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Si tienes más de veinticinco años probablemente recuerdes cómo era el mundo antes de la explosión de la tecnología móvil. Los smartphones y las laptops pasaron de ser un lujo para unos cuantos a ser parte integral del día a día de la mayoría. Todavía recuerdo cuando vi por primera vez una computadora portátil con un lápiz para escribir en la pantalla. Quedé fascinada. Quería una, aunque no me imaginaba para qué. Ahora, unos cuántos años después, utilizo algo así básicamente todos los días. 

Casi sin darnos cuenta, no importa si estamos trabajando o descansando, las pantallas nos rodean. Las herramientas digitales han cambiado el mundo por completo.

Algunas de estas nuevas tecnologías son costosas y hacernos de ellas (sin endeudarnos neciamente) requiere planificación y ahorro. Muchas otras, sin embargo, son sumamente fáciles de añadir a nuestra vida cotidiana. Las aplicaciones móviles, por ejemplo: cada día tenemos unas mil apps nuevas disponibles. Disfrutar de ellas es, por diseño, lo más sencillo del mundo. Alguien nos habla de un nuevo juego, plataforma de streaming o red social, hacemos una búsqueda simple, descargamos, creamos un perfil rápido (el móvil llena automáticamente toda la información relevante) y ya. A veces pagamos un par de dólares o aprovechamos el periodo de prueba para luego invertir en una suscripción, pero la mayoría de las veces no nos cuesta absolutamente nada. ¿O sí?

Si todo debe ser hecho para la gloria de Dios. ¿No será prudente detenernos y evaluar qué aplicaciones y aparatos deberíamos traer en el bolsillo?

Claro que nos cuesta. Que algo no requiera un «tarjetazo» no significa que no nos cueste nada. Invertimos tiempo, energía y atención en todo lo que hacemos. Estos son recursos mucho más valiosos que los dólares o los pesos. ¿Por qué los ofrecemos con tanta liberalidad, como si fuéramos dueños y no mayordomos? 

Nos gusta mucho hablar sobre el discernimiento y la guía del Espíritu en las decisiones grandes de la vida —¿Con quién me casaré? ¿Qué carrera estudiaré? ¿Cuál será el trabajo que debo elegir?—, pero somos propensos a ignorar la sabiduría en lo cotidiano. Eso no debe ser así. La Biblia nos enseña que todo lo que hacemos, incluyendo algo tan ordinario como comer y beber, debe ser hecho para la gloria de Dios (1 Co 10:31). ¿Qué hay de añadir nuevas herramientas digitales a nuestras vidas? ¿No será prudente detenernos y evaluar qué aplicaciones y aparatos deberíamos traer en el bolsillo, acompañándonos en cada paso del camino?

Cuatro preguntas

Estas son cuatro preguntas que pueden ser útiles para discernir si una herramienta digital debería ser integrada a nuestro día a día. Reflexionar en ellas, con la mente llena de la Palabra y en oración, abre el panorama a los beneficios y peligros potenciales de la aplicación o el aparato. Ciertamente no son las únicas preguntas que podríamos hacernos, pero considero que son un buen lugar para empezar:

  1. ¿Cómo ayuda mi trabajo?
  2. ¿Cómo afecta mi trabajo?
  3. ¿Cómo ayuda mi descanso?
  4. ¿Cómo afecta mi descanso?

Creados para trabajar

Hoy el trabajo tiene mala fama. El capitalismo ha recibido muchas críticas y esto ha ocasionado, en cierta medida, que el concepto mismo del trabajo sea despreciado. Es cierto, el consumismo y el amor al dinero son terribles (¡la Biblia tiene mucho que decir al respecto!), pero el trabajo es algo bueno. Dios no creó a los seres humanos para que estuvieran tirados en una hamaca en el Edén, sino para administrar y someter la creación. Hoy trabajamos en nuestros hogares, vecindarios, oficinas, iglesias y demás comunidades para reflejar la imagen del Dios que también trabaja. Es parte importante de nuestro diseño.

Considera lo que el Señor te ha confiado y pregúntate cómo se verá afectado con la aplicación o el dispositivo que estás considerando adquirir

Antes de comprar o descargar, entonces, considera las responsabilidades que el Señor te ha confiado y pregúntate cómo se verán afectadas (tanto positiva como negativamente) con la aplicación o el dispositivo que estás considerando adquirir.

¿Cómo es que este dispositivo o aplicación ayudará tu trabajo? Quizá te permitirá compartir tu trabajo de manera más efectiva, ayudándote a conseguir más clientes y así proveer para tu familia. Tal vez te permitirá conseguir inspiración para recetas o actividades con tus hijos. 

¿Cómo este dispositivo o aplicación estorbará tu trabajo? Quizá te distraerá de poner manos a la obra y te hará sentir muy ocupado en cosas que realmente no son productivas para tu labor. Tal vez te mantenga ocupado guardando más inspiración de las que jamás puedas poner en práctica.

Creados para descansar

Los cristianos podemos esforzarnos con gozo obedeciendo al Dios que nos llama a trabajar y también reposar con gozo sabiendo que el resultado final de nuestros esfuerzos está en las manos del Dios que nos llama a descansar

El descanso, igual que el trabajo, debe administrarse con sabiduría

El Señor nos diseñó como criaturas que necesitan ponerle una pausa a sus labores con regularidad. Sin embargo, con frecuencia y por diversas razones, es común que nos neguemos a obedecerle a través de nuestro buen reposo. Podría ser que simplemente nos rehusemos a descansar o que descansemos mal, invirtiendo nuestro tiempo en actividades que realmente no llenan de vigor nuestro cuerpo y nuestra mente. El descanso, igual que el trabajo, debe administrarse con sabiduría. Las herramientas tecnológicas pueden ayudarnos o estorbarnos a hacer esto.

¿Cómo es que este dispositivo o aplicación ayudará tu descanso? Quizá te permitirá relajarte un rato después de un arduo día de labores. 

¿Cómo este dispositivo o aplicación estorbará tu descanso? Quizá te mantendrá pegado a la pantalla a altas horas de la noche, reduciendo el tiempo y la calidad del sueño que necesitas.

No todo te conviene

La gran mayoría de las aplicaciones y dispositivos que consideremos añadir a nuestras vidas tendrán aspectos positivos y negativos tanto para el trabajo como para el descanso. Es importante que seamos honestos respecto a esto y evaluemos a la luz de la Palabra y en oración qué es lo que más nos conviene. Dios promete darnos la sabiduría que necesitamos para tomar buenas decisiones (Stg 1:15). La pregunta es: ¿la queremos o preferimos seguir la corriente que nos rodea?

No todo lo que parece inofensivo es agradable al Señor. No todo lo que la mayoría hace es sabio. Esto no se trata de ser legalistas, sino fieles. Buscamos sabiduría en lo ordinario no en condenación ni para sentirnos superiores a otros, sino con gozo y anhelo de usar nuestra vida para la alabanza de Dios y el bien de nuestro prójimo. Para esa vida es que Cristo nos rescató.

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