¿Es el Antiguo Testamento solo una profecía misteriosa?
Hace poco, mi esposa escuchó a una hermana que estaba entre los miembros más antiguos de nuestra iglesia exclamar que antes de que yo llegara, hace casi ocho años, nunca había escuchado un solo sermón sobre uno de los profetas del Antiguo Testamento. ¡Y ella había sido miembro de la iglesia por más de cuarenta años! No me sorprendió.
Los profetas no son exactamente libros para sentirse bien ni parecen contener el tipo de «información-práctica-que-puedes-usar», como la que se encuentra en las epístolas o en la literatura sapiencial. Si solo buscas una buena historia, los profetas son francamente confusos. En ninguna parte de la Biblia eso es más cierto que en Ezequiel. Entonces, a menos que seas una de esas personas a las que les gusta descifrar la profecía misteriosa, ¿por qué estudiar el libro de Ezequiel? Aquí hay tres razones.
Mírate en el espejo
La primera razón para estudiar Ezequiel es que te ayudará a verte a ti mismo y en especial tu pecado de manera más clara. El profeta Ezequiel fue comisionado para ser un centinela que debía hacer sonar la advertencia para las primeras oleadas de exiliados en Babilonia (3:17). El problema era que la gente no quería escuchar su advertencia, en gran parte porque no tenían una comprensión precisa de sí mismos ni de su relación con Dios (2:4-7).
Ezequiel en repetidas ocasiones muestra un espejo a Israel, para que pueda ver su idolatría (p. ej., caps. 8, 14, 16), su orgullo (p. ej., cap. 19), sus esperanzas fuera de lugar (p. ej., cap. 17), su justicia propia (p. ej., cap. 18) y su infidelidad (p. ej., cap. 23). No les permite mirar hacia otro lado, ni minimizar sus pecados, ni refugiarse en excusas endebles. En un lenguaje gráfico y a veces chocante, ayuda a Israel a ver la verdad dolorosa de su condición ante el Señor. Debido a que no quieren escuchar, no quieren mirarse en el espejo de la Palabra, Dios ordena al profeta que actúe el mensaje en un «teatro callejero» a veces cómico, pero a menudo doloroso.
A ninguno de nosotros nos gusta mirarnos en el espejo y ver que hay algo malo. Preferimos estudiar la Escritura en busca de mensajes que hablen sobre cuánto Dios nos ama y qué grandes planes tiene para nosotros (lo cual es cierto). Preferimos consultar la Palabra de Dios en busca de sabiduría práctica y ayuda sólida para navegar ante los desafíos de la vida (que las tiene). Pero si no vemos qué es lo que está mal, no tomaremos medidas para solucionarlo. Ese es uno de los objetivos de Ezequiel: ayudarnos a ver la verdadera naturaleza de nuestro problema para que nos arrepintamos y nos volvamos a Dios por el perdón y la misericordia que necesitamos (18:30-32).
Obtén una perspectiva del plan de Dios
La segunda razón es que Ezequiel quiere que entendamos lo que Dios está haciendo. Profetizó en las décadas anteriores y posteriores a la caída de Jerusalén y la destrucción del templo. Ese evento catastrófico marca el centro de su profecía y el punto de inflexión del libro.
Con la ciudad invadida y el templo destruido, el pueblo de Dios se preguntaba qué estaba haciendo Dios, si las promesas habían fallado, si su futuro se había ido. Así que Ezequiel aclara que Dios juzgará a las naciones, tal como había juzgado a Israel (caps. 25 – 32). La justicia de Dios no muestra parcialidad. Pero luego de haber juzgado a Su hijo, Israel, Dios también mostraría Su fidelidad al devolverle la vida.
En un acto de poderosa recreación, Su Espíritu restauraría a Israel (cap. 37). Por causa de Su propia gloria, haría con Su pueblo un pacto nuevo que no podría ser quebrantado y pondría en ellos Su propio Espíritu (cap. 36). Vivirían en paz y seguridad bajo su pastor David y Dios mismo sería su Pastor (cap. 34). Esta restauración culminaría en un templo ideal en medio de una tierra prometida de nueva creación (caps. 40 – 46; 47 – 48), de la cual Dios nunca más se apartaría (43:7).
Para personas como los israelitas y nosotros, quienes se preguntan si Dios tiene un plan, las visiones de Ezequiel brindan esperanza y certeza. Algunas de las visiones son oscuras en sus detalles, pero su punto es claro. Los cristianos a veces no están de acuerdo sobre el tiempo y el lugar de su cumplimiento, pero comparten la certeza de ese cumplimiento.
El plan de Dios se cumplió en la cruz de Jesucristo, se manifiesta ahora en la vida de la iglesia y se consumará en la Nueva Jerusalén
La falta de detalles a veces es frustrante, pero esa misma falta deja en claro que Dios no nos está dando un plan que debemos cumplir. Más bien, nos asegura que por medio del poder del Espíritu y del establecimiento del Nuevo Pacto, cumplido en la obra terminada de Jesucristo, Dios ciertamente logrará lo que no merecemos ni podemos lograr por nosotros mismos.
Es fácil perder la perspectiva en medio de los desafíos y pruebas de la vida. También es fácil consumirse y distraerse con disputas sobre los detalles y la secuencia de los últimos días. Ezequiel levanta nuestra mirada y reenfoca nuestra visión en la centralidad y certeza de la obra salvadora y gratuita de Dios en el evangelio. A pesar de lo que vemos en el mundo que nos rodea, o en nuestras propias vidas, el plan de Dios se cumplió en la cruz de Jesucristo, se manifiesta ahora en la vida de la iglesia y se consumará en la Nueva Jerusalén, en la que no habrá templo «porque su templo es el Señor, el Dios Todopoderoso, y el Cordero» (Ap 21:22).
Encuentra esperanza en medio del sufrimiento
Una de las preguntas candentes de Ezequiel es «¿Dónde está Dios?». El libro comienza con el pueblo de Dios en el exilio y Él se manifiesta de manera inesperada (cap. 1). ¿Qué está haciendo Dios en Babilonia? ¿Por qué no está en el templo de Jerusalén? En imágenes dramáticas y conmovedoras, se le revela a Ezequiel que Dios ha abandonado el templo de Jerusalén por causa de los pecados de Israel (caps. 8 – 10).
El exilio no se puede evitar; el juicio de Dios no se puede eludir (cap. 12). La pregunta se plantea en la primera mitad del libro y la respuesta parece evidente: «El SEÑOR ha abandonado la tierra, el SEÑOR nada ve» (9:9).
Ezequiel levanta nuestra mirada y reenfoca nuestra visión en la centralidad y certeza de la obra salvadora y gratuita de Dios en el evangelio
Pero casi desde el principio del libro, Dios deja en claro que en medio del sufrimiento y el juicio, los israelitas han malentendido Su corazón. Dios declara: «Aunque Yo los había dispersado por las tierras, sin embargo fui para ellos un santuario por poco tiempo en las tierras adonde habían ido» (11:16). Su llegada a Babilonia no solo marca Su juicio sobre Jerusalén, sino que anticipa Su juicio triunfante sobre los enemigos de Israel (caps. 38 – 39). Su propósito es poner Su Espíritu dentro de Su pueblo y restaurarlo bajo un rey como David (37:24-28). El libro termina con una mirada final a la ciudad restaurada, que nunca se llama Jerusalén, sino más bien: «El SEÑOR está allí» (48:35).
Ezequiel quiere que sepamos que Dios está donde siempre está; Él está con Su gente. El Señor está con Su pueblo en medio de Su juicio; una verdad que encuentra su máxima expresión en la cruz, cuando el Hijo cargó con los pecados de los hijos. Él está con ellos en la vida nueva que les da por medio del nuevo pacto, porque Él pone Su Espíritu mismo dentro de ellos. Esa promesa también se cumplió por medio de Cristo, quien ascendió al Padre para poder enviarnos al Espíritu (Jn 14:16, 26), y quien aún ahora nos da vida por el poder del Espíritu (Jn 3:5-8). Además estará con ellos para siempre en la Nueva Jerusalén; la cual es el pueblo de Dios, una ciudad que no necesitará templo porque Dios mismo habitará en medio de ellos (Ap 21).
Ezequiel quiere que sepamos que Dios está donde siempre está; Él está con Su gente
¿Dónde está Dios cuando tu mundo se desmorona, cuando Su promesas parecen por completo lejanas, cuando el enemigo parece tener la ventaja y sientes como si Dios no viera ni le importara?
Ezequiel conocía por amarga experiencia esa realidad y el dolor de esta pregunta. Pero estudiamos este libro no porque pudiera dar voz a nuestras preguntas, sino porque dio voz a la respuesta de Dios. La esperanza no se encuentra en nuestras circunstancias, nuestros sentimientos o nuestros esfuerzos, sino en la confianza de que Dios está con Su pueblo, pues lo que profetizó Ezequiel, Jesucristo lo cumplió: «¡Recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28:20).
Por eso debes estudiar a Ezequiel.