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Como evangélico en América Latina, yo crecí con la Reina Valera 1960. Para la mayoría de los hispanohablantes, esta es la versión “oficial” de la Biblia. De hecho, regularmente recibimos críticas o preguntas de que en Coalición por el Evangelio no usamos la Biblia correcta, sino que usamos NBLH o LBLA (aunque algunos autores usan Reina Valera también).

Por esta razón, desde pequeño crecí con la idea de que el nombre propio de Dios es “Jehová”. Así se lee a lo largo del Antiguo Testamento cuando se hace referencia al nombre del pacto de Dios. Así canta el famoso himno popular, “Grande es Jehová, y le damos loor, por su grande poder y su amor”. Cuando el tema es serio, así se escuchaba al pastor por la televisión “¡Te reprenda Jehová de los ejércitos!”.

Sin embargo, recuerdo que en mi adolescencia me llamó la atención nunca ver el nombre Jehová en el Nuevo Testamento. Un poco después empecé a leer la ESV en inglés, y, para mi sorpresa, ¡nunca se usaba la palabra Jehová! Y entonces conocí la LBLA y su traducción más literal que mi amada RV60, y en mi deseo de conocer mejor la Palabra de mi Señor, decidí cambiar a esta versión. (Por supuesto, aun hoy la mayoría de los versículos que sé de memoria son en Reina Valera, y por eso estaré eternamente agradecido).

Mientras más fui conociendo la historia detrás del nombre “Jehová”, menos cómodo me sentía usándolo, al punto que hoy prefiero evitarlo tanto como sea posible. ¿Por qué? Aquí hay tres razones por las que prefiero no referirme a Dios como Jehová:

1. Jehová no fue el nombre que Él reveló.

En Éxodo 3 encontramos a Dios revelando su nombre y la razón detrás del mismo a Moisés. Así lee la versión popular:

“Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos” Éxodo 3:13–15.

¡Ahí está claro! El Señor dice en el versículo 15 que su nombre es Jehová, y ¡ese es su nombre para siempre!, ¿cierto? Pues, no tan rápido. Sí, aquí el Señor ha revelado su nombre personal, su nombre del pacto. Pero no es Jehová: es YHWH (o YHVH). El pastor John Piper lo explica de esta manera:

«El nombre más común y más importante para Dios en el Antiguo Testamento es uno que nuestras versiones en inglés (o español) ni siquiera traducen. Cuando veas el nombre SEÑOR en mayúsculas, este es el nombre que está detrás. En hebreo tenía cuatro letras (YHWH) y puede que se pronunciara algo similar a Yahweh. Los judíos tenían este nombre en tan alta reverencia que nunca lo nombraban, con tal de nunca tomarlo en vano. Así que, cuando llegaban a este nombre en su lectura, ellos pronunciaban la palabra “Adonai” que significa “mi Señor”… La Palabra Jehová se originó de un intento de pronunciar YHWH con las vocales de la palabra Adonai. En los manuscritos hebreos más antiguos no había vocales, por lo que es fácil entender cómo esto ocurrió».

Aparentemente, en algún momento del Siglo XVI se volvió cada vez más común el utilizar Jehová, pero debemos entender que esta palabra no está en el texto original: es una producción artificial, posterior a la revelación. La principal razón por la que es tan común hoy en día es porque, en español, Reina-Valera lo utilizó, y esta versión es la más conocida. (Igual sucedió en el mundo anglo, puesto que la KJV también adoptó esta terminología, y así muchos hoy en día creen que si no dices Jehová, no estás usando el nombre del Señor). Esta es una razón por la que, por respeto, no me siento cómodo llamando a Dios por un nombre que no es su nombre revelado. Pero hay más.

2. El Nuevo Testamento se refiere al Nombre como SEÑOR.

Como ya vimos, por respeto al nombre de Dios los judíos no pronunciaban el Tetragramatón (como se le conoce al Nombre, YHWH). Esta es una práctica que tanto el Señor Jesús como los discípulos mantuvieron. Cada vez que Jesús se refiere a YHWH, usa nuestro equivalente de SEÑOR (ej. Mateo 4 en la tentación en el desierto, e interesantemente cuando dice “amarás al SEÑOR tu Dios” en Mateo 22:37; también Marcos 12:11, Lucas 20:42, Juan 12:38, entre muchos otros). Lucas también usa SEÑOR a lo largo de Hechos (cp. Hch 2:20-34, 4:26, y Hch. 7:33, haciendo alusión al mismo pasaje de Éxodo 3). Pablo hace lo mismo (cp. Ro. 4:8; 1 Co. 3:20; 2 Co. 10:17). Igual hizo el escritor de Hebreos a lo largo de su carta (He. 1:10, 8:8-9, 13:6), y el apóstol Pedro (1 P. 1:25, 3:12).

Sin duda, Jesús y los Apóstoles conocían el Nombre. Sin embargo, es interesante que ellos mantuvieron la costumbre de no utilizarlo, sino referirse a nuestro Dios como Señor. Este, por supuesto, no es un argumento muy fuerte, pero tampoco algo que podemos ignorar. La realidad del hecho es que el Nuevo Testamento no solo nunca usa el nombre Jehová (puesto que es una invención muy posterior): se refiere a YHVH como SEÑOR. Por tanto, yo me siento muy cómodo en la compañía de Jesús y los evangelistas y los apóstoles refiriéndome a Dios como Señor. Y queda algo más.

3. El nombre SEÑOR apunta a Jesús.

Isaías 6 es uno de los pasajes más cautivantes del Antiguo Testamento, donde el profeta tiene una visión del Señor de los ejércitos en su trono, siendo adorado por seres celestiales. Este pasaje se hace aún más hermoso cuando leemos en el Evangelio de Juan (en referencia a Isaías 6) que ¡el profeta estaba viendo al Jesús en su gloria!: “Esto dijo Isaías porque vio su gloria, y habló de El”, Juan 12:41. Jesús mismo afirmó que quien lo ha visto a Él ha visto al Padre (Juan 14:9); el apóstol nos dice que nadie ha visto al Padre (Juan 1:18); y Cristo hace un juego de Palabras con el nombre de YHVH cuando, repetidamente, se llama a sí mismo Yo Soy, con la mayor fuerza en Juan 8:58 “En verdad, en verdad les digo: antes que Abraham naciera, yo soy”. Los judíos entendieron inmediatamente lo que Él estaba haciendo, y por eso querían matarlo.

Con estos y muchísimos otros pasajes, podemos ver que nuestro Señor Jesús es el SEÑOR del Antiguo Testamento. Así nos enseña Pablo en Colosenses 1:15, que Jesús “es la imagen del Dios invisible”, y Hebreos 1:3 nos enseña que Jesús es “el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder”. Filipenses 2:5-11 también nos dice que el Padre le confirió a Jesús un “nombre sobre todo nombre”, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla y —clave para este escrito— toda lengua confiese que Jesús es… Señor. Nombre sobre todo nombre, conferido a Jesús, el Señor. Estas palabras fueron cuidadosamente escogidas por el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo.

Como Jesús es la imagen de Dios, la única forma de conocer al Padre, y quien lo ha visto a Él, ha visto al Padre, el SEÑOR que vieron en el Antiguo Testamento es el mismo Señor crucificado por nosotros. El que sostiene el universo por la palabra de su poder dio su último aliento por amor a nosotros en un madero que no merecía, para que pecadores puedan doblar sus rodillas, clamarle Señor, y recibir su perdón. ¡Aleluya!

“¿Quién es como el SEÑOR nuestro Dios, que está sentado en las alturas, que se humilla para mirar lo que hay en el cielo y en la tierra?”, Salmo 113:5-6.

Con esto no quiero de ninguna manera dar el sentido de que no se debe usar Reina Valera, ni que está pecando quien se refiera al Señor como Jehová, ni que está mal usar el nombre Yahweh o Yahvéh. Pero por estas tres razones, yo prefiero referirme a Dios como Señor, y trato de no usar el nombre Jehová.

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