utilizado los regalos que Dios le ha provisto de maneras correctas e incorrectas; de maneras que dan gloria al Señor y maneras que blasfeman su nombre; de maneras que dan honor al Creador y maneras en donde se coloca al hombre como la medida de las cosas. La música no es la excepción.

La «música cristiana» no existe

La música en sí misma no es «cristiana» o «mundana». Es simplemente música, un conjunto de notas y silencios estructurados. No existe un «do mayor cristiano» y un «do mayor no cristiano», sino únicamente un acorde compuesto de tres notas que da como resultado un do mayor.

A lo que debemos prestar atención es al propósito de las palabras de una canción (una composición musical con letra para la voz humana). Entonces sería más preciso hablar de «canciones cristianas» que de música cristiana. Aún así, en lugar de dividir las canciones en «cristianas» y «no cristianas», considero más apropiado clasificar la música en las siguientes categorías:

1) Música que exalta a Dios o cubre aspectos de la vida cristiana.

Estas son canciones que de manera directa exaltan a Dios y sus atributos, abordando temas doctrinales como la Trinidad, la salvación, la obra del Espíritu, etc. No todas las canciones que son afines a la cosmovisión cristiana serán adecuadas para una reunión dominical, pero sí pueden ser propicias para un devocional personal, escuchar en el auto o en el trabajo, o simplemente reproducirlas como música ambiental.

2) Música que es contraria a la cosmovisión cristiana.

Estas canciones denigran, blasfeman, maldicen, incitan al libertinaje y a los vicios. Proveen una idea romántica del engaño, la infidelidad y la conducta sexual impropia. También podrían ser canciones que son promovidas como «cristianas» pero van en contra de la enseñanza de la Palabra de Dios. Un creyente no debe exponerse a este tipo de letras. 

Pablo exhorta a la iglesia a vivir conforme a la nueva vida provista por Cristo, diciéndoles (Ef 4):

  • no anden […] en la vanidad de su mente (v. 17).
  • [los excluidos de la vida de Dios] tienen entenebrecido su entendimiento (v.18).
  • ustedes no han aprendido a Cristo de esta manera (v. 20).
  • desp[ójense] del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos (v.22).
  • no salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala (v. 29).

3) Música que no es contraria a la cosmovisión cristiana.

Esta es una categoría amplia, ya que incluye todas las canciones que no son contrarias a la cosmovisión cristiana, pero tampoco exaltan a Dios ni cubren elementos de la vida cristiana. Abarca la música clásica e instrumental, canciones dedicadas al amor, la amistad o la naturaleza, cantos de cuna o canciones infantiles, himnos nacionales, canciones folklóricas, los cancioneros que usan las porras de los equipos deportivos, introducciones o cierres de series o programas de televisión, entre otros. 

¿Cómo saber si la música es un problema en mi vida?

El hecho de que te guste mucho la música no necesariamente significa que es un ídolo que te controla y que debes alejarte por completo de ella. No todo lo que trae gusto a la vida es necesariamente pecaminoso. Puedes disfrutar de tu trabajo, la compañía de tus familiares y amigos, de tu postre favorito, de una bebida o ducha caliente, de un programa deportivo, de nadar o leer un libro, por mencionar algunos ejemplos… ¡todo para la gloria de Dios! Lo que puede volver pecaminosas estas prácticas es que dependas de ellas, que sean la fuente de tu paz, tranquilidad, gozo o identidad. 

Las personas podemos volver pecaminosa cualquier cosa buena creada por Dios. Estos son algunos ejemplos aplicados a la música:

  • Escuchar música a alto volumen llegando a incomodar al prójimo.
  • No prestar suficiente atención a la letra, dejándose llevar solo por el ritmo.
  • Querer imponer las preferencias musicales sin respetar las de otros.
  • Sustituir la lectura de la Biblia por escuchar canciones cristianas. 

Deléitate en el don de la música

Martín Lutero escribió:

«Realmente desearía que todos los cristianos amaran y honraran el don maravilloso de la música, que es un tesoro de gran nobleza y valor, dado por Dios a la humanidad. Las riquezas de la música son tan valiosas e impresionantes que me faltan palabras cada vez que intento hablar de ellas o describirlas. En realidad, después de la Palabra de Dios, el arte noble de la música es el tesoro más preciado en este mundo, reina sobre el intelecto, la mente, el corazón y el espíritu».[1]

Podemos disfrutar las cosas placenteras que Dios creó, conforme a su diseño. Esto generará un asombro de la inmensa bondad y creatividad del Señor al ponerlas a nuestra disposición.

La música es un vehículo para transmitir mensajes y emociones. Hay una gran riqueza que podemos descubrir y disfrutar en la música… ¡Dios ha hecho todo bueno!


[1] Lutero ayer y hoy, pp. 175-176 

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