La primera semana después de que Rusia comenzó sus «operaciones militares especiales» en Ucrania, el pastor ruso Evgeny Bakhmutsky no podía dormir.
«La primera semana, lloraba todos los días en mis oraciones», comentó. «Si pudiera ir al Kremlin o a la Plaza Roja y hacer algo para impedirlo, lo haría… Sé que Dios nos va a juzgar a todos. Vi a tantas personas sufriendo y confundidas. Me preguntaba qué iba a pasar. Fue realmente difícil».
También hablaba constantemente por teléfono. Algunos ucranianos en las zonas de conflicto solo podían escapar a través de Rusia. «Recibimos a docenas de personas, sobre todo al principio», cuenta Bakhmutsky, quien vive en Moscú. «Algunos nos pedían ayuda para quedarse en Rusia. A muchos les ayudamos a llegar a Europa. Les comprábamos pasajes o los llevábamos a la frontera rusa y les dábamos algo de dinero».
Ha pasado un año desde entonces, «el año más duro de mi ministerio», dijo Bakhmutsky. Además de la ansiedad y la ayuda a los refugiados, ha sentido la presión de la sociedad que le rodea, el odio de personas tanto de afuera como de adentro de Rusia, la presión económica y el estrés de una congregación numerosa cuyos miembros se han visto afectados de distintas maneras por los acontecimientos.
Pero también puede «ver claramente la mano de Dios». En los últimos doce meses, se han abierto nuevas oportunidades para el ministerio. Las personas han llegado a la fe. Su iglesia atrae a cientos de visitantes.
«Las personas están mucho más abiertas a hablar» de cosas espirituales, dijo. «Al mismo tiempo, los cristianos mismos son mucho más activos en evangelizar, en sentir que eso es lo único que importa en última instancia. Veo que a muchas iglesias les va muy bien incluso cuando afrontan dificultades… Están animadas».
Corazón roto
Aunque Rusia llevaba meses movilizando tropas, la invasión sorprendió a muchos, incluso a los habitantes de Moscú.
«Pensábamos que esto no podía suceder», afirmó Bakhmutsky. «Tenemos algunas familias que estaban muy vinculadas a Ucrania». Él es uno de ellos: su abuelo creció en la región de Bajmut, ciudad ucraniana que Rusia ha estado bombardeando desde mayo.
Esta no es una guerra impersonal, librada mediante acuerdos sobre armamento al otro lado del mundo. Las culturas rusa y ucraniana son cercanas, y los cristianos evangélicos —una minoría decidida en cada país— lo son aún más. Los líderes de las iglesias ucranianas y rusas celebraban conferencias juntos, intercambiaban púlpitos y compartían recursos teológicos. Las dos culturas estaban tan unidas que, si un recurso teológico estaba disponible en ruso, casi nadie se molestaba en traducirlo al ucraniano.
Así que cuando la invasión llegó, las heridas fueron profundas.
«Mi alma se aflige, mi corazón se rompe de horror y vergüenza, y mi mente se estremece ante la insensatez humana», publicó Bakhmutsky en Facebook el día de la invasión. «Hoy lloro y oro junto a mis hermanos y hermanas de Ucrania, compartiendo su dolor y su horror».
Ayuda a los refugiados
Desde que el conflicto comenzó, casi tres millones de ucranianos han cruzado la frontera con Rusia.
«Para muchos de ellos, ese era el único camino», explicó Bakhmutsky. Casi tan pronto como la invasión comenzó, su teléfono empezó a sonar con gente buscando ayuda.
Vive cerca de una importante estación de tren de Moscú, pero esa no es la única razón por la que los refugiados ucranianos acudían a él. En 2009, ayudó a plantar una iglesia que creció hasta convertirse en una de las más grandes de Moscú: de diecisiete asistentes pasó a tener quinientos en 2019. Al mismo tiempo, su Iglesia Bíblica Rusa creó una red de pastores dedicados a la plantación y revitalización de iglesias, que ha pasado de treinta y dos a más de cien. Unas trescientas iglesias participan en los programas y eventos de Ekklesia.
Además, la Iglesia Bíblica Rusa se ha unido a otras iglesias evangélicas (muchas de ellas parte de Ekklesia) en actividades de alcance a lo largo de la frontera ruso-ucraniana, incluyendo Crimea, tomada por Rusia en 2014.
«Así que tenemos múltiples conexiones cuando las personas piensan en Moscú», explicó Bakhmutsky, quien también ha hablado (en inglés) y escrito (en inglés) en foros (en inglés) cristianos alrededor del mundo (en inglés). «Fue un reto porque había limitaciones con las divisas, como los dólares estadounidenses».
Dos días después de la invasión, la Unión Europea, el Reino Unido, Canadá y Estados Unidos cortaron (en inglés) las transacciones con los bancos rusos. A medida que los recursos empezaron a escasear, Bakhmutsky dijo: «Se ha hecho casi imposible proporcionar ayuda financiera directamente».
Aun así, los miembros de la Iglesia Bíblica Rusa siguieron adelante. Ayudaron a cientos de refugiados ucranianos, a unos a encontrar un lugar en Rusia y a otros a escapar a países como Polonia, Alemania, Serbia o Turquía. Proporcionaron camas, ropa, comida y transporte.
Desde entonces, comenta Bakhmutsky, «tenemos unas cincuenta personas de nuestra iglesia que no han dejado de ministrar a los refugiados aquí».
Ser refugiados
Algunos miembros de la Iglesia Bíblica Rusa, especialmente los de raíces ucranianas, «no podían quedarse en Rusia», explica Bakhmutsky. «Para algunos, era demasiado. Sentían que se estaban asociando demasiado a esta tragedia».
Bakhmutsky se dirigió a su congregación. «Si quieren irse», les dijo, «pueden irse, sé que es moralmente duro y económicamente difícil quedarse. Solo que no se vayan apresuradamente. Informen a sus pastores y les ayudaremos a encontrar una buena iglesia para ustedes en una buena ubicación».
Al finalizar el verano, el movimiento de llegada y salida de refugiados se había calmado en su mayor parte.
Entonces el presidente Vladimir Putin anunció el reclutamiento de reservistas militares —unos 300 000 (en inglés) civiles— para desempeñar funciones militares activas.
«Septiembre fue realmente difícil porque cientos de iglesias y miles de personas estaban confundidas: no sabían cómo responder de forma cristiana», explicó Bakhmutsky. ¿Obedeces a tu gobierno y te enlistas? ¿Esperas no ser llamado al servicio? ¿O huyes antes de que el ejército te llame?
«Pude ver claramente la mano de Dios, porque nuestra conferencia anual de pastores se movió una semana», llegando apenas unos días después de que se anunciara la movilización.
«Vinieron muchos hombres y tuvimos una comunión increíble», afirmó. «Oramos por Ucrania y oramos unos por otros. Fortalecimos nuestros corazones y nuestras manos. Más de quinientos pastores de distintas partes de Rusia volvieron a casa animados, con una buena red de contactos y un mensaje claro para continuar el ministerio del evangelio a pesar de todo».
Fueron a casa, a iglesias más pequeñas. En los primeros doce días del anuncio de Putin, unos 400 000 rusos abandonaron el país, según (en inglés) los funcionarios de fronteras.
Unos veinticinco eran hombres de la Iglesia Bíblica Rusa. Aunque la mayoría ha regresado, la ausencia de algunos esposos y padres significa que hay menos hombres que lideren o se ofrezcan como voluntarios, y más familias sin padre necesitadas de cuidado.
«He estado orando para que Dios fortalezca mi corazón y el de los demás líderes», expresó Bakhmutsky. «Es muy difícil, sobre todo para las mujeres. A menudo la parte más pesada recae sobre los hombros de las mujeres, así que hemos empezado a celebrar reuniones periódicas por Zoom. En marzo celebraremos una conferencia de mujeres para animarlas y ayudarlas».
A Bakhmutsky, que tiene muchos amigos y contactos en otros países, le preguntan a menudo por qué no ha abandonado Moscú.
«¿Cómo podría hacerlo?», pregunta. «Hay tanta oscuridad espiritual. Tenemos que estar aquí… Le dije a mi congregación: “No los dejaré. Si ustedes se van, yo seré el último en irme”».
Quedarse
No es fácil quedarse. La guerra de Putin ha sido una pesadilla económica, ya que las empresas occidentales se han retirado y las sanciones occidentales han entrado.
«Nuestro presupuesto familiar se ha reducido un cincuenta por ciento», comenta Bakhmutsky. Les resulta difícil conseguir los medicamentos de su esposa desde Estados Unidos. Además, plataformas como Zoom o Microsoft Office ya no aceptan su tarjeta de crédito rusa. «Estamos desconectados de muchas cosas normales», afirmó.
También se ha convertido en un objetivo.
«Recibo comentarios de odio todos los días», afirma. Furiosos y asustados, los cristianos ucranianos le reprochan que no haga más para condenar públicamente las acciones de Rusia, que elija quedarse en Moscú, incluso que sea ruso. «Pero yo no condeno a las personas por eso. En muchos sentidos entiendo su reacción. Oro por ellos. Le pido a Dios que me permita llorar con ellos. Les amo. Me compadezco de ellos de todo corazón».
Incluso los ministerios de misericordia son como minas terrestres. ¿Apoyas a la madre rusa cuyo esposo está luchando en el ejército? ¿Ayudas a los que sufren en los territorios de Ucrania ocupados por Rusia, o parece que sancionas el esfuerzo bélico? ¿Dices a los hombres de tu iglesia que huyan del país para evitar el reclutamiento en el ejército?
«Intento ser prudente en mis palabras», dijo Bakhmutsky, que ha dejado de leer las redes sociales. «Animo a las personas a considerar cómo pueden actuar como cristianos. Eso ha ayudado».
Sabe que el gobierno ruso también escucha sus palabras, alerta (en inglés) ante cualquiera que desacredite al ejército o la operación en Ucrania. No teme ir a la cárcel —sus dos abuelos fueron exiliados a Siberia por su fe—, pero quiere que sea por su fe, no por imprudencia.
Mientras esté libre, tiene mucho por hacer.
Crecimiento
Bakhmutsky releyó mucho de Dietrich Bonhoeffer el año pasado, y estuvo de acuerdo con la Declaración de Barmen (en inglés) de que «la mejor respuesta al totalitarismo es predicar a Cristo».
«Esto es lo que veo ahora mismo», señaló. «Cuando predicamos a Cristo, no estamos escapando o negando o asimilando la realidad. Estamos trayendo a Cristo a la realidad. El evangelio dará esperanza, fortalecerá los corazones y traerá verdadero arrepentimiento».
También le brinda un camino seguro en una iglesia que incluye a funcionarios, personas que no apoyan las acciones del gobierno, familiares con opiniones políticas diferentes, mujeres cuyos parientes luchan en el ejército, mujeres cuyos esposos huyeron del país y, probablemente, agentes secretos.
«Los conflictos dentro de la iglesia han sido muy dolorosos», dijo. «Probablemente lo más doloroso sea ver cómo hermanos y hermanas que se aman y ministran unos a otros empiezan a perderse unos a otros». Él entiende por qué —«es natural que las personas juzguen todo a través de su propio contexto y conciencia»— pero eso no lo hace más fácil.
Él simplemente continúa apuntando a Jesús. Algunos de los cuatrocientos miembros de la Iglesia Bíblica Rusa han reexaminado o han vuelto a abrazar su fe este año, afirma Bakhmutsky. «Nuestros servicios en la iglesia nunca han sido tan gozosos».
Además, nunca habían estado tan llenos.
«El edificio de nuestra iglesia tiene capacidad para setecientas personas, y siempre está lleno», afirma. «A veces tenemos el doble de visitantes nuevos que de miembros. Cada vez hay más personas que llegan a la fe. Celebramos más bautizos que antes… Muchos jóvenes se acercan a la fe porque saben que pueden morir. No hay estabilidad, y la gente se pregunta: “¿Por qué vivo en este planeta?”».
Otros pastores de su red le cuentan historias similares.
«Incluso cuando se enfrentan a dificultades con la movilización, la inmigración y la presión económica, las iglesias se sienten animadas», comenta. Unas doscientas personas se preparan para unirse a la Iglesia Bíblica Rusa, que es casi más de lo que pueden manejar. Bakhmutsky está buscando un local más grande y planificando al mismo tiempo la plantación de una iglesia en Moscú.
«Veo el poder del evangelio mucho más que antes», afirma. «Veo un futuro realmente bueno».
Cristianos primero
Menos de dos meses después de que Rusia invadiera Ucrania, Mark Dever y Ligon Duncan organizaron la última conferencia de Together for the Gospel (Juntos por el Evangelio). El equipo del ministerio Desiring God, dirigido por John Piper, preguntó a Bakhmutsky si vendría.
«No está en mis planes», les respondió Bakhmutsky.
Le compraron su tiquete de avión.
«Fue muy provechoso ver a Sinclair Ferguson, Mark Dever, Alistair Begg, Kevin DeYoung, David Platt y John Piper», dijo Bakhmutsky. Cuando se sentaron juntos, Bakhmutsky les dijo: «Sí, soy ruso. Pero soy más cristiano que ruso».
«Somos más cristianos que estadounidenses», respondieron ellos.
«Necesitaba escuchar eso en ese momento», dijo. «Cuando recibes tanto discurso de odio y tanta presión en tu nueva realidad, necesitas que te animen porque puedes sentirte solo, abandonado y relegado».
Se aferra a esas palabras de aliento y a versículos bíblicos como Mateo 24:14, Filipenses 1:21, Filipenses 1:29 e Isaías 40, porque Bakhmutsky espera que las cosas en Rusia empeoren antes de mejorar.
«Vamos a sufrir mucho más de lo que esperamos, pero vamos a ser agentes de la gracia y la misericordia de Dios», dice a su congregación.
Tiene determinación porque tiene esperanza.
«Llevo toda la vida orando por el despertar espiritual de Rusia», dijo. «[Para que eso ocurra], primero hay que aplastar el orgullo humano. Ahora mismo, estoy más animado que nunca de que pueda verlo en el transcurso de mi vida».