Por mucho tiempo Panamá ha sido considerado un país relativamente próspero. Su renta per cápita, hasta el 2022, superó a muchos países latinoamericanos y en los últimos años ha gozado de una estabilidad económica muy favorable. Sin embargo, las últimas decisiones políticas del gobierno panameño han causado indignación en parte del pueblo.
Desde hace varias semanas, el país centroamericano se ve paralizado por protestas y huelgas a raíz de un contrato entre el Estado y una empresa minera para explotar la mayor mina de cobre de Centroamérica. Diferentes sectores de la sociedad se opusieron a la medida, iniciando protestas y paros que afectan a la economía de todo el país. Como suele suceder en medio de las manifestaciones sociales, algunos aprovechan para causar disturbios y vandalismos que terminan por perjudicar al pueblo.
En situaciones como estas, ¿cuál es nuestro llamado como creyentes?
Nuestra responsabilidad ciudadana
Los cristianos somos llamados a ser ciudadanos íntegros: «Mantengan entre los gentiles una conducta irreprochable» (1 P 2:12). Esto puede recordarnos el proverbio: «Por la bendición de los rectos, se enaltece la ciudad, / Pero por la boca de los impíos, es derribada» (Pr 11:11).
El proverbio citado subraya la influencia positiva que las personas justas pueden tener en su entorno. La bendición que emana de los rectos se refiere a su buena conducta ética, a su disposición para ayudar a los demás y a su compromiso con la justicia. Esta bendición no solo beneficia a individuos particulares, sino que contribuye al crecimiento y a la prosperidad de la sociedad en su conjunto.
Esto nos permite entender que la responsabilidad ciudadana de los cristianos se extiende más allá de solamente obedecer las reglas y leyes del país. La Palabra de Dios nos insta a ser la luz del mundo y la sal de la tierra (Mt 5:14-16), lo que implica una participación activa y positiva en el bienestar de la sociedad. Esto se traduce en acciones concretas, como compartir el evangelio en primer lugar, y ayudar a los necesitados, practicar la justicia y fomentar la unidad y la paz de nuestro país.
Esto lo podemos ver cuando Dios le mandó a Su pueblo exiliado en Babilonia que tuvieran compromiso con el bienestar de la ciudad en la que se encontraban: «Y busquen el bienestar de la ciudad adonde los he desterrado, y rueguen al SEÑOR por ella; porque en su bienestar tendrán bienestar» (Jr 29:7). Este pasaje destaca la importancia de la oración y la acción del pueblo de Dios en favor de la comunidad en la que se encuentran, reconociendo que el bienestar individual está relacionado al bienestar colectivo (cp. 1 Ti 2:1-4).
Integridad y oración
En tiempos de crisis, los creyentes no debemos dejarnos arrastrar por el caos y la violencia que reina en nuestro contexto. El mal que otros comenten no debe determinar nuestra conducta ni comportamiento (1 P 3:9). Los cristianos tenemos la responsabilidad, delante de Dios, de hacer aportes significativos al bienestar de la sociedad donde vivimos.
En ocasiones, el entusiasmo y la pasión pueden llevarnos a cometer errores o a expresarnos de maneras imprudentes, pero los creyentes nunca debemos ceder ante la trampa del enemigo que busca provocar el caos y la destrucción de todo lo bueno y de lo que promueve el bienestar común. En cambio, Dios nos llama a ser pacificadores y agentes de bien.
Un buen lugar para comenzar es de rodillas, pero también moviéndonos a la acción para ser columna y baluarte de la verdad como miembros del cuerpo de Cristo (1 Ti 3:15). La iglesia en Panamá está llamada a liderar con su ejemplo de integridad y a orar por el bienestar de su país, de la misma manera que la iglesia en el resto de América Latina.
Deseamos lo mejor para Panamá aquí y ahora; no obstante, los cristianos debemos poner nuestra confianza en la esperanza futura que tenemos en Cristo. Esta esperanza nos otorga una perspectiva transformadora, porque está basada en la redención del pecado, el perdón divino y la promesa de la vida eterna. El evangelio de Cristo trae una verdadera transformación e infunde la seguridad de una existencia eterna junto a Él.
Su presencia continua en el presente y la anticipación de Su segunda venida traen consuelo y propósito a Sus discípulos, y los guían hacia una vida mejor. Por eso, «mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza sin vacilar, porque fiel es Aquel que prometió» (Heb 10:23).