Soy un defensor de la idea de planificar la predicación.
Planifico mi predicación con un año de anticipación y exhorto a otros predicadores a que hagan lo mismo. Cualquier plan es mejor que no tener uno: puede ser un plan para el próximo trimestre o mes. Tal vez uno para las próximas dos semanas. Cualquiera de estas opciones supera la presión de tener que buscar algo qué predicar cada semana.
Existen múltiples beneficios de desarrollar un plan de predicación:
- Ahorra tiempo.
- Alivia el estrés.
- Te permite trabajar por adelantado.
- Te permite ser intencional sobre la dieta con la que alimentas a tu congregación.
- Te brinda la oportunidad de buscar recursos para una preparación efectiva.
Sin embargo, hay otra razón para planificar tu predicación que puede ser la más importante de todas: un calendario de predicación te ayuda a planificar en qué momentos no vas a predicar.
Programé momentos en los que no estaría predicando en la primera iglesia en la que serví. Por ejemplo, tenía el mes de agosto libre. Rara vez me sentaba el mes completo, pero era refrescante la libertad de elegir varias semanas en las que no estaría en el púlpito. No he sido tan bueno con esto en mi posición pastoral actual y tanto la congregación como yo hemos sufrido las consecuencias.
No es la predicación lo que más agota a los predicadores, sino el proceso de preparación del sermón. Los sermones no crecen en árboles. Si tomas tu predicación en serio, te costará esfuerzo en el estudio. Es como preparar un trabajo final para cada sermón y hacer una presentación oral del mismo. Esa carga gozosa crece si predicas varias veces a la semana, sin hablar de las otras responsabilidades personales y ministeriales que el pastor-maestro tiene durante la semana.
El ministerio pastoral es un maratón, no una carrera de 100 metros. Mantén un ritmo que puedas llevar a largo plazo
La salud del predicador, tanto física como espiritual, requiere que rompa la rutina en intervalos. Un arco que siempre está doblado pronto se romperá. Los músculos crecen a través de un ciclo de ejercicio y descanso. Si quemas la vela en ambos extremos, no brillarás mucho.
En una conversación reciente con varios pastores, uno de ellos mencionó que tiene un acuerdo con su congregación para predicar cuarenta semanas al año. Ese es un buen plan, pero no todos los pastores pueden salirse con la suya estando tanto tiempo fuera del púlpito. Es posible que otros no quieran. Debes determinar cuál es la cantidad de tiempo razonable que puedes estar fuera del púlpito.
Estos descansos planificados no son solo para el predicador. Tu congregación también necesita un descanso de ti. Si tu iglesia está alimentando a predicadores jóvenes, ellos necesitan oportunidades para predicar. También es beneficioso para tu congregación escuchar ocasionalmente a otros pastores invitados. Si tu congregación no puede o no quiere escuchar a nadie más que a ti, se trata de un culto a la personalidad y no de una iglesia.
Espero que consideres la planificación de tu predicación con seriedad. Mientras lo haces, no olvides planificar los momentos en los que no vas a predicar. El ministerio pastoral es un maratón, no una carrera de 100 metros. Mantén un ritmo que puedas llevar a largo plazo. Mantente en la carrera y termina bien.