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Nota del editor: 

Véase también «el otro lado de la moneda»: Por qué soy continuista, por Thomas Schreiner. También puedes leer una opinión distinta en el artículo Fuego extraño, escrito por José Mercado.

 

No estoy escribiendo sobre este tema porque tenga la respuesta final sobre los dones espirituales, puesto que es una cuestión difícil, y cristianos que aman a Dios y a la Biblia están en desacuerdo. Los lectores deben saber que Sam Storms y yo somos amigos. Nos amamos unos a otros, a pesar de que diferimos en un tema secundario o terciario, mientras que al mismo tiempo defendemos la importancia de la verdad. Con los años me he convencido de que algunos de los llamados dones carismáticos ya no se dan y que no son una característica regular de la vida en la iglesia. Pienso, en particular, en los dones de apostolado, profecía, lenguas, sanación y milagros (y tal vez de discernimiento de los espíritus). ¿Por qué iba alguien a pensar que algunos de los dones han cesado? Voy a argumentar que dicha lectura se ajusta mejor a la Escritura y la experiencia. La Escritura tiene prioridad sobre la experiencia, ya que es la autoridad final; pero la Escritura también debe correlacionarse con la vida, y nuestras experiencias nos deben provocar a asegurarnos de si hemos leído la Biblia correctamente. Ninguno de nosotros lee la Biblia en el vacío y, por lo tanto, tenemos que volver a las Escrituras varias veces para asegurarse de que la hemos leído con fidelidad.

El fundamento de los apóstoles y los profetas

Pablo dice que la iglesia está edificada «sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas» (Ef 2:20). Llego a la conclusión de que todo lo que necesitamos saber para la salvación y la santificación se ha dado a nosotros por medio de la enseñanza de los apóstoles y profetas, y que esta enseñanza se encuentra en las Escrituras. Ahora que Dios ha hablado en los últimos días por medio de su Hijo (He 1:2), no necesitamos más palabras de Él para explicar lo que Jesucristo ha hecho en su ministerio, muerte y resurrección. En lugar de ello, debemos exhortarnos «a contender ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos» por medio de los apóstoles y profetas (Jud 3). Para decirlo de otra manera, ya no tenemos apóstoles como Pablo, Pedro y Juan. Ellos nos dieron la enseñanza autoritativa por la cual la iglesia sigue viviendo hasta nuestros días, y que es la única enseñanza que necesitaremos hasta que Jesús regrese. Sabemos que nuevos apóstoles no aparecerán, ya que Pablo dice específicamente que él era el último de los apóstoles (1 Co 15:8). Y cuando Jacobo, hermano de Juan, murió (Hch 12:2), no fue reemplazado. Apóstoles, en el sentido técnico, se limitan a los que han visto al Señor resucitado y han sido comisionados por Él, y nadie desde los tiempos apostólicos se ajusta a estos criterios. Los apóstoles fueron designados exclusivamente para los primeros días de la iglesia para establecer la doctrina ortodoxa.

No hay justificación, entonces, en decir que todavía hay apóstoles hoy. De hecho, si alguien dice hoy ser un apóstol, deberíamos estar preocupados, porque tal afirmación abre la puerta a la enseñanza falsa y al abuso de autoridad. Si el don del apostolado ha terminado, entonces otros dones pueden haber cesado también, ya que el fundamento ha sido puesto por los apóstoles y profetas (Ef 2:20). Llego a la conclusión de este punto que el don de la profecía ha terminado también, porque los profetas identificados aquí son el mismo tipo mencionado en otra parte (cp. 1 Co 12:28; Ef 3:5; 4:11). Las primeras iglesias no tenían el canon completo de las Escrituras durante algún tiempo, y por lo tanto era necesario un ministerio profético autoritario e infalible para sentar las bases para la iglesia en esos primeros días.

El argumento bíblico más importante en contra de lo que estoy diciendo es la afirmación de que el Nuevo Testamento (NT) se diferencia de la profecía del Antiguo Testamento (AT), porque algunos dicen que la profecía del AT es infalible pero la profecía del NT se mezcla con el error. Pero la idea de que los profetas del Nuevo Testamento podrían cometer errores no es convincente por varias razones.

1) El peso de la prueba recae sobre aquellos que dicen que la profecía en el Nuevo Testamento es de una naturaleza diferente a la profecía en el Antiguo Testamento. Los Profetas en el Antiguo Testamento solo se consideraron profetas de Dios si eran infalibles (Dt 18:15-22), y lo mismo es casi seguro en el NT.

2) La amonestación para juzgar las profecías en lugar de los profetas (1 Co 14:29-32; 1 Ts 5:19-20) es a menudo adjudicado a que el don es diferente en el NT. Pero este argumento no es convincente, porque la única manera de juzgar profetas en ambos Testamentos es por sus profecías. Solo sabemos que los profetas no son de Dios si sus profecías son falsas o si sus palabras contradicen las enseñanzas bíblicas.

3) No tenemos ejemplo de un profeta genuino del NT que se haya equivocado. Agabo no se equivocó al profetizar que Pablo estaría atado por los judíos y entregado a los romanos (Hch 21:10-11). Decir que erró exige más precisión de lo que las profecías justifican. Por otra parte, después de que Pablo fuera detenido, apeló a las palabras de Agabo, diciendo que fue entregado a los romanos por los judíos (Hch 28:17), así que está claro que no creía que Agabo hay cometido un error. Agabo habló las palabras del Espíritu Santo (Hch 11:28; 21:11), así que no tenemos ejemplo en el Nuevo Testamento de profetas cuyas profecías se mezclaron con el error. Algunos objetan que mi visión de la profecía es desviada ya que había cientos y miles de profecías en tiempos del NT que nunca llegaron a ser parte del canon. Esa objeción no es convincente, sin embargo, porque lo mismo era cierto en el Antiguo Testamento. La mayor parte de las profecías de Elías y Eliseo nunca fueron escritas. O podemos pensar en los 100 profetas escondidos por Abdías (1 R 18:4). Al parecer ninguna de sus profecías fueron parte de la Escritura. Sin embargo, las profecías eran del todo ciertas  y sin mezcla de error, o de lo contrario no habrían sido profetas (Dt 18:15-22). El mismo principio se aplica a las profecías de los profetas del NT. Sus palabras no se registran para nosotros, pero si eran verdaderamente profetas entonces sus palabras eran infalibles.

Lo que algunas personas hoy en día llaman «profecías» son en realidad impresiones de Dios. Él puede usar impresiones para guiar y conducirnos, pero no son infalibles, y siempre deben ser probadas por las Escrituras. También debemos consultar con consejeros sabios antes de actuar en tales impresiones. Yo amo a mis hermanos carismáticos, pero lo que ellos llaman «profecía» de hoy no es en realidad el don bíblico de profecía. Impresiones dadas por Dios no son lo mismo que las profecías.

¿Qué pasa con las lenguas?

El don de lenguas es un problema más difícil. En Hechos (2:1-4; 10:44-48; 19:1-7) este don significa que la época de cumplimiento ha llegado a donde se están cumpliendo las promesas del pacto de Dios. 1 Corintios 14:1-5 y Hechos 2:17-18 también sugieren que interpretar (o entender) lenguas son equivalentes a la profecía. Parece, entonces, que la profecía y las lenguas están estrechamente relacionadas. Si la profecía ha dejado de existir, entonces, las lenguas probablemente han terminado también. Además, está claro a partir de Hechos que el don implica el hablar en lenguas extranjeras (Hch 2), y Pedro enfatiza en el caso de Cornelio y sus amigos que los gentiles recibieron el mismo don que los judíos (Hch 11:16-17). Tampoco es convincente decir que el don en 1 Corintios 12-14 es de una naturaleza diferente (es decir, expresiones de éxtasis). La palabra lenguas (glossa) indica un código lingüístico, un lenguaje estructurado, no vocalización al azar y libre. Cuando Pablo dice que nadie entiende a los que hablan en lenguas, ya que pronuncian misterios (1 Co 14:2), él no está sugiriendo que el don es diferente de lo que encontramos en Hechos. Aquellos que escucharon las lenguas en Hechos entendían lo que decían porque sabían los lenguajes que los apóstoles estaban hablando. Si no se conoce el idioma, entonces el orador de la lengua habla misterios. Tampoco 1 Corintios 13:1 (lenguas de ángeles) apoya la idea de que el don de lenguas consiste en expresiones extáticas. Pablo usa la hipérbole en 1 Corintios 13:1-3. Él exagera claramente cuando se refiere al don de profecía (1 Co 13:2), porque nadie que profetiza conoce «todos los misterios y toda ciencia».

Creo que lo que está sucediendo en los círculos carismáticos hoy, con respecto a las lenguas, es similar a lo que vimos con la profecía. El don es redefinido para incluir la vocalización libre, y entonces la gente dice tener el don descrito en las Escrituras. Al hacerlo, redefinen el don para dar cabida a la experiencia contemporánea. Entonces ¿son demoníacas las lenguas contemporáneas? No lo creo. Estoy de acuerdo con J.I. Packer, que la experiencia es más una forma de relajación psicológica.

Milagros y sanidades

¿Qué pasa con los milagros y sanidades? En primer lugar, creo que Dios todavía sana y hace cosas milagrosas, y debemos orar por tales. La Escritura no es tan clara en este asunto y, por lo tanto, estos dones podrían existir hoy. Sin embargo, la función principal de estos dones era acreditar el mensaje del evangelio, lo que confirma que Jesús era Señor y Cristo. Dudo que el don de milagros y sanidades existe hoy en día, ya que no es evidente que los hombres y mujeres en nuestras iglesias tienen tales dones. Ciertamente, Dios puede sanar, y a veces lo hace, pero ¿dónde están las personas con estos dones?

Las afirmaciones de milagros y sanidades deben ser verificadas, así como el pueblo verificó la sanidad del ciego en Juan 9. Hay una especie de escepticismo bíblicamente justificado. Ahora, ¿es posible que Dios en situaciones misioneras de vanguardia conceda milagros y señales y prodigios, para acreditar el evangelio como lo hizo en los tiempos apostólicos? Sí. Pero eso no es lo mismo que tener estos dones como un elemento habitual en la vida actual de la iglesia. Si las señales y milagros de los apóstoles regresaron, deberíamos ver a los ciegos recibir su vista, los cojos andar y los muertos resucitar. Dios sana hoy (a veces de manera espectacular), pero la sanidad de los resfriados, la gripe, articulaciones, el estómago y problemas de espalda, y así sucesivamente, no están en la misma categoría que las sanidades que se encuentran en las Escrituras. Si las personas realmente tienen el don de sanidad y milagros hoy en día, tienen que demostrarlo al hacer las clases de sanidades y milagros que se encuentran en la Biblia.

¿Contradice 1 Corintios 13:8-12 a su opinión?

Vamos a considerar una objeción a la idea de que algunos de los dones han cesado. ¿Enseña 1 Corintios 13:8-12 que los dones perduran hasta que Jesús venga otra vez? Ciertamente este texto enseña que los dones podrían durar hasta que Jesús regrese. No hay enseñanza definitiva en la Biblia de que han cesado. Incluso, podríamos esperar que duren hasta la segunda venida. Pero vemos indicios de Efesios 2:20 y otros textos que los dones han desempeñado un papel fundamental. Concluyo, entonces, que 1 Corintios 13:8-12 permite, pero no requiere, que los dones continúen hasta la segunda venida. Y los dones, tal como se practican hoy en día, no encajan con la descripción bíblica de estos dones. Por razones como estas, los reformadores y la mayor parte de la tradición protestante hasta el siglo XX creyeron que los dones habían cesado. Llego a la conclusión de que tanto la Escritura y la experiencia verifican su afirmación sobre el asunto.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Armando Valdez.
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