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En los primeros años de mi caminar con Cristo, pensaba que la consejería era una medida extrema para casos de extremo daño o necesidad. Si pedías consejo al pastor, era porque ya de plano estabas muy mal y desesperado. Aún hoy, sé que es el formato en que muchos entienden la consejería y, por ejemplo, hay pastores amados y usados por Dios que cuando alguien viene a pedirles consejo o ayuda, los refieren a sermones pasados que dieron. La instrucción básicamente es: escucha el mensaje y haz lo que ahí Dios te dice; déjame orar por ti. Ahí termina la “consulta”, como si fuera un paciente al cual se le receta algo para quitar el dolor.

Por otro lado, y me incluyo en todos estos escenarios, se acostumbraba que si alguien venía con broncas, el pastor le asignaba la persona a su asistente, o, al escuchar la situación, se le preguntaba a la persona si había leído su Biblia, y si respondía que no, pues se le mandaba a que tuviera su devocional y que orara. Siempre se asumía que lo iba a hacer. Que si la persona escucha la prédica desde el púlpito y lee su Biblia en privado, se resolverían los problemas.

Pero yo veo en los Evangelios un Jesús que ciertamente predicaba a multitudes, pero también trataba con individuos y ministraba personalmente, haciendo preguntas para llegar al corazón de la situación, y obrar para salvación o edificación. Aún con los discípulos había una interacción y tiempo para instruirles y estar con ellos, en que ellos aparte de la multitud podían preguntar y aprender (Mr. 10:10).

Es por eso que entiendo que la consejería bíblica es vital para toda iglesia y todo pastor. Aquí, en 4 elementos, la razón por la que la iglesia debe considerar la consejería bíblica.

1. Una definición bíblica de “aconsejar”

La palabra “aconsejar” puede causar cierta distracción. Durante los últimos cien años, esta palabra se ha asociado con terapia secular y con expertos altamente entrenados y hábiles, con prominentes grados académicos. Ellos se rigen por el gobierno o agencias nacionales que aseguran “las mejores prácticas” para las sesiones de ayuda. Pero el concepto de “consejo” no nació por ellos.

Isaías 9:6 nos habla de que uno de los atributos de nuestro Dios es “Consejero”. Básicamente, desde Génesis 3 vemos a Dios en una interacción con Adán en la que Dios hace preguntas específicas para tratar con el corazón y la situación.

Por otro lado, “consejo” o “aconsejar” es un concepto que se encuentra regularmente en la Biblia. Si vemos el Salmo 1:1-2 , se habla y usa la palabra “consejo”, y se da a entender como consejo, propósito o determinación. El hombre hace y busca dar un sentido o propósito. Necesitamos y ofrecemos consejo. Si este es un aspecto de haber sido creado a la imagen de Dios, significa que para Dios el “consejo” juega un rol importante del día a día del ser humano. En el Salmo 1, esta distinción se presenta muy claramente. Con frecuencia recibimos consejo bueno o malo. Bajo la lupa de este Salmo, es imperativo que la iglesia se ocupe en el área de la “consejería”, no solo desde el púlpito, sino debajo del púlpito, para poder ministrar en base y desde todo el consejo de Dios (Hch. 20:27), que según Cristo, apunta siempre hacia Él y Su evangelio.

2. Todos somos consejeros. La pregunta es: ¿qué clase de consejero eres?

La realidad es que todos somos consejeros, empezando por nosotros para nosotros mismos. Los medios de comunicación están repletos de consejos, adoctrinando a una generación que ha crecido en un entorno en que al escuchar a alguien hablar de su problema, la otra parte de la conversación acostumbra decir: “Bueno, no soy un experto del tema, pero esto es lo que pienso…”.

El enfatizar el concepto de consejería bíblica advierte a las personas sobre el riesgo de considerar consejo que no sea el de Dios, y estira a las personas con un llamado a servir, y ministrar a prepararse en el conocimiento de la Palabra para ser fieles consejeros, usando la Palabra de Dios ( 2 Tim. 2:16), primero en nuestra vida y luego en la exposición de la misma aterrizada a la necesidad del corazón de la persona.

3. Comunicamos a Dios, cumpliendo nuestra encomienda.

Como cristianos, tenemos una misión (Jn 17:18). Jesús vino en una valiente misión de misericordia a rescatarnos de nosotros mismos y restaurar todas las cosas. Lo hizo como el Hijo de Dios encarnado. Se hizo semejante a nosotros (Heb. 2:17), pero limpio de pecado.

Cuando una iglesia se compromete con aconsejar personas, muestran que están dispuestos a acercarse a las trincheras de la vida diaria y amarles con la compasión con la que el Hijo Encarnado lo hizo. Muestran que el predicar la Palabra, tan importante como suena, es solo el principio del ministerio, no el principio y el fin. Si el ministerio de la Palabra no se conecta con los pecados y sufrimientos de las personas de una forma profunda y significativa, no es suficiente, y sería incapaz de reflejar al Dios de la Escritura. Una iglesia debería considerar la consejería bíblica si quiere demostrar la compasión del Padre, Hijo y Espíritu.

En un entorno donde abundan mensajes de superación y humanismo, la iglesia debe hablar y mostrar el poder del evangelio para atacar temas del día a día de las personas, ya que sabemos que el tema central no son las circunstancias, sino el corazón (Mt. 12:35).

4. Es un recurso útil para evangelismo y desarrollo de líderes.

En nuestra iglesia llevamos aproximadamente 3 años intencionalmente dirigiendo el concepto de consejería bíblica no solo para edificación y un formato de discipulado personal, sino también como un recurso evangelístico.

Es sorprendente que gente que no acepta una invitación a la iglesia, al llegar a un punto crítico de su vida, aceptan invitaciones a una consejería gratuita en la iglesia. La consejería bíblica es una puerta más para que las personas puedan entrar y conocer a Cristo y Su evangelio.

La consejería bíblica también es uno de los formatos más eficaces y amorosos que he encontrado para formar líderes, pues estás caminando junto con ellos en sus luchas, crecimiento y proceso de santificación.

Predicación ¡y consejería! de la Palabra

Así que no está peleada la consejería bíblica con la suficiencia de la Palabra en la predicación. Al contrario, todo buen y fiel consejero bíblico debe saber y habitar en la Palabra para poder ministrar para gloria de Dios a las personas. Pero lo que hará la diferencia entre un buen pastor y un buen predicador será el genuino deseo de amar, discipular y entrenar personas para aconsejar bíblicamente, siendo transformados por el evangelio para vivir vidas que otros puedan ver y dar gloria a nuestro Dios (Mt. 5:16).

Bien lo dijo Martin Lloyd-Jones: “Pasé la mitad de mi vida diciendo a los cristianos que estudiaran doctrina, y la otra mitad diciéndoles que doctrina no es suficiente”.

Es por ello que la consejería bíblica más allá de una herramienta, se ha vuelto para mí una combinación de doctrina con amor aplicada a la vida. No es una nueva tendencia, no es una moda, es sencillamente ponerle nombre a lo que de por sí Dios es: Consejero. Poder estimular a las personas a que crezcan en Él, “estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia…” (1 Pd. 3:15b).

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