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Recuperar lo perdido

Es difícil olvidar la historia de Jesús y Zaqueo. La escena es un poco extraña: un hombre pequeño, odiado pero curioso, se sube a un árbol para ver a Jesús. Él se detiene para decir: «Zaqueo, date prisa y desciende, porque hoy debo quedarme en tu casa». La multitud se queja mientras que Zaqueo se desborda de alegría y arrepentimiento. Entonces Jesús habla de una de las promesas más consoladoras jamás hechas: «El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lc 19:1-10).

A lo largo de la historia del cristianismo, los evangelios que han recibido más atención son los escritos por Mateo y Juan, apóstoles de Jesús. Los estudiosos de los últimos dos siglos se han centrado en el Evangelio de Marcos, porque lo consideran como el registro más antiguo de la vida de Jesús. Debido a estas tendencias, es fácil pasar por alto el libro de Lucas, lo que resulta en una imagen incompleta de la vida, el corazón y el ministerio de Jesús. Cuando estudiamos a Lucas, recuperamos lo que de otro modo se perdería.

¿Qué es exactamente lo que nos proponemos recuperar? Un 35% del total del Evangelio de Lucas no se encuentra en ninguna otra fuente. En este libro nos encontramos con Zaqueo, visitamos la casa de María y Marta y vemos la resurrección del hijo de una viuda (10:38-42; 7:11-17). Aquí, y solo aquí, encontramos las parábolas del buen samaritano, el hijo pródigo, el fariseo y el recaudador de impuestos, y otras. Cuando estudiamos a Lucas, escuchamos estas parábolas en su entorno original, dando vida nueva a palabras familiares.

Buenas noticias para los pobres

«EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTÁ SOBRE MÍ, PORQUE ME HA UNGIDO PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO A LOS POBRES» (Lc 4:18). Esta es la primera muestra que Lucas nos da del mensaje de Jesús. Si bien este énfasis se encuentra a lo largo de los cuatro evangelios, es Lucas quien llama la atención de manera más consistente sobre el ministerio de Jesús a los perdidos, los menos favorecidos y los excluidos.

En muchas historias exclusivas de Lucas, Jesús defiende a las personas arrepentidas que, como Zaqueo, son descartadas y calificadas como la «clase pecadora» por los fariseos (Lc 7:36-50; 15:1-32). En este evangelio, escuchamos con frecuencia que el reino de Dios exalta a los humildes y derriba a los soberbios (1:51-53; 14:7-14; 18:9-14). Es en Lucas donde aprendemos más sobre la interacción de Jesús con las mujeres y su actitud hacia ellas.

Cuando estudiemos el Evangelio de Lucas, ¿no arderá nuestro corazón de amor por Cristo?

En un momento en que nuestra sociedad lucha con lo que significa administrar el poder con integridad y cuando la iglesia occidental busca derribar las barreras entre las culturas mayoritarias y minoritarias, el evangelio de Lucas tiene mucho que enseñarnos.

Salvación hasta los confines de la tierra

«Buscar y salvar a los perdidos». El vocabulario de la salvación aparece más en los escritos de Lucas que en los de cualquier otro autor del Nuevo Testamento. Por un lado, esto no es sorprendente. Cuando incluimos el libro de los Hechos, Lucas escribió en extensión más del Nuevo Testamento que nadie. Entonces, es lógico pensar que cuando contamos el número de palabras escritas, Lucas estará en la cima.

Pero en Lucas, la salvación es más que una cuestión de estadísticas. Aquí escuchamos de manera continua los latidos del corazón de Dios por la salvación del mundo, que va desde la esperanza del profeta Isaías de que «toda carne verá la salvación de Dios» (citado en Lc 3:6), hasta el último recordatorio de Jesús de que «en Su nombre se predicará el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén» (24:47).

La iglesia en el mundo occidental está perdiendo su influencia y privilegio cultural. Cuando cree que su propia supervivencia está amenazada, es difícil preocuparse por difundir las buenas nuevas de salvación a un mundo perdido. Estudiar a Lucas puede renovar nuestra visión y celo por llevar las buenas nuevas de salvación a nuestro prójimo y a todas las naciones.

Un corazón ardiente

La razón más importante para estudiar el Evangelio de Lucas se capta en las palabras de Cleofás y otro discípulo anónimo. Después de un encuentro con el Jesús resucitado, se dicen unos a otros: «¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros… cuando nos abría las Escrituras?» (24:32).

Jesús les había estado enseñando que toda la Escritura siempre se ha centrado en Él como el cumplimiento del plan de redención de Dios (24:26-27). Cuando estudiamos el Evangelio de Lucas, vemos a Jesús, el Redentor. Escuchamos las palabras de Jesús, el amigo de los pecadores. Sentimos el latido del corazón de Jesús, quien busca y salva a los perdidos. Cuando estudiemos el Evangelio de Lucas, ¿no arderá nuestro corazón de amor por Cristo? ¿Y no rebosará este amor por la salvación del mundo?


Publicado originalmente en Crossway. Traducido por Martín Manchego.
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