No hay un caos como el caos del domingo por la mañana. ¿Dónde están tus zapatos? ¿Alguien llamó a su puerta? ¿Desayunaron? ¡Esos pantalones son demasiado pequeños! ¿Alguien ha visto las llaves del auto?
Si la alarma falla, lo hará el domingo por la mañana. Si el calentador de agua va a dejar de funcionar, si va a nevar inesperadamente durante la noche, si nos vamos a quedar sin leche, ocurrirá un domingo por la mañana. Al menos eso parece.
Ni qué decir del estado de nuestros corazones. Hace tiempo que pienso que el salmista cuando iba de camino al templo pensaba en sus hijos: «Yo amo la paz, pero cuando hablo, ellos están por la guerra» (Sal 120:7).
Muchos domingos, nuestra familia se ha subido a la camioneta minutos tarde, pero incluso antes de haber comenzado a prepararnos. A simple vista, todo el mundo está presente y la mayoría de nuestros zapatos están en los pies correctos. Estamos listos para la iglesia. Pero no nos sentimos preparados.
¿Listo para la iglesia?
Estoy segura de que muchos de los 151 hombres que se reunieron en Inglaterra en el siglo XVII para redactar los Estándares de Westminster también sabían lo difícil que era llevar a sus hijos a la iglesia. ¿Alguien ya ha ordeñado la vaca? ¿Han encendido el fuego? ¡Esos pantalones son demasiado pequeños!
Así como preparamos nuestros cuerpos, también debemos preparar nuestros corazones
Incluso aquellos teólogos y sus hijos probablemente se presentaban a la iglesia a veces despeinados y el corazón desenfocado. Afortunadamente, como escribieron, la predicación está pensada para los pecadores: «sacándolos de sí mismos y conduciéndolos a Cristo» (Catecismo Mayor, 155). El domingo por la mañana, el Señor recibe a los débiles y da gracia a los no preparados.
Pero esas personas también sabían que el simple hecho de que todos estuvieran vestidos y listos no significaba que hubieran logrado prepararse para la iglesia. Escribieron que de los que escuchan la predicación «se requiere que la atiendan con diligencia, preparación, y oración» (Catecismo Mayor, 160). Así como preparamos nuestros cuerpos, también debemos preparar nuestros corazones.
Aunque solo tengas unos minutos en la mesa del desayuno o en el auto, considera estas maneras de enfocar tu corazón y el de tus hijos en la adoración. Si lo haces, puede que salgan con los calcetines sin combinar, pero estarán listos para la iglesia.
5 minutos: Orar
En los cinco minutos que tardas en comerte un plato de cereal o en conducir hasta la iglesia, pueden orar juntos. Pídele al Señor que perdone tus pecados, que te recuerde su gracia, que te anime a alabarle y que te permita adorar con todo tu corazón. Pídele que ayude a tus hijos a escuchar bien y a cantar de corazón. Pídele que trabaje en los corazones de todos los miembros de la congregación, salvando a los que puedan estar alejados de Cristo.
Cuando oramos con nuestros hijos antes de ir a la iglesia, les recordamos dos cosas: Primero, que dependemos del Espíritu para todo, incluso para poder adorar. En segundo lugar, todos dependemos del Espíritu, incluso los adultos. La oración es un gran instrumento nivelador y orar con nuestros hijos los domingos por la mañana afirma que los padres necesitamos la misma ayuda que ellos para adorar a Dios.
10-15 minutos: Orar y cantar
Si tienes un poco más de tiempo, puedes añadir canciones a tu mañana de domingo. Deja que los niños pequeños sugieran un himno favorito y cántenlo juntos mientras se abrochan los abrigos y salen por la puerta. Puede que el coro familiar sea más ruido alegre que música entonada, pero estimulará sus cuerdas vocales y conmoverá sus corazones.
Todos los coros dedican tiempo antes de una presentación a calentar, familiarizarse con la música y preparar sus voces. En nuestras familias, un himno o dos entonados de camino a la iglesia son un juego de escalas para nuestras almas, asegurándonos de que incluso los miembros más pequeños están preparados para ocupar su lugar en el coro de la congregación.
Al invitar a nuestros hijos a alabar, les animamos a preparar sus corazones para encontrarse con Jesús
20-30 minutos: Orar, cantar y leer
Con solo unos minutos más, también pueden leer las Escrituras juntos. Puedes hacerlo el sábado por la noche. Averigua qué texto de las Escrituras tiene previsto leer y predicar tu pastor a la mañana siguiente (suele estar en la página web de la iglesia o en el boletín informativo por correo electrónico), y lean juntos el pasaje en familia. Si tienen tiempo, discútanlo. Define las palabras difíciles para los niños pequeños y haz que todos sepan qué esperar cuando empiece el sermón.
A los niños pequeños les encanta reconocer que el texto que se lee desde el púlpito es el mismo que su familia leyó la noche anterior. Cuando oigan las frases que les son familiares en la iglesia, estarán listos para escuchar.
No es de extrañar que el maligno esté muy ocupado los domingos por la mañana, sembrando frustración y confusión incluso antes de que entremos en la iglesia. Los lazos perdidos y las respuestas malhumoradas son el trabajo semanal del diablo. Pero al invitar a nuestros hijos a alabar, les animamos a preparar sus corazones para encontrarse con Jesús. Sus sonoros hosannas, ordenados por Dios mismo, «hacen cesar al enemigo y al vengativo» (Sal 8:2; cp. Mt 21:15-16). Cuando los niños se preparan para ir a la iglesia, Satanás cierra la boca y Cristo es exaltado.