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Los pastores seguimos siendo humanos, seguimos siendo discípulos.

Tener esta responsabilidad particular no hace que dejemos de ser hombres, esposos, padres, hijos, vecinos o ciudadanos comunes. Los pastores hacemos fila para ser atendidos por el médico y dormimos en una sala de aeropuerto cuando perdemos un vuelo: aunque desearíamos llegar a casa comprando un vuelo extra, casi nunca lo hacemos porque representa un gasto no calculado.

Lo cierto es que, mientras transitamos la vida y ejecutamos este llamado singular, constantemente pasa por nuestra mente una gran cantidad de pensamientos y sentimientos que los pastores no siempre expresamos. Pero esto no tiene por qué ser así.

Los pastores somos vulnerables

El Evangelio de Marcos retrata la vulnerabilidad de Jesús en Getsemaní (14:32-42). En este relato podemos ver la agonía que Jesús experimentó la noche antes de Su muerte, de una manera sentida y palpable.

Cuando veo a nuestro Salvador así, recuerdo que como pastor yo también puedo mostrarme vulnerable. No necesito aparentar ser fuerte porque Jesús abrazó Su momento de mayor fragilidad —el cual, a la vez, fue un momento de gran fortaleza—, por lo que siempre hay un espacio en la vida para reconocer mi debilidad.

Aunque la Biblia no nos relata más detalles sobre la conversación de Jesús con Pedro, Juan y Jacobo aquella noche, creo que los tres discípulos reconocieron una angustia inusual en Jesús. Después de todo, las palabras del Señor fueron: «Mi alma está muy angustiada hasta el punto de la muerte» (Mr 14:34). Por eso concluyo que su Pastor les comunicó sobre Su dolor mucho más de lo que podemos leer.

Jesús quería que ellos supieran cómo se sentía y lo que pensaba mientras cumplía la tarea de salvarnos en obediencia a Su padre. Así que, al escribir este artículo, pienso en la gente que Dios me encomendó a pastorear y me pregunto: ¿Qué quiero que ellos sepan? ¿Qué es aquello que no les he dicho?

Trataré de resumir mis respuestas en cinco puntos.

1. Los pastores seguimos creciendo

Nosotros, al igual que ustedes, seguimos experimentando los cambios que el evangelio produce. Sin duda alguna, estos cambios continuarán porque la transformación que trae el evangelio tiene un carácter progresivo (Fil 1:6). Confronta nuestra naturaleza caída cada día, a pesar de que demos otra impresión al predicar cada domingo. Incluso si al salir de consejería los creyentes bajo nuestro cuidado sienten que recibieron el mejor consejo y su corazón ya sabe qué hacer, esto no quiere decir que tengamos todas las respuestas. Todavía luchamos contra nuestras debilidades y hay muchos momentos en la vida en que también nos sentimos confundidos.

Por eso, les pido, no nos coloquen en un pedestal de grandeza, sino muéstrennos su compromiso amando al Señor Jesús y oren por nosotros. Así como Jesús pidió a Sus discípulos que oraran con Él, les pedimos a ustedes que no dejen de orar por nuestro crecimiento a la imagen de Cristo. ¡Siempre lo necesitamos!

Siempre será de gran alegría que nos digan que nos tienen en sus oraciones.

2. A los pastores nos duele cuando no siguen el consejo bíblico

Los pastores vivimos para anunciar y modelar el evangelio en la iglesia y eso implica anunciar todo el consejo de la Biblia (Hch 20:27). Sin embargo, también observamos cómo algunos de ustedes se resisten a la verdad por un tiempo determinado. Aunque sabemos que la verdad triunfará, para los pastores no deja de ser doloroso verlos tropezar e insistir en aquello que evidentemente les traerá dolor y consecuencias.

Aunque los pastores aman a la iglesia, su amor como pastores nunca será suficiente como lo es el amor de Dios

Mientras los pastoreamos, pensamos en las palabras de Pablo: «Por tanto, todo lo soporto por amor a los escogidos, para que también ellos obtengan la salvación que está en Cristo Jesús, y con ella gloria eterna» (2 Ti 2:10). En ocasiones, dejamos que su lucha con la verdad sea un tiempo en el que parece que nos alejamos de ustedes, pero en realidad los estamos observando, dejando siempre la puerta abierta para que sepan cómo regresar a la comunión con los santos, a la iglesia del Señor, una vez que se rindan a la verdad, obedeciendo el consejo de la Palabra.

Los pastores sabemos que el carácter es algo que Dios construye, por lo que en varias ocasiones nos toca observar y dejar que Él actúe, algunas veces para sacudirlos un poco y, en otras, para hacerlos caer sobre sus rodillas. Pero esto no significa que los abandonemos, sino que estamos confiando en el proceso de Dios, sabiendo que nosotros no podemos cambiarlos, sino solo Él.

3. Los pastores nos esforzamos en pastorear al rebaño

Tenemos la ocupación de mantener al rebaño junto y en la misma dirección (Col 1:28-29). Eso puede llevarnos a veces a ocuparnos de los asuntos de una sola oveja, porque nos angustia que su alma padezca, pareciendo que olvidamos que hay otras noventa y nueve esperando a ser escuchadas y enseñadas.

Siempre necesitamos aprender y recordar que ustedes son del Dios que amamos. Aunque los amamos como nuestros, nuestro amor como pastores nunca será suficiente como lo es el amor de Dios.

Así que, sepan y recuerden que nos esforzamos cada día en administrar la gracia de Dios al pastorearlos, porque somos responsables delante de Dios por sus almas. Pero si no llegamos rápido o de la manera óptima que esperaban, no piensen que no son importantes; sepan que los tenemos en nuestras oraciones y todo lo hacemos para verlos fieles a Cristo. Aunque tardemos en acercarnos, los llevamos con nosotros, así como dice la Palabra acerca de los pastores: «porque ellos velan por sus almas, como quienes han de dar cuenta» (He 13:17b).

4. Los pastores en ocasiones nos sentimos solos

Caminemos juntos este viaje.

Aunque se enseñe mucho sobre cómo los pastores debemos cuidar nuestras relaciones personales y luchemos por no quedarnos solos mientras ejercemos nuestra labor, todavía nos sentimos a veces como seguramente Jesús se sintió al ver a Sus discípulos dormidos, después de que les pido que oraran por Él (Mr 14:40).

No puedo decir qué fue lo que sintió Jesús después de verlos vencidos de sueño en tres ocasiones, pero sí entiendo que cada momento fue usado por Dios para que Jesús dependiera en Su humanidad de Su Padre. Por lo que creo que los pastores experimentamos tiempos de soledad para depender de Dios absolutamente y nunca dar un paso atrás, pero, créannos, no es fácil…

Recuérdales a tus pastores que Jesús va a regresar por ellos, que Jesús es su Pastor y que nada les falta

Los domingos amamos verlos. A veces llegamos con pensamientos de desánimo y sentimientos de soledad, pero, mientras la reunión transcurre, poco a poco nuestro sentir cambia por alegría. Sin embargo, cuando las puertas de las instalaciones de la iglesia se cierran, inicia una jornada de responsabilidades y a veces parece que eso es todo lo que nos rodea.

Te sugiero que los domingos no solo preguntes «¿Cómo estás, pastor?», sino que busques propiciar una plática sencilla pero profunda, que levante nuestro ánimo a veces decaído por los desafíos propios de nuestra tarea. ¿Qué tal si buscas formas creativas y piadosas para hacerle saber a tus pastores que tú también estás para ellos? Los animo a tratar a sus pastores con cordialidad, afecto y cariño, es algo necesario para vencer la soledad que a veces se siente.

5. Los pastores amamos a Jesús

Recuérdennos a Jesús.

Siempre queremos ser como Él, aunque a veces es más fácil quedarnos dormidos como Pedro, Juan y Jacobo. Por eso les pido que nos recuerden Su amor y valentía. Hágannos saber qué aprendieron de Él durante la semana, recuérdennos la resurrección y la belleza de la paz que solo Él da. Ayúdennos a pedirle que sane nuestro corazón y que nos ayude a perdonar lo que nos cuesta trabajo perdonar.

Por último, recuérdennos que Jesús va a regresar por nosotros, que Jesús es nuestro Pastor y que nada nos falta.

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