Adversidad no es una palabra que aceptemos con facilidad. Representa dolor, angustia, e incertidumbre; un tiempo y espacio del cual todos queremos escapar. ¿Por qué, entonces, Dios permite la adversidad en nuestras vidas? 1 Pedro 1:1-4 es uno de los pasajes que nos brinda algunas respuestas.
Pedro escribió su primera carta en el año 64 d.C, diez años después de que Nerón fue nombrado emperador de Roma. Es una epístola escrita durante uno de los periodos más fuerte de persecución a la iglesia en el primer siglo. Seguramente los lectores originales se preguntaban: ¿Cómo Dios puede permitir que nos pase esto?
La pandemia actual contribuye a que esta pregunta siga siendo relevante. Aunque no podemos explicar todo sobre por qué Dios permite la adversidad, en los primeros versículos de 1 Pedro encontramos tres lecciones que nos ayudan a atravesarla de la mano con Jesús.
1. Dios permite la adversidad para que nos gocemos en su elección
“Pedro, apóstol de Jesucristo: A los expatriados, de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos según el previo conocimiento de Dios Padre, por la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con Su sangre”, 1 Pedro 1:1-2.
Pedro comienza su carta exhortando a la iglesia con la palabra elegidos. Así nos recuerda la acción de Dios en la eternidad pasada en la que Él nos eligió antes de la existencia de todas las cosas materiales e inmateriales, de manera libre. Nadie lo obligó o lo convenció. Él nos escogió en Cristo sin necesidad de nuestras buenas obras.
La adversidad es una ocasión para gozarnos más en esta verdad. Dios en su soberanía ha elegido la adversidad para hacernos a la imagen de su Hijo (Ro. 8:28-29). Si Dios no permite dificultades, cultivaremos nuestro egoísmo arrastrados por la atracción de este mundo. Corremos el riesgo de deslizarnos de la fe y creer las mentiras de Satanás. La adversidad nos ayuda a valorar y gozarnos en la elección de Dios a nuestro favor y para Su gloria.
Podemos agradecer que el bien que Dios nos hizo en el pasado es la garantía del bien que Dios nos concede hoy y para el futuro.
2. Dios permite la adversidad para que veamos a Cristo como nuestra esperanza
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según Su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”, 1 Pedro 1:3.
Debemos recordar que la adversidad es parte de la vida del cristiano, pero también que nos espera una gloria que hará que toda dificultad valga la pena
En medio de la adversidad actual, la ansiedad toma lugar, el miedo extiende sus tentáculos, y la duda carcome la mente de muchos. Pero mientras el mundo tiembla de miedo por un virus, la iglesia pone su confianza en Dios por su misericordia que nos hizo nacer de nuevo a una esperanza viva mediante la resurrección de Jesucristo.
Necesitamos preguntarnos, ¿deberíamos agradecer a Dios por esta adversidad? Y nuestra respuesta debería ser: ¡Sí, bendita adversidad! Nos arroja a conocer más a nuestro Salvador, nos lleva a orar más, hace que leamos la Biblia con mayor necesidad, y conduce a valorar más a la iglesia.
La adversidad existe para que aprendamos a vivir con esperanza, la cual no se trata de un estado de ánimo sino de una persona: Jesucristo. A través de las dificultades conocemos más a nuestro fiel Salvador.
3. Dios permite la adversidad para enseñarnos a vivir sin miedo
“… para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para ustedes”, 1 Pedro 1:4.
Si estás en Cristo, tienes una herencia que ni la muerte puede corromper, mucho menos un virus. Una herencia sin mancha y verdadera, que permanece como una fortaleza. Por lo tanto, no tenemos razón para el temor. Podemos vivir descansando en Dios.
Debemos recordar —al igual que nuestros hermanos de la iglesia del primer siglo— que la adversidad es parte de la vida del cristiano, pero también que nos espera una gloria que hará que toda dificultad valga la pena (incluyendo este coronavirus).
Conclusión
Necesitamos conocer más los propósitos por los que Dios nos lleva a sufrir y permanecer fieles a Él a través de la adversidad.
Corramos hacia Cristo, sabiendo que Dios ha paralizado al mundo para mostrarnos que dependemos de Él, que hemos olvidado la realidad de lo eterno por seguir distracciones, y que la esperanza cristiana es un eco de la convicción que la fe nos da.
Déjame concluir con esta cita del pastor John Piper:
“Para el cristiano las cosas pueden ir realmente mal en este momento y, sin embargo, no robarle su alegría. La alegría [cristiana] es la alegría de la esperanza. Los cristianos ponen su corazón en lo bueno que será en la era venidera y en la presencia de Cristo después de la muerte. Es por eso que los cristianos pueden regocijarse en la tribulación y no solo en la salud, la paz, y la seguridad. La tribulación conduce las raíces de la alegría [del creyente] a la esperanza. La alegría futura… aligera cada carga”.