El pastor John Piper recibe preguntas de algunos oyentes de su podcast Ask Pastor John. A continuación está una de esas preguntas y su respuesta.
Volvemos a las preguntas sobre nuestras tendencias perfeccionistas. Muchos de nosotros luchamos contra ello. La próxima vez veremos cómo el perfeccionismo nos hace dudar en las decisiones importantes de la vida. Pero antes, una pregunta de una estudiante: ¿cuándo son las buenas calificaciones suficientemente buenas? Este es el correo que recibimos:
«Pastor John, hola y gracias por este pódcast. Soy una estudiante de secundaria en Minnesota, estoy en el último año de la universidad y estoy tomando cinco asignaturas, así que, técnicamente, también soy una estudiante universitaria a tiempo completo. Este último año, en mis clases en línea, los profesores prohibían el uso de libros de texto durante los exámenes parciales y finales. Pero mis amigos usaban los suyos. Yo también sentí la tentación de hacer trampa, pero no lo hice. Estudié más tiempo. Si hubiera hecho trampa, habría tenido más tiempo para estudiar la Biblia, pasar tiempo con mi familia y asistir a los eventos del grupo de jóvenes de la iglesia. Sé que no puedo hacer trampa y honrar a Dios.
»Pero ¿hacer mucho por mis estudios también le honra? ¿Hasta qué punto es importante esforzarse por conseguir la nota más alta, si lograrlo me aparta de cosas más importantes? Tengo tendencia al perfeccionismo. Pero tal vez sea más sensato conformarme con notas inferiores y ser la segunda mejor en la escuela o en el trabajo, para preservar mi tiempo para otras cosas que son igual o más importantes. ¿Cómo evaluar los pros y los contras de la excelencia cuando parece más sensato conformarse con un muy buen resultado? ¿Cuándo es más sabio obtener una nota menor que obtener la más alta?».
Cuando vi esta pregunta antes y tuve la oportunidad de pensar en ella (e incluso en si quería responderla), pasé un tiempo reflexionando sobre cómo aconsejar no solo a este tipo de pregunta, sino también a este tipo de persona. Y digo esto porque ella dice: «Tengo la tendencia a ser perfeccionista». Así que tenemos a una persona —y, por supuesto, no es inusual— con una inclinación perfeccionista que lucha con las buenas notas frente a las buenas obras. Esa es una manera de decirlo.
Sabiduría para los perfeccionistas
Casi todos estarían de acuerdo en que dedicar tiempo a salvar la vida de una persona es más importante que obtener una calificación perfecta. No hay duda. Probablemente también la mayoría diría que asistir a una fiesta con tus amigos no justifica bajar tu rendimiento escolar. Pero, entre estas dos decisiones más o menos obvias, hay docenas y docenas de matices con los que alguien perfeccionista tendrá dificultades (especialmente alguien perfeccionista).
Mientras pensaba en consejos concretos que podría dar, me di cuenta de que, en cada momento, ciertas personalidades y ciertos perfeccionistas se obsesionarían con el consejo y convertirían la solución que estoy ofreciendo en parte del problema. Si les dijera: «Lee la Biblia y ora para obtener sabiduría», por ejemplo, un perfeccionista se preguntaría: «¿Cuántas horas al día debo leer la Biblia? ¿Cuántas horas debo orar?». Ahora te has metido en un agujero aún más profundo.
Entonces, la pregunta que me hago es: ¿qué puedo decir para orientar a alguien hacia el camino de convertirse en una persona verdaderamente sana? Por «persona sana» me refiero a alguien que no esté atormentado por preguntas para las que no existe una respuesta bíblica explícita. La Biblia no indica cuántas horas debe estudiar un estudiante, cuánto servicio cristiano debe realizar o cuánto tiempo debe dedicar a cultivar amistades. Una persona sana es alguien que reconoce la complejidad de estas cuestiones y busca, con humildad, una mente y un corazón transformados, capaces de tomar decisiones sabias de manera espontánea, sin caer en fijaciones ni obsesiones.
El camino hacia una forma de vida sana
Este es el camino que quiero recomendar para convertirse en una persona sana y tomar decisiones sabias cuando la Biblia no prescribe qué opción elegir. Solo tengo un consejo, seguido de algunas explicaciones sobre por qué lo doy. Mi consejo es buscar ser parte de una comunidad de personas sanas. Ese es mi consejo. Y por personas sanas me refiero a personas espiritual y psicológicamente maduras, saturadas de la Biblia, sabias, estables, sobrias, equilibradas, gozosas, humildes, valientes, amorosas: verdaderos santos sanos y fuertes.
Ahora bien, ¿por qué daría este consejo? ¿Qué fundamento bíblico respalda este tipo de recomendación para un perfeccionista? ¿Por qué espero que simplemente estar rodeado de cristianos sanos tenga un efecto positivo en personas perfeccionistas? Estas son mis tres respuestas bíblicas a esta pregunta, explicando por qué doy este consejo y por qué creo que, si lo seguimos, tendrá un efecto profundo.
1. Los sabios nos hacen más sabios.
La Biblia enseña que asociarnos con personas sabias nos hace más sabios. Proverbios 13:20 dice: «El que anda con sabios será sabio, / Pero el compañero de los necios sufrirá daño». Es una declaración asombrosa. Las formas sanas de ver el mundo y vivir con sabiduría se transmiten. No puedes programarlo, enumerarlo ni empaquetarlo. Y la mayoría de las veces, ni siquiera puedes señalar cuándo sucede. Es algo orgánico en las relaciones; es natural y maravilloso. Por eso, el salmista dice en el Salmo 119:63: «Compañero soy de todos los que te temen, / Y de los que guardan Tus preceptos».
Otra forma de decir lo mismo es que Pablo menciona al menos seis veces que sus iglesias deben imitarlo. Esto es una imitación real, de vida a vida. Y el libro de Hebreos dice algo similar: «[Sean] imitadores de los que mediante la fe y la paciencia heredan las promesas» (He 6:12). En una comunidad sana, esto simplemente sucede. A veces es más intencional, pero la mayoría de las veces es espontáneo. Se capta más de lo que se enseña. Estar rodeado de personas sanas nos hace más sanos.
Creo que esto es especialmente cierto para aquellos que luchan de manera poco saludable con decisiones para las que no hay una dirección bíblica clara ni paso a paso. Es necesario que esto provenga de una orientación interna sana hacia el mundo, algo que absorbemos en gran medida de las personas sanas que nos rodean.
2. La Biblia asume que debemos pasar tiempo juntos.
Esta es la segunda forma en que la Biblia respalda este tipo de consejo. El Nuevo Testamento utiliza la frase «unos a otros» más de noventa veces. Y eso sin contar expresiones como «entre sí»; solo «unos a otros». Incluye mandatos como «ámense unos a otros», «tengan comunión unos con otros», «salúdense unos a otros», «sírvanse unos a otros», «muestren hospitalidad unos a otros», «oren unos por otros», «confiesen sus pecados unos a otros», «anímense unos a otros», «motívense unos a otros», «exhórtense unos a otros», «recíbanse unos a otros», «háganse el bien unos a otros», «amonéstense unos a otros», «sopórtense unos a otros», «cuídense unos a otros»… y la lista sigue.
En otras palabras, el plan de Dios para sanar nuestros defectos de personalidad —y todos los tenemos; no estoy señalando a esta joven—, Su plan para madurar nuestras habilidades relacionales, para capacitarnos a tomar decisiones sabias y para hacernos crecer en cómo nos servimos y amamos unos a otros es que pasemos tiempo juntos. Y que los más maduros se conviertan en una influencia natural para los menos maduros.
3. Dios nos ha diseñado para el bien común.
Aquí hay otra forma en que el Nuevo Testamento respalda este tipo de consejo. Al hablar de los dones espirituales y su uso en la iglesia, Pablo dijo: «Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común» (1 Co 12:7). «Diversidad de dones», «diversidad de ministerios», «diversidad de operaciones», todos con este propósito: el bien común (1 Co 12:4-7). O, dicho de otra manera, «la salud psicológica y espiritual común», «el bienestar psicológico común», «la capacidad común para tomar decisiones sabias y pacíficas sobre las calificaciones escolares en relación con otras cosas buenas».
Así pues, le digo a nuestra estudiante de último año de secundaria en Minnesota —que quizás pertenezca a nuestra iglesia— que, a largo plazo y para toda la vida, la respuesta a su pregunta es pasar tiempo con personas maduras y sanas, tanto psicológica como espiritualmente. Sé parte de una iglesia sana. Sé que esta no es una respuesta satisfactoria a corto plazo para cuestiones específicas de este semestre, lo entiendo. Pero es lo que todos necesitamos para el resto de nuestra vida.