El liderazgo es un aspecto importante en la vida de muchos cristianos. Ya sea en el lugar de trabajo, en el hogar o en la iglesia, Dios confía a Sus hijos diversas responsabilidades de liderazgo para cumplir con Sus propósitos eternos.
Sin embargo, no hay dos líderes cristianos que compartan la misma influencia o posición. Como resultado, establecer una filosofía sana de liderazgo requiere que los líderes cristianos consideren una serie de principios bíblicos que trascienden los detalles particulares de cualquier contexto.
Con ese fin, aquí busco hablar de seis principios bíblicos esenciales para ayudar a dar forma y enfoque a tu liderazgo como cristiano.
1. Persigue la gloria de Dios.
A diferencia del liderazgo secular, la obra cristiana es medida en la eterna evaluación venidera de Jesús (Mt 25:21). El éxito en el liderazgo cristiano no se trata de ganancias financieras o logros mundanos. El objetivo principal del líder cristiano es glorificar a Dios al guiar a otra personas a parecerse más a Cristo (Col 1:28-29; 2 Co 5:14-15).
Perseguir la gloria de Dios enfoca al líder hacia la eternidad, y este enfoque impacta el presente. Esto permite a los líderes cristianos soportar las dificultades del liderazgo sin perder la motivación ni la esperanza.
Dios, cuyo señorío es soberano y absoluto, nos guía a desempeñar nuestro liderazgo desde la perspectiva de Su gobierno eterno (cp. Éx 15:18; 2 S 7:7). Es decir, un líder piadoso evalúa el valor eterno de cada decisión, objetivo y prioridad temporal. Según Pablo, «la obra de cada uno se hará evidente; porque el día la dará a conocer, pues con fuego será revelada. El fuego mismo probará la calidad de la obra de cada uno» (1 Co 3:13).
2. Prioriza la santidad personal.
En el paradigma del liderazgo espiritual, la santidad es primaria (1 Ti 4:12). A menos que mantengas tu propia salud espiritual, no podrás guiar a otros en Cristo de manera efectiva (Jn 15:4-5; Hch 20:28). Por ejemplo, casi a diario, las noticias descubren el fracaso moral y ético de algún líder religioso. La mayoría de estos líderes caídos afirmaban públicamente la importancia de la santidad personal, pero su caída pública reveló su fracaso en priorizar la santidad en el ámbito privado.
Permite que la intimidad con Cristo, el conocimiento de Su palabra y la devoción de Su gloria den forma a cada aspecto de tu servicio
Esos casos deben motivarnos a tener un temor sano y a reconocer que todos somos vulnerables. ¡Ninguno de nosotros es inmune a descuidar su santidad personal! Ocurre de forma gradual, a medida que nuestra búsqueda de Cristo sucumbe lentamente a la búsqueda de cosas menores. Por lo tanto, haz de la santidad personal una característica de tu enfoque de liderazgo. Mata los deseos de la carne (Col 3:5), sé sobrio, transforma tu mente, ora en todo tiempo y protege tu pureza (1 P 1:13; Sal 119:11).
Permite que la intimidad con Cristo, el conocimiento de Su palabra y la devoción de Su gloria den forma a cada aspecto de tu servicio. Para mantenerte en cada uno de estos objetivos, asegúrate de congregarte regularmente con otros creyentes en la adoración corporativa de una iglesia local (He 10:25).
3. Abraza el liderazgo de servicio.
Muy a menudo, el prestigio comúnmente asociado con el liderazgo —autoridad, respeto y poder— seduce el corazón de los líderes. En tales casos, el resultado final es un líder que descuida o abusa de los seguidores de Cristo. Consciente de esta tendencia, Jesús invierte la jerarquía de liderazgo tradicional y llama a Sus discípulos a imitar Su ejemplo de servicio (Mt 20:25-28).
Los líderes cristianos comparten un propósito común: imitar a Cristo, al poner las necesidades de los demás antes que sus propias necesidades (2 Ti 4:6-7; Fil 2:3-4). En otras palabras, el liderazgo bíblico abraza la servidumbre —a diferencia del liderazgo común en el mundo— para lograr un propósito superior: el florecimiento de los portadores de la imagen de Dios (Col 3:23-24; 1 Co 9:19-23).
El liderazgo bíblico abraza la servidumbre para lograr un propósito superior: el florecimiento de los portadores de la imagen de Dios
Los líderes espirituales desean presentar a toda persona madura en Cristo, servir voluntariamente con humildad y gracia, y proporcionar un modelo de liderazgo como el de Cristo, digno de imitar por otros (Col 1:28; 1 P 5:2-3; 1 Co 11:1).
4. Cultiva el bienestar físico.
¿Irías con un dentista que tiene mala dentadura? Probablemente no, pues parece obvio que no practica lo que predica. De manera similar, muchos líderes cristianos socavan su liderazgo al no practicar lo que predican (1 Co 9:27). Entonces, si nuestra tarea incluye enseñar sobre el dominio propio y el cuidado del cuerpo (Gá 5:23; 1 Co 6:12-14), somos responsables de vivir lo que enseñamos.
Aunque las Escrituras no ordenan explícitamente el entrenamiento físico, no niegan su provecho terrenal (1 Ti 4:6-8). Como criaturas finitas, los líderes deben cuidar su salud física para poder llevar a cabo de manera efectiva sus responsabilidades. En pocas palabras, un equilibrio adecuado de disciplina espiritual y disciplina física —una dieta saludable y ejercicio regular— glorifica a Dios, promueve una productividad eficiente y brinda más credibilidad a la forma en que compartimos nuestro mensaje verbal (1 Co 10:31).
No sugiero que cada líder cristiano se convierta en maratonista o compita en CrossFit. Tampoco estoy ignorando los desafíos legítimos que impiden que algunas personas hagan ejercicio físico. Sin embargo, sostengo que no cuidar el bienestar físico —al no controlar nuestros apetitos o descuidar el ejercicio razonable y los tiempos apropiados de descanso— afecta nuestro liderazgo.
5. Desarrolla más líderes.
La Escritura enfatiza la multiplicación del liderazgo como un principio central del liderazgo bíblico (2 Ti 2:2). Dios multiplica la influencia de Cristo a través de discípulos que buscan formar más discípulos (cp. Mt 28:18-20). El desarrollo de liderazgo permite a los líderes aumentar Su alcance de influencia por extensión.
El exceso de trabajo no es una virtud para admirar, sino un vicio que revela nuestro orgullo
Por ejemplo, de aproximadamente cien asociados de Pablo, según leemos en el Nuevo Testamento, él desarrolló a treinta y ocho personas para que fueran sus compañeros de trabajo. Sigue el ejemplo de Pablo: desarrolla líderes con los que puedas rendir cuentas, mantener relaciones constructivas, colaborar en la expansión del evangelio y recibir aliento (Hch 15:32; 17:14-15; 2 Co 7:6-7; Gá 2:6-10; 4:19; Fil 2:25-30; 1 Ti 1:3; Tit 1:5).
6. Administra tu tiempo.
Por último, la aplicación adecuada de los principios anteriores dependerá, en parte, de una gestión eficiente del tiempo. El tiempo es un recurso universal para todas las personas. No importa cuál sea el alcance de su influencia, cada líder administra una cantidad igual de tiempo diario (Col 4:5-6; Ef 5:15-17). Sin embargo, una diferencia importante entre los líderes excepcionales es su buen uso del tiempo (2 Ti 4:1-5).
Para glorificar a Dios y contribuir al florecimiento de aquellos a quienes ministramos, debemos administrar nuestro tiempo adecuadamente. Evalúa las próximas tareas pendientes y toma decisiones firmes para asumir la responsabilidad de aquellas que solo tú puedes y debes completar. Delega o retrasa las que quedan (cp. Hch 6:1-15). Pasa tiempo con tu familia. ¡Ningún rol de liderazgo es más importante! Dios nos da un mandato general para servirnos unos a otros (Gá 5:13-14), pero nos da un mandato específico para servir a nuestra familia (Ef 6:1-4).
Por último, ¡descansa! El exceso de trabajo no es una virtud para admirar, sino un vicio que revela nuestro orgullo. En resumen, reconoce que, si no administras tu tiempo, alguien o algo más lo hará por ti.
Estos principios bíblicos generales nos ayudan a establecer una filosofía sana de liderazgo útil para todo cristiano en todo ámbito donde Dios lo haya puesto. Los propósitos eternos de Dios se cumplen a través de Su pueblo que vive a la luz de Su Palabra.