Quizá hayas escuchado los términos «papiro» o «papirología». Pero ¿alguna vez te has preguntado cuál es la relación entre la papirología y tu Biblia? ¿Sabías que no todos los papiros bíblicos tienen un texto idéntico? ¿Sabías que los manuscritos más antiguos son apenas fragmentos de texto? ¿Has escuchado sobre los evangelios apócrifos?
En ocasiones, ignorar esta información o desconocer la manera de interpretar esta realidad puede llevarnos a la confusión y a dudar de nuestra fe; sobre todo, en una época donde el cristianismo y la fiabilidad bíblica son atacados constantemente desde distintos frentes.
Aunque no todos estamos llamados a estudiar los papiros, considero que es útil que pastores, líderes y creyentes en general tengan una idea básica sobre los papiros y cómo alumbran al testimonio bíblico. Mi propósito en este artículo es brindar una introducción superficial a la papirología y su interpretación desde una perspectiva evangélica.
La papirología
La papirología estudia e interpreta documentos de la antigüedad escritos, en su mayoría, en una especie de papel proveniente de la planta de papiro (Cyperus papyrus) que crecía junto a las orillas del río Nilo, en Egipto.1 El papiro como superficie de escritura data, por lo menos, del 2900 a. C. y continuó hasta el siglo XII d. C. Como consecuencia, el campo de la papirología es amplio.
Así que, en lo que resta del artículo, me concentraré en tres «clases» de evidencia papirológicas: los papiros bíblicos, los no canónicos y los no bíblicos. Al abordarlos quiero reflexionar en su utilidad para el campo de los estudios bíblicos y en su importancia para cultivar nuestra confianza en la Biblia.
Los papiros bíblicos y la tradición textual
Para nuestro propósito, llamaré bíblico a cualquier papiro que contenga porciones de texto de la Palabra de Dios, de acuerdo con el canon protestante. Debido a la larga duración del uso del papel papiro, no todos estos documentos comparten las mismas características.
Por un lado, los más antiguos tienden a ser pedazos incompletos (fragmentos), pero con suficiente texto para identificarlos como bíblicos. Por otro lado, la forma de escritura cambió con el tiempo. Los papiros griegos están escritos en mayúsculas, sin espacios ni puntuación (lat. scriptio continua). ALGOMASOMENOSASI. Esto cambió alrededor del siglo VIII d. C., con la introducción de la minúscula y el uso de espacios entre las palabras.
Además, no todos los papiros bíblicos se encuentran en los idiomas originales de las Escrituras —hebreo y arameo para el Antiguo Testamento (AT) y griego para el Nuevo Testamento (NT). Entre los rollos del mar Muerto, por ejemplo, se descubrieron fragmentos de algunos libros del AT en griego (Septuaginta). Por supuesto, para quienes se dedican a estudiar el texto bíblico, aquellos papiros escritos en los idiomas originales suelen cobrar mayor importancia.
Al analizar estos documentos, podemos obtener algunos datos valiosos, como su origen geográfico o el tiempo estimado en el que se produjeron. Esto se puede realizar por medio de pruebas del material orgánico en un laboratorio (carbono-14), aunque más a menudo se realiza a través del análisis de los detalles de la escritura misma (paleografía).2
Cuando se compara el texto de nuestras biblias con los papiros más antiguos se puede comprobar la fidelidad con la que Dios ha preservado Sus palabras
Como podrás imaginar, en la antigüedad no contaban con fotocopiadoras, por lo que cada documento, incluyendo los textos bíblicos, debía ser copiado a mano —letra por letra, palabra por palabra— por uno o varios escribas. Como consecuencia de este factor humano, el texto bíblico en los distintos papiros puede variar.
La mayoría de las veces, estas diferencias (variantes textuales) son insignificantes, como las variaciones ortográficas (por ejemplo, oscuro y obscuro). En otras ocasiones, sea por cansancio, persecución o alguna otra circunstancia, líneas completas podían perderse o palabras podían confundirse. Todos estos fenómenos son analizados por la crítica textual, una ciencia que tiene por objeto reconstruir el texto original a partir de analizar las diferentes copias disponibles. Considerando esto, los papiros bíblicos son centrales para establecer el texto bíblico con la mayor fidelidad posible,3 pues los papiros suelen representar testimonios muy tempranos entre los manuscritos bíblicos disponibles.
Aunque la existencia de las variantes textuales puede ser incómoda para el cristiano, la realidad es que Dios ha permitido su existencia para el bien de la iglesia, pues demuestra que Su Palabra permanece firme (Sal 119:89; Is 40:8). La diversidad de origen geográfico en muchos papiros demuestra que nunca hubo —contrario al pensamiento popular— algún poder o institución humana que controlara o editara la reproducción de los textos bíblicos.
Si alguien hubiera intentado quitar de su Biblia pasajes «difíciles» (como intentó Marción), las diversas fuentes de producción del texto (testigos) dejarían en evidencia al texto impostor. Al mismo tiempo, la cantidad de testigos nos ayuda a tener evidencia suficiente para reconstruir el texto original. A esta gran cantidad de evidencia la llamamos tradición textual. En la actualidad, tenemos por lo menos unos 124 documentos en papiro como testigos del NT, abarcando prácticamente los veintisiete libros,4 además de miles de otros manuscritos en otros materiales.
Cuando se compara el texto en nuestras biblias con los papiros más antiguos se puede comprobar la precisión asombrosa con la que el texto ha sido transmitido; o, mejor dicho, la fidelidad con la que Dios ha preservado Sus palabras a través de Su iglesia (Mt 5:18).
Los papiros no canónicos y el contenido bíblico
Cuando unos arqueólogos comenzaron a excavar un basurero de la antigua ciudad egipcia de Oxirrinco en 1897, descubrieron cientos de papiros de índole y valor diversos. Este descubrimiento proveyó la mayor parte de las copias más antiguas de los libros del NT. De hecho, el segundo papiro se identificó como un fragmento del Evangelio de Mateo (P. Oxy I.2). Sin embargo, otros documentos también salieron a la luz. El primer papiro (P. Oxy I.1) parecía ser una colección de algunos dichos de Jesús, que tiempo después se identificó como el «Evangelio apócrifo de Tomás».
¿Significa esto que en la antigüedad existían «muchos cristianismos» o que no había una idea del canon? Esto es lo que muchos críticos del cristianismo aseguran, pero esta conclusión es injustificada. A estos documentos literarios con contenido relacionado al canon bíblico, pero distinto del mismo, los llamo papiros no canónicos.
Solo el Espíritu Santo tiene poder para convencernos sobre la veracidad de la Escritura. Solo Dios tiene autoridad para dar testimonio sobre Su propia Palabra
¿Qué hacemos con estos documentos? Muchos cristianos prefieren ignorarlos o se muestran nerviosos ante su existencia. Mi posición hacia este tipo de documentos es que son generalmente útiles, sea por sus detalles materiales o por su contenido en comparación al contenido bíblico.
Por lo general, los papiros que tienden a ir en contra de la Escritura reciben más atención de los medios de comunicación que aquellos que la apoyan. Pero no todos los papiros no canónicos son tan extraños.
Papiros como P. Egerton 2 (siglo II–III a. C.), que tiene un contenido similar a Juan 5, Marcos 12 y Lucas 5, muestran que las historias sobre Jesús eran suficientemente importantes para ser puestas por escrito, copiadas y distribuidas (cp. Lc 1:1-2; 2 Ti 4:13; 2 Jn v. 12; 3 Jn v. 13); un proceso para nada sencillo en aquella época. Estos documentos nos ayudan a investigar las distintas herramientas de memoria disponibles en la antigüedad. P. Egerton 2 se asemeja a las citas bíblicas de los padres de la iglesia.5 Entonces, este tipo de contenido similar (pero no idéntico) comprueba que estas historias eran memorizadas y repetidas por la comunidad cristiana.
Por otro lado, P. Egerton 2 al parecer también contiene un milagro de Jesús que no se encuentra en ningún otro evangelio. Ante esto, lejos de pensar que nuestra Biblia está incompleta, podemos pensar que es totalmente comprensible que no todos los milagros de nuestro Salvador hayan sido transmitidos uno por uno (cp. Jn 21:25). P. Egerton 2 podría ser una evidencia histórica que muestra a Jesús haciendo milagros.
Además, en cuanto a sus aspectos materiales, P. Egerton 2 evidencia la introducción de la escritura por ambos lados de las hojas (códice o codex)6 y el uso de abreviaturas sagradas (nomina sacra),7 que son características textuales distintivamente cristianas. Esto enfatiza la identidad cristiana como diferente a la judía o griega de la época (Hch 22:4-5; 1 P 1:15-16).
Finalmente, aun aquellos papiros no canónicos que enseñan cosas contrarias al NT son útiles para nuestra comprensión de la historia. Tomemos el «Evangelio de Tomás» como ejemplo. Entre otras cosas, este libro apócrifo enseña que el reino de Dios está en el autoconocimiento (Log 3; 24; 83), hace énfasis en descubrir conocimiento secreto (Log 1; 13; 108) e, incluso, enseña que la mujer debe volverse hombre para entrar en el reino (Log 114). Si no tuviéramos este tipo de evidencia temprana de grupos heréticos, la severidad con la que los apóstoles de la iglesia hablan sobre los falsos maestros puede parecer excesiva (Gá 5:12; 2 Ti 3:1-9; 1 Jn 2:22; 2 P 2:22; Jud vv. 8-16; Ap 2:20).
Los papiros no representan un desafío a la confiabilidad bíblica, sino que se presentan como siervos fieles del testimonio de la Escritura
Sin embargo, estos textos contrarios a la Escritura tan antiguos demuestran la amenaza real sobre la que advirtieron los apóstoles. Su exhortación severa era necesaria para la sana edificación de la iglesia. Estos textos nos dan una idea real del ataque continuo que la iglesia de Cristo ha recibido desde sus inicios. En otras palabras, los apóstoles tenían razón en sus advertencias.
Los papiros no bíblicos y la utilidad arqueológica
Los documentos en papiro cuyo texto no está directamente relacionado con el texto o la doctrina de las Escrituras les llamo papiros no-bíblicos.8 La variedad de su contenido es extensa, desde acuerdos comerciales, listas de bodega, cuentas e impuestos, hasta cartas personales y ejercicios de escritura. Estos documentos muestran cómo era la vida en la antigüedad.
Si bien la mayoría de los académicos bíblicos no se dedica al estudio de estos papiros, estos documentos sí brindan información para su trabajo. Por ejemplo, para generar diccionarios bíblicos, el lexicógrafo (quien escribe el diccionario) debe analizar el uso de una palabra dentro y fuera del texto bíblico, incluyendo su uso en papiros de la época.
Además, la papirología está cambiando nuestra forma de entender cómo funcionan los idiomas. Por ejemplo, antes los estudiosos se preguntaban si el lenguaje en la Septuaginta utilizaba un «griego terrible», una especie de dialecto hebraico del griego o quizás un «griego de traducción».9 También, observar las estructuras de las cartas en papiros no bíblicos ilumina la estructura de las epístolas en el NT y su semántica, pues algunos términos y nombres que se pensaban extraños en el NT han mostrado ser cada vez más comunes, gracias al descubrimiento y la edición de estos papiros.
En esta categoría se encuentran colecciones y archivos con abundantes documentos como los Papiros Arameos de Egipto, que se asemejan al lenguaje oficial en Esdras,10 o el Archivo de Zenón,11 que menciona los principales oficios, medidas, monedas, alimentos y problemas comunes en la antigüedad.
De igual modo, estas colecciones revelan las relaciones y tensiones político-sociales entre los distintos pueblos que convivían en una misma región (como judíos, griegos y samaritanos). Así, los detalles arqueológicos presentes en estos documentos nos permiten iluminar el panorama de la vida en el período del AT, en el intertestamentario, en el ministerio de Jesús y en la iglesia temprana.
Dios es el Señor de la historia
La papirología es un campo inmenso y un artículo corto, como este, puede tender a la simplificación. Si bien no todas las preguntas han sido contestadas, es mi deseo que muchos creyentes interesados en este tema sepan algunas cosas útiles.
Los papiros iluminan la veracidad del texto bíblico por su tradición textual, contenido o utilidad arqueológica, y exaltan a Dios como el Señor de la historia
En principio, quiero que estén seguros de que todo aparente reto que los papiros puedan presentar a la fiabilidad de la Biblia tiene respuesta; algunas más sencillas, otras más complejas. Además, existen muchos hermanos fieles al Señor que son académicos serios y trabajan con estos documentos y encuentran su fe fortalecida por la papirología.12
No obstante, considero necesario recordar lo siguiente: solamente el Espíritu Santo tiene el poder para convencernos sobre la veracidad de la Escritura. Solo Dios tiene autoridad para dar testimonio sobre Su propia Palabra. Es precisamente por esto, porque tenemos un Dios que no miente (Tit 1:2), que los papiros de cualquier tipo no representan un desafío a la confiabilidad bíblica, sino que se presentan como siervos fieles del testimonio de la Escritura.
Además, ¡considera todo lo que tuvo que suceder para que cada papiro sobreviva durante tantos años! La preservación del texto en los papiros bíblicos, la forma en que pueden servirnos los papiros no-canónicos y la ventana a la vida diaria en los papiros no-bíblicos son una muestra impresionante de la soberanía y providencia de Dios.
Por eso no es casualidad que nuestro fragmento más antiguo (P52 ~125-175 d. C.) pertenezca al Evangelio de Juan y haya aparecido justo cuando los críticos proponían que este evangelio no se había escrito sino hasta después del año 200 d. C. Tampoco es casualidad que entre los rollos del mar Muerto —la mayoría, fragmentos— se preservara una copia casi intacta de Isaías, con todo y sus profecías mesiánicas.
Como mencioné al inicio, no todos los creyentes estamos llamados al estudio exhaustivo de los papiros. Pero entender los conceptos básicos sobre papirología y su relación con nuestras biblias puede ayudarnos a dar respuesta ante los ataques de quienes pretenden manipular la información presentando una interpretación hostil al cristianismo. ¡Todo lo contrario! Los papiros son amigos del creyente. Ellos iluminan la veracidad del texto bíblico por su tradición textual, contenido o utilidad arqueológica, y exaltan a Dios como el Señor de la historia.