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Nota del editor: 

Para más perspectivas y reflexiones sobre este tema, te invitamos a leer los artículos ¿Puede un hombre divorciado ser pastor? y ¿Puede un hombre soltero ser pastor?, y también explorar más recursos en nuestra sección sobre el divorcio.

Las epístolas de Pablo a Timoteo y Tito son conocidas como las cartas pastorales porque en ellas el apóstol aconseja e instruye a estos jóvenes líderes sobre cómo ejercer la labor pastoral en las iglesias locales. Por eso Pablo menciona en ellas ciertas características y requisitos que se deberían observar en los candidatos al ministerio, una de las cuales es ser «marido de una sola mujer» (1 Ti 3:2; Tit 1:6).

Diferentes interpretaciones

La frase «marido de una sola mujer» ha sido objeto de varias interpretaciones a lo largo de la historia de la iglesia y en la actualidad. Los diferentes contextos y patrones culturales de cada iglesia local o denominación también juegan un papel importante a la hora de reflexionar en el sentido de la frase. Además, la sociedad actual, en la que los valores matrimoniales se han desgastado, agrega sus propios retos a la discusión, como es la aplicación de este requisito en el caso de un divorciado.

Por esta razón, quisiera reflexionar sobre la frase «marido de una sola mujer» a la luz de los tiempos modernos y sus desafíos. Para esto repasaré algunas interpretaciones que se han hecho en el contexto evangélico, para finalmente abogar por la postura que considero es la manera correcta de buscar esta cualidad en la actualidad.

1. “Debe ser un hombre casado”

Hay muchas iglesias que demandan que sus pastores estén casados, debido a que interpretan que la palabra «marido» alude claramente a que el pastor no debe ser soltero. En cierto sentido, esta postura es una respuesta a la creencia católica romana de que los sacerdotes y clérigos deben llevar una vida de celibato.

A lo largo de la historia de la iglesia hubo pastores solteros con ministerios fieles y fructíferos

Quienes abogan por esta postura asumen que el matrimonio es una condición que sirve y aporta mejores beneficios al rol pastoral que la soltería. Teniendo en cuenta que Dios usa la vida y las experiencias del pastor para formar en él un carácter apto para el ministerio, se puede suponer que un pastor casado tendrá más herramientas para cumplir su labor. Las situaciones que haya tenido que enfrentar en su matrimonio, sin duda, serán de gran ayuda a la hora de aconsejar a otros matrimonios y noviazgos en la congregación.

Sin embargo, es importante notar que esta postura ha sido poco usual en la iglesia. A lo largo de la historia hubo pastores solteros con ministerios fieles y fructíferos. Quizás en los últimos tiempos esta postura ha ganado mayor fuerza en algunos círculos evangélicos como parte de una respuesta a las noticias devastadoras sobre casos de abuso infantil y acoso sexual por parte de líderes en contextos eclesiales, y una forma de ayudar a prevenir estos pecados.

2. “Debe ser un hombre que nunca se haya divorciado”

Otra de las interpretaciones que se ha dado a esta frase es que el pastor no puede ser divorciado en ningún caso, pues ya no sería «marido de una sola mujer».

Quienes abogan por esta forma de interpretar la frase se apoyan en que el divorcio en los tiempos bíblicos era algo permitido (Dt 24:1; Mt 19:3-9). Por lo tanto, Pablo tendría en cuenta la práctica de dar carta de divorcio cuando escribió los requisitos para los obispos. En ese escenario, cualquier caso de divorcio se convierte en un impedimento para la labor pastoral, sin importar si el candidato al pastorado inició la separación o si fue por decisión unilateral de la esposa. Desde esta perspectiva, un divorcio es evidencia suficiente para demostrar que el candidato no supo liderar su hogar y, por tanto, no puede liderar la iglesia de Dios.

La debilidad de esta interpretación se hace patente ante la pregunta: ¿Qué pasa si el divorcio sucedió en la vida del candidato antes de venir a Cristo? ¿Todavía le impide ser pastor? Antes de abordar esta cuestión, debemos reflexionar en una postura más.

3. “Debe ser un hombre fiel”

Una tercera interpretación de la frase «marido de una sola mujer» tiene que ver no tanto con el estado marital, sino con aspectos del carácter del candidato, como la fidelidad y el compromiso.

Esta postura se apoya en la palabra griega que en nuestras biblias en español aparece como «marido». En el idioma original, el término andra (gr. ἄνδρα) puede traducirse como «hombre». Por lo tanto, la implicación es que Pablo no solo apunta a un estado marital, en el sentido legal, sino a un hombre que demuestra fidelidad a su cónyuge. Esto permitiría aplicar el requisito pastoral no solo a un hombre casado, sino también a uno divorciado mientras sea fiel a su esposa actual.

Aunque considero que esta interpretación es bastante acertada, deja una consideración sin abordar: ¿Qué pasa si el candidato al ministerio se divorció siendo creyente? Esto me lleva a la última postura.

4. “Debe ser un hombre fiel a su esposa después de venir a Cristo”

La interpretación que propongo de la frase del apóstol Pablo recoge las tres perspectivas anteriores. Por un lado, no considero que ser casado sea un requisito necesario y excluyente para el ministerio pastoral, aunque reconozco que un pastor casado y con hijos puede estar en una mejor posición para entender, aconsejar y alentar a los miembros de su congregación en las áreas del matrimonio y la familia. Además, también puede modelar frente a su iglesia local cómo debe lucir un matrimonio bíblico.

Por otro lado, si el candidato al ministerio está o estuvo divorciado, opino que se debe tener en cuenta cuándo sucedió la separación. Es decir, será crucial determinar si el divorcio fue antes o después de su conversión.

Hay iglesias y denominaciones que impiden el ministerio pastoral, e incluso el diaconado, a los hombres divorciados, aunque sus separaciones hayan sucedido antes de venir a Cristo. Considero que esa postura presenta algunos problemas teológicos. La Biblia hace referencia a la vida antes de Cristo como un tiempo de ignorancia (Ef 4:17-19), en la cual la persona estaba muerta espiritualmente (Ef 2:1) y viviendo en pecado (Ro 5:8). Dios quiere que los seres humanos honren la institución del matrimonio, sean creyentes o no, pero entender la situación espiritual antes de venir a Cristo nos ayuda a entender los pecados cometidos en un tiempo de ignorancia (como el divorcio o la infidelidad).

No encuentro evidencia bíblica suficiente para impedir el ministerio pastoral a quienes tuvieron un matrimonio fallido antes de venir a Cristo. Si se prohíbe a un hombre ser pastor debido a un divocrio anterior a su nueva vida, estaríamos insinuando que hay pecados que Dios no puede perdonar. Creo que todos los creyentes estaremos de acuerdo con que esto no es lo que enseña la Palabra de Dios respecto a la obra expiatoria de Jesús, pues sabemos que Su sangre tiene poder para cambiar la vida de cualquier pecador. En Jesús, todas las cosas son hechas nuevas (2 Co 5:17).

La sangre de Jesús tiene poder para cambiar la vida de cualquier pecador

No obstante, pienso que es diferente si el divorcio sucedió mientras el candidato era cristiano. Más allá de cuál sea la madurez del creyente, al venir a Cristo ya no está en la ignorancia del pecado. Aunque Dios, en Su infinita misericordia, perdona el divorcio a Sus hijos que se arrepienten de su pecado y vuelven a Él, en este caso opino que el hombre sí estaría descalificado para el ministerio pastoral.

Entiendo que cada caso es único y particular y que, por tanto, deben tratarse como tal. Además, es un detalle importante determinar si fue la esposa quien realizó el divorcio. Pero más allá de quién haya iniciado el proceso, considero que la triste situación de un divorcio entre creyentes impide que se cumpla el requisito para el ministerio pastoral de ser «marido de una sola mujer». Debemos tener en cuenta que, cuando Dios llama a un hombre casado para ser pastor, en cierta manera ese llamado involucra a su esposa. Las decisiones que la mujer tome repercuten inevitablemente en el matrimonio y en su marido.

De manera similar, opino que en el caso de un hombre convertido que sienta el llamado, pero su esposa no es creyente, lo mejor será no apresurar el proceso de preparación para el ministerio; como Pablo ordena: «no impongas las manos sobre nadie con ligereza» (1 Ti 5:22). Si Dios realmente ha llamado a ese hombre al ministerio, considero que Él mismo puede encargarse de hacer venir a su esposa a la fe y confirmará Su llamado en el matrimonio. Lo mejor, en casos complejos como este, es esperar un tiempo prudente y evaluar todo a la luz de la Palabra.

Los desafíos actuales

Considero que la última postura es consistente con las enseñanzas del Nuevo Testamento, en especial con relación a la obra de la regeneración. Cuando llegamos al evangelio, somos hechos nuevas criaturas que comienzan a crecer hasta llegar a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Ef 4:13).

En nuestra cultura actual, debemos contemplar la posibilidad de que muchos hombres que llegan al evangelio han tenido un matrimonio fallido en el pasado. El divorcio es cada vez más común en nuestra sociedad que se aleja de la ética cristiana en la que supo estar parada. Si un hombre siente el llamado de Dios al ministerio y su iglesia puede dar fe de su carácter irreprochable desde que llegó a Cristo, entonces puede aplicar a la labor pastoral a pesar de cuál sea su pasado (cp. 1 Ti 1:12-14). Considero que esa es la interpretación más adecuada de la frase «marido de una sola mujer».

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