Quizá uno de los descubrimientos más obvios de mi vida es que la mayoría del pensamiento que hago es pasivo, no activo. Cuando leo mi Biblia todos los días, a menudo comparo activamente algunas creencias específicas contra la luz de la Palabra de Dios para ver si creo algo incorrectamente. Simultáneamente, a través del simple acto de leer bien, cientos de otras verdades se van acomodando en mi mente, incluso si no estoy luchando con ninguna de ellas en ese momento.
El aprendizaje activo, o el pensamiento activo, no es el tipo de pensamiento que la mayoría de nosotros hacemos la mayoría de nuestro tiempo cada día. Y sin embargo, todos estamos pensando en algo todo el día todos los días. Pensar es algo que hacemos cuando estamos conscientes. Es algo que hacemos incluso cuando estamos de vegetales frente a YouTube o Netflix.
Gresham Machen dice: “Cuando cualquier dato nuevo entra en la mente humana, debe proceder a sentirse como en casa; debe proceder a presentarse a los habitantes anteriores de la casa. Ese proceso de introducción de nuevos datos se llama pensamiento. Y, contrariamente a lo que parece suponerse en general, el hombre cristiano no puede evitar pensar”.
Ya sea que estemos reflexionando sobre un hecho en un momento dado o no, siempre estamos pensando, y ese pensamiento nos forma de manera profunda.
¿Qué tutores has contratado?
A medida que nos desplazamos casualmente por las redes sociales, o miramos las comedias clásicas de culto, o nos picamos con el último drama británico, o entramos en trance con una cobertura de noticias 24/7, hemos contratado tutores para que nos instruyan.
Estos tutores presentan continuamente hechos y conocimientos de diversas disciplinas (sociología, política, teología, ciencia…). Mientras escuchamos, le damos la bienvenida en nuestras mentes a cualquier enseñanza que tienen que darnos. Y, a menudo, cuando miramos televisión o escuchamos podcasts, nuestra guardia mental está baja, por lo que la “enseñanza” puede tener un punto de apoyo más fuerte y más sutil.
Estos tutores tampoco enseñan gratis. Cobran factura, ya sea directamente a través de la suscripción de paga a su servicio, o indirectamente a través de la información que obtienen sobre ti. Así como los estudiantes universitarios pagan la matrícula para sentarse en un salón de clases y aprender de maestros y profesores, también pagamos matrícula cada vez que ingresamos a una sala de cine o pagamos por televisión por cable o programación bajo demanda. La única diferencia es que en lugar de llamar “educación” a los espectáculos, se les llama “entretenimiento”. Al pensar en los espectáculos como entretenimiento en lugar de educación, asumimos que estamos entrando en un espacio libre de pensamiento, un espacio donde podemos suspender la realidad a favor del disfrute.
Pero tal como dice Machen, cada vez que nuevos datos ingresan a nuestra mente, estamos involucrados en un tipo de pensamiento, lo queramos o no. Ver programas es una de las formas de pensamiento más pasivas, lo que la convierte en una de las más poderosas. Debido a que no estamos comprometidos con el pensamiento activo, permitimos que cualquier cantidad de pensamientos moralmente sospechosos ingresen a nuestra mente sin obstáculos. Estos pensamientos se sienten cómodos de inmediato en su nuevo hogar: comienzan a instalarse y a colgar cortinas.
Decir que este es un movimiento astuto de nuestro adversario es un eufemismo. Bajo la apariencia de entretenimiento, los pensamientos malvados a menudo se mueven en nuestras mentes y se atrincheran sin oposición.
El rol vital del pensamiento pasivo
Cuando la mayoría de nosotros pensamos en crecer en santidad, especialmente con respecto a nuestra mente o nuestros pensamientos, probablemente pensamos en una batalla activa como la que describe Pablo: “destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo” (2 Co. 10:5). Tomar cada pensamiento cautivo a Cristo es la forma de librar la guerra en la mente. Aislamos e identificamos activamente nuestros pensamientos para poder tomarlos como rehenes. Mantenemos nuestros pensamientos cautivos a la Palabra de Dios. ¿Estamos de acuerdo con lo que Dios dice, o estamos discutiendo con Él? ¿Amamos lo que ama? ¿Odiamos lo que odia?
Cuando nos encontremos fuera de sintonía con la Palabra de Dios, que comience la matanza. Destruye ese argumento; hazle guerra a esa opinión; toma cautivo ese pensamiento. Esta es una táctica de batalla esencial que todo cristiano debe aprender, pero no es la única táctica de batalla.
Cada vez que leemos bien la Biblia, sucede mucho más de lo que percibimos en el momento.
Cada vez que leemos bien la Biblia, sucede mucho más de lo que percibimos en el momento, al igual que cuando vemos nuestros programas favoritos. Los pensamientos de Dios están entrando en la mente humana, más de lo que podemos darnos cuenta, y mucho menos aislados, y se sienten como en casa y se presentan delante de las ideas que encuentran. Si bien podemos enfocarnos en un verso o dos mientras leemos un capítulo, estamos parados bajo una cascada de enseñanza y absorbemos mucho más de lo que nos damos cuenta.
Donde la justicia se siente como en casa
Queremos que nuestras mentes sean un lugar hospitalario donde more la justicia. ¿Cómo lo hacemos? Lo hacemos de la misma manera que la industria del entretenimiento inmoral trata de educar y aclimatar nuestras mentes a la injusticia. Nuestras mentes se convierten en un hogar para el pensamiento recto cuando nos sumergimos regularmente y sumisamente en la Palabra de Dios, ya sea leyendo o escuchando, y dejando que Dios mismo (a través de su Palabra) sea el tutor que más nos forma y transforma. La Palabra de Dios es más poderosa que una película. Es más perspicaz y convincente que las redes sociales.
Ponte diariamente en la corriente de la cascada que limpia y purifica en la santidad y gracia de las Escrituras
Llena tu mente con los pensamientos de Dios al aclimatar tu pensar con las historias, leyes, cartas, y poesía en la Biblia, en lugar de las historias que te vende el mundo. Ponte diariamente en la corriente de la cascada que limpia y purifica en la santidad y gracia de las Escrituras. La lectura es a menudo pasiva, al igual que la observación es a menudo pasiva. Pero leer también es una forma de pensar, así como mirar programas es una forma de pensar. Ambos afectan la atmósfera de nuestras mentes, ya sea para bien o para mal, para darnos el aire limpio que conduce a pensamientos puros o el aire contaminado que conduce a pensamientos perversos.
La Biblia no es el único lugar al que podemos ir para este tipo de santificación, aunque por mucho es el mejor lugar. También hay historias y biografías y películas y documentales y no ficción y poesía y sermones que nos ayudan a pensar mejor. Ponen en nuestra mente pensamientos que queremos considerar. Nos cambian y nos santifican de maneras que no siempre entendemos.
¿Qué historias te están formando?
Cuando leo la Saga de Wingfeather por Andrew Peterson con mis hijos, estoy metiendo un chorro de agua que me permite eliminar la suciedad que se ha acumulado en mi mente. Leer sobre Nia, la madre fuerte y gentil, fortalece mis brazos. La saga me recuerda por qué Dios me hizo. Expande mi imaginación para que la lealtad, el honor, el sacrificio, y la verdad se habitúen en mi mente: la justicia se convierte en el aire normal de mis pensamientos.
Destruir pensamientos malvados y opiniones elevadas realmente comienza con el pensamiento pasivo. Comienza negándonos a ponernos en las corrientes contaminadas del entretenimiento, y aclimatando y habituando nuestras mentes a la justicia a través de la Palabra de Dios y los ecos de sus historias que encontramos en otras historias. Sabemos cuándo hay que destruir las fortalezas del pensamiento equivocado: cuando hemos probado a qué sabe el pensamiento correcto, cuando nos hemos alimentado de Él, cuando ha nutrido nuestros pensamientos e imaginaciones.
Aprenderemos, una y otra vez, que sus pensamientos no son como nuestros pensamientos (Is. 55:8), y luego experimentaremos la alegría absoluta de rendirnos a Sus altos pensamientos.