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Me di cuenta del problema cuando el chiste que hice no funcionó. Pensé que era una forma ingeniosa de abordar un tema cultural importante, pero nadie tenía ni idea de lo que estaba hablando. Mi esposa, que suele reírse amablemente de mi humor, se quedó con la mirada perdida. Yo me quedé atónito, porque ese tema era de lo único de lo que se había hablado durante días… en Twitter. 

Ese era el problema. 

Me estremecí al pensar lo desconectado que estaba. Habitar en el mundo insular y distorsionado del Internet había afectado a mi predicación. Cuando revisé mis sermones, vi un cambio en los temas, mi actitud y mis aplicaciones. Había dejado de predicar a mi gente para predicar al algoritmo: predicar frente al odio fabricado y los comentarios rápidos misántropos. 

No fue necesaria mucha reflexión en oración para darme cuenta de la gravedad de mis errores. La pasión no sustituye al amor a las personas. Puedes tener la política correcta y las armas para la guerra cultural, pero si no tienes amor, tu sermón no dará fruto. Me di cuenta de que si seguía predicando a mi audiencia de Twitter, apagaría la unidad y provocaría controversia (en el mejor de los casos). Pero hay un «camino más excelente» que logra un objetivo mucho mejor (1 Co 12:31). 

La meta de la predicación 

En 1 Timoteo 1, Pablo aconseja al joven pastor que evite las especulaciones controversiales. ¿Por qué? Pablo escribe: «El propósito de nuestra instrucción es el amor nacido de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera» (v. 5). El objetivo de la predicación es el aumento del amor hacia Dios y el prójimo. Eso no sucederá si nos centramos en las disputas de las redes sociales. Esto solo se logra a través de la presencia personal. Jesús, después de todo, nos amó al morar con nosotros (Jn 1:14; 3:16). 

El objetivo de la predicación es el aumento del amor hacia Dios y el prójimo. Eso no sucederá si nos centramos en las disputas de las redes sociales

Jesús se centró en Su misión de amor, y eso unió a personas diversas en lugar de separarlas. Jesús eligió para que fueran sus discípulos a Simón el zelote y a Mateo, el recaudador de impuestos para Roma. En términos contemporáneos, eso es como si un pastor eligiera a un fanático de un político progresista para servir junto a un fanático de un político de ultraderecha. Jesús vio más allá de la política.

¿Qué pasó con Simón y Mateo? ¿Cambiaron de opinión o de partido político? La Biblia solo nos dice que siguieron al Salvador. 

Cuando predico a las personas de mi congregación en lugar de a mi audiencia de Twitter, me muevo a mí mismo y a la congregación hacia la misión de Jesús de tres maneras. 

1. Del miedo al amor

Al ser testigo de los insultos que los tuiteros suelen lanzar a aquellos con los que no están de acuerdo, empecé a asumir lo peor de las personas. Permití que mi mente fuera discipulada por esta cultura virtual, y me volví frío por anticipado hacia los feligreses con los que sabía que no estaría de acuerdo. Asumí tontamente que las personas que conozco y amo me tratarían de la misma manera que lo hacen los extraños en línea que se esconden detrás de nombres anónimos. Así que abordé la predicación al pueblo de Dios con miedo, temeroso de que me rechazaran a mí y al mensaje.

Gracias a Dios, «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor» (1 Jn 4:18). Saber que Dios me ama perfectamente en Cristo me libera de la trampa del desempeño. Me libera para acercarme a la congregación que dirijo como a un rebaño de Dios, amado y comprado con sangre, no como a enemigos en el lado equivocado de algún asunto pasajero. Con esta perspectiva nueva, predico para amar a las personas y no para ganar discusiones. Eso cambia mi tono, mi énfasis y mi propósito.  

2. De los temas polémicos a un encuentro nuevo con el evangelio

Uno de los principales problemas de pasar tanto tiempo en línea es que dejamos que nuestros sermones sean impulsados por el mundo virtual en lugar de la Palabra de Dios y las necesidades del rebaño que se nos ha encomendado. No se trata solo de los chistes. También pueden ser los temas. Esto es peligroso para los pastores. Estar demasiado en línea mantiene a los predicadores desconectados de las necesidades de su gente.

También es peligroso para nuestras congregaciones. Muchos miembros de la iglesia disfrutan de los enfrentamientos culturales en línea tanto como sus líderes. Pregúntate: ¿son los momentos más apreciados de tus sermones las críticas que has dirigido a temas candentes, o las formas frescas de recordar el evangelio?   

Lo que dice Abdías sobre Edom es mucho más importante para la salud espiritual de tu iglesia que lo que diga algún comentarista sobre el último debate en Internet

Pastor, ten esto por seguro: si la Palabra de Dios es necesaria, autoritativa y suficiente para equipar al pueblo de Dios para la obra del ministerio, entonces lo que dice Abdías sobre Edom es mucho más importante para la salud espiritual de tu iglesia que lo que diga un comentario destacado sobre el último debate en Internet.

Hay momentos en los que necesitamos predicar con la Biblia en una mano y el periódico en la otra, como en los primeros días de la pandemia, pero creo que son menos frecuentes. Por lo general, lo que ocurre en la vida de la viuda que se sienta cuatro asientos a tu derecha es mucho más importante que lo que ocurrió en la reunión de la junta escolar en otro país. Debemos predicar el contenido que nuestra gente necesita oír: la Palabra de Dios y cómo se relaciona con sus almas hoy.

3. Del espanto y la indignación a la obediencia práctica

Las investigaciones muestran los efectos adversos de las redes sociales en la salud mental. Las personas sienten una ansiedad abrumadora cuando se desplazan por las redes sociales. Dios no pretendió que fuéramos omnipresentes: ese es uno de Sus atributos incomunicables. Dios no quería que conociéramos todos los dolores del mundo. Nos abruma demasiado rápido porque nos sentimos desesperados por ayudar cuando no podemos.  

Cuando predico principalmente sobre temas que suceden en otra parte del mundo, produzco dos males. En primer lugar, aumento la angustia de los miembros de la iglesia, que ya se están ahogando en la ansiedad. Segundo, inadvertidamente entreno a mi gente a practicar la fe sin obras. Sobre todo cuando no hay más aplicación concreta que la indignación perpetua. Es mucho mejor predicar sobre temas personales y locales que podamos abordar individual y corporativamente con la ayuda del Espíritu. Nuestra iglesia no puede cambiar lo que se enseña en los campus universitarios de todo el país, pero podemos invitar a estudiantes de la universidad local a nuestras casas.  

Si los pastores localizamos cada sermón mostrando a nuestra gente el trabajo que hay para hacer aquí mismo, en nuestros corazones, hogares y comunidades, podemos marcar una diferencia concreta. Predica la aplicación local de las verdades universales, y luego ora para que los congregantes (que de otro modo podrían estar divididos políticamente) sirvan codo con codo para compartir la buena noticia, alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos y visitar a los enfermos. 

Quiero ser como Jesús. Quiero pastorear como el Salvador, y sé que tú también. Jesús no está sentado a la derecha del Padre desplazándose por Twitter, dispuesto a entablar debates de mala fe con los trolls. Está personalmente presente en la iglesia por Su Espíritu, intercediendo por nosotros y hablándonos en la proclamación de Su Palabra. Seamos fieles embajadores de Su amor, Su mensaje y Su ministerio. 


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido y adaptado por Eduardo Fergusson.
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