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Fragmento de Nuestra adoración importa: Guiando a otros a encontrarse con Dios. Bob Kauflin. B&H publicaciones. Lee la reseña aquí.


El evangelio no es un tema más a elegir cuando venimos a adorar a Dios. Es el tema central y fundamental. Toda nuestra adoración se origina y se centra en la cruz de Jesucristo.

La cruz representa todo lo que fue cumplido a través de la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, el Hijo de Dios. Se centra en su muerte sustitutoria en el Calvario, pero incluye todo lo que dio significado a ese acto: su preexistencia en gloria, su encarnación, su vida de perfecta obediencia, su sufrimiento, su resurrección, su ascensión, su intercesión presente y reino en gloria, su retorno triunfal.

Los escritores del Nuevo Testamento continuamente retornan al sacrificio de Cristo por nuestros pecados como el centro de la adoración y de la vida (1 Cor 2:2, 15:3; 1 Pe 2:24; 1 Jn 4:10).

No entenderemos la adoración hasta que no entendamos la cruz. Aquí el porqué.

Nuestro acceso a Dios

Solamente la obra de Cristo en la cruz garantiza nuestro completo e inmediato acceso a Dios.

Cuando nos acercamos a Dios por medio de Cristo, “tenemos libertad y acceso a Dios con confianza por medio de la fe en él” (Ef. 3:12). Durante siglos, antes de la venida de Cristo, el sumo sacerdote representaba al pueblo una vez al año cuando entraba al lugar santísimo para hacer expiación por sus pecados. El hombre más santo de la tribu más santa ofrecía el sacrificio más santo en el lugar más santo por el pueblo más santo sobre la tierra. Intentar acercarse a Dios de otra manera o por otro medio resultaría en muerte segura (Lev. 16:2).

Ahora Jesús ha entrado en un lugar más santo, el santuario celestial, habiendo expiado por nuestros pecados y habiendo roto el velo que nos separaba de Dios.

Entonces, hermanos, puesto que tenemos confianza para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, por un camino nuevo y vivo que él inauguró para nosotros por medio del velo, es decir, su carne, y puesto que tenemos un Gran Sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo nuestro corazón purificado de mala conciencia y nuestro cuerpo lavado con agua pura (Hebreos 10:19-22).

Sin la obra terminada de Cristo, no tendríamos acceso a Dios. Como nuestro Sumo Sacerdote y sacrificio perfecto, Jesús es nuestra entrada a la presencia de Dios. Sin su sacrificio sustitutorio nunca nos podríamos acercar a Dios. Esto hace una gran diferencia cuando dirigimos a otros para adorar a Dios.

Bíblicamente hablando, ningún líder de adoración, pastor, banda o canción nos acercará a Dios. Gritar, danzar o profetizar no nos pueden llevar a la presencia de Dios. La adoración en sí misma no puede guiarnos hacia la presencia de Dios. Solamente Jesucristo puede llevarnos a la presencia de Dios, y lo ha hecho a través de un solo sacrificio que nunca será repetido.

Necesitamos recordar que nuestro acceso a Dios no está basado en el desempeño de la semana pasada, en las prácticas de hoy, o el potencial de mañana. Más bien, somos aceptos “en el Amado” (Ef. 1: 6) y no debemos temer el rechazo al presentarnos ante el trono de Dios.

Dios derramó sobre su Hijo la copa de la ira que nosotros merecíamos. Y Jesús la bebió hasta la última gota. No hay ira ni juicio para aquellos que han confiado en el sacrificio sustitutorio de Jesús en la cruz.

Adoración aceptable

La obra de Cristo en la cruz también nos garantiza que nuestra adoración es aceptable a Dios.

Dios podría rechazar nuestra adoración por un número de razones. Él específicamente condena los actos de adoración asociados con idolatría, incredulidad, desobediencia y malos motivos (Jer. 13: 10; Ex. 30: 9; 32: 22-27; Jer. 7: 21-26). Reconocer esta lista nos pone al tanto de que nuestras ofrendas de adoración, por sí mismas, nunca complacerán a Dios. Por mucho que lo intentemos, nuestro corazón y adoración siempre estarán manchados a los ojos de Dios.

El factor definitivo para la adoración aceptable es la fe en Cristo y la unión con él. Nuestros sacrificios espirituales son “aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Ped. 2: 5). Es su ofrenda sin pecado la que nos limpia y nos perfecciona. […]

Eso no significa que lo que hacemos en la adoración en la comunidad no sea importante. Pero cuando ponemos demasiado énfasis en nuestras acciones en la adoración, podemos inadvertidamente crear la impresión de que nuestra contribución hace nuestra adoración aceptable a Dios. Pensamos que Dios está obligado a escucharnos debido a nuestros sofisticados arreglos musicales, nuestras representaciones refinadas o incluso nuestra profunda sinceridad. […]

Nuestra adoración es aceptada no en base a lo que hemos hecho, sino en base a lo que Cristo ha hecho. Si ayudamos a que las personas se enfoquen en lo que Dios hizo hace dos mil años en vez de hace veinte minutos, ellos consistentemente encontrarán sus corazones cautivados por su maravilloso amor.

Para la gloria de Dios

La obra de Cristo demuestra la gloria de Dios claramente.

Mientras ponemos nuestros corazones y mentes en adorar a Dios, sus diferentes atributos pueden comenzar a parecer contradictorios para nuestras mentes finitas. Él es clemente y misericordioso, compasivo, perdonador, abundante en amor inalterable. Pero es también puro, santo, justo y “no tendrá por inocente al culpable” (Ex. 34: 7). ¿Cómo adoramos a Dios en verdad sin minimizar ningún aspecto de su naturaleza?

Lo hacemos adorándole como se ha revelado a nosotros en Jesucristo. Dios nos ha dado la luz “para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo” (2 Cor. 4: 6). ¿Dónde encontramos la gloria de Dios? La encontramos en “la faz de Jesucristo”. Él es “el resplandor de su gloria y la expresión exacta de Su naturaleza” (Heb. 1: 3).

Es en Cristo, y específicamente en su obra de propiciación, que todos los atributos de Dios se aprecian más clara y brillantemente.

En la cruz vemos la justicia de Dios al requerir un pago perfecto por nuestros pecados cometidos en contra de un Dios perfectamente santo.

Vemos la santidad de Dios al juzgar el pecado que arruinó su creación castigando a su propio Hijo.

Vemos la misericordia de Dios al proveer un sustituto por aquellos que deberían haber sido condenados.

Vemos la sabiduría de Dios al proveer una solución magnífica a un dilema imposible.

Vemos todo acerca de Dios y más. Mucho más.

Adoración celestial

La obra de Cristo en la cruz es el centro de la adoración en el cielo.

Cuando Jesús aparece como el León de la tribu de Judá en Apocalipsis 5:5, él podría haber sido honrado por su perfección moral, su enseñanza, sus asombrosos poderes de sanidad o su gloriosa resurrección. Las huestes celestiales pudieron haber señalado su rol en la creación y en la sustentación del universo. Pero no lo hacen.

Los adoradores celestiales se unen para proclamar:

Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Y los has hecho un reino y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra (vs. 9-10).

Día y noche las huestes celestiales dicen a gran voz: “El Cordero que fue inmolado es digno de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza” (v. 12). Parece que el cielo nunca deja la cruz detrás. Jim Elliot lo señala así: “Uno es tomado por sorpresa por el énfasis sobre la cruz en Apocalipsis. El cielo no se olvida de la cruz, como si hubiera mejores cosas en las cuales pensar, el cielo no solamente está centrado en Cristo, sino también en la cruz, y bastante estruendo hay acerca de esto”.

Con tan claras referencias a la prioridad de Jesús y su obra expiatoria, es sorprendente cuán a menudo vamos a través de las reuniones de la iglesia con solo referencias pasajeras a lo que él ha logrado por medio de su vida, muerte y resurrección. Y cuando lo mencionamos en nuestros cantos u oraciones, frecuentemente no abundamos en lo que él ha hecho.

Las huestes celestiales nunca se cansan de alabar al Cordero que fue inmolado. ¿Deberíamos cansarnos tú y yo?

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