Como empleado de nivel básico realizando tareas rutinarias, ¿cómo puedo encontrar propósito en mi trabajo?
«¿De verdad esto importa?»
Un adolescente en un restaurante de comida rápida se lo pregunta mientras entrega una hamburguesa más. El padre o la madre de un niño pequeño reflexiona sobre esto mientras limpia la encimera de la cocina por cuarta vez ese día. La recepcionista se pregunta esto mientras transfiere llamadas a personas en puestos más respetados dentro del edificio.
Todos anhelan encontrar propósito en el trabajo que realizan. Es por eso que los líderes se esfuerzan por asegurar que cada miembro del equipo comprenda cómo su labor contribuye a iniciativas más amplias. Como cristianos, deseamos aún más que un buen resultado económico. Anhelamos una vida que agrade a Dios y haga avanzar Su reino. Por lo tanto, cuando sentimos que nuestro trabajo es rutinario o carece de significado, nos hacemos la pregunta:
«¿De verdad esto importa?»
Si participamos en la obra de Dios, podemos estar atentos tanto a las mentiras del mundo como a la verdad de los caminos de Dios
Quizás lo que más necesitamos no es que se nos recuerde que nuestro trabajo importa, sino que la obra de Dios importa. Él nos ha invitado a participar en Su obra (Ef 2:10). No importa cuál sea nuestro entorno de lunes a viernes, si participamos en la obra de Dios, podemos estar atentos tanto a las mentiras del mundo como a la verdad de los caminos de Dios.
Mentiras mundanas sobre el trabajo
Buena parte de nuestra insatisfacción con las tareas rutinarias surge de los mensajes que recibimos de nuestra cultura. Es importante cuidar nuestro corazón frente a varias corrupciones comunes.
Individualismo
Nuestra cultura celebra y promueve el individualismo. Se nos anima a buscar y crear nuestra propia felicidad, seguir nuestro corazón y descubrirnos a nosotros mismos. Esto nos lleva naturalmente a buscar mayor importancia personal en el trabajo: elegir las tareas más destacadas, obsesionarnos con los aumentos de salario o, si trabajamos desde casa, proyectar una imagen perfecta en las redes sociales. Con frecuencia, hacemos esto a costa de servir a quienes nos rodean y de descansar en la importancia de nuestro Padre. Él es quien merece ser promovido, celebrado y glorificado.
Podemos estar tan ocupados gestionando nuestras propias vidas que no nos queda tiempo ni deseo de escuchar a Dios y someternos a Él
Descontento
Cuando buscamos posesiones materiales o recompensas terrenales, nunca estamos satisfechos. Por eso, puedes tener un salario de seis cifras y una oficina de lujo, y aun así sentirte frustrado y sin propósito. Sin embargo, Dios nos invita a descansar en Su provisión y a llevar una vida tranquila (1 Ts 4:11). Al hacerlo, Él nos concede una paz que perdura incluso al lavar platos, tomar pedidos en un restaurante de comida rápida o acomodar libros en una biblioteca.
Distracción
Lo que comienza como una sólida ética de trabajo puede convertirse en una obsesión por encontrar significado y seguridad en el trabajo. Nuestra cultura nos enseña que esforzarnos más y organizar mejor nuestro tiempo nos permitirá controlar y dirigir nuestras vidas. Escuchamos que ser indispensables es una forma de alcanzar un ascenso. Sin embargo, las cosas buenas pueden convertirse en ídolos, y podemos estar tan ocupados gestionando nuestras propias vidas que no nos queda tiempo ni deseo de escuchar a Dios y someternos a Él.
Conformismo
El deseo de encajar con nuestros colegas a menudo nos lleva a adoptar sus valores. Cuando ellos se quejan del jefe, llegan tarde o hacen su trabajo de manera superficial, están desvalorizando el empleo. Esto también puede llevarnos a preguntarnos si realmente necesitamos ser puntuales o trabajar de todo corazón, como para el Señor (Col 3:23).
Verdad bíblica sobre el trabajo
El mundo suele valorar nuestro trabajo según el poder, el prestigio o los ingresos. No obstante, esos no son los criterios que Dios utiliza.
Cuando examinamos la Escritura, vemos lo siguiente:
Dios trabaja
Desde el principio, Dios mismo trabaja y se deleita en Su obra, calificándola como «buena». Realiza todo tipo de tareas, desde las más pequeñas (como diseñar el sistema respiratorio de una garrapata) hasta las más grandes (como enviar a Su Hijo al mundo para salvar a la humanidad). Algunas de Sus tareas las realiza una sola vez, pero muchas otras —desde el cambio de las estaciones hasta el mover los corazones humanos— las repite una y otra vez.
Dios planeó que el hombre trabajara arduamente desde el principio
Aun antes de la caída, Dios le dio al hombre la directiva de trabajar (Gn 1:28; Gn 2:15). Trabajamos para traer orden a un mundo caótico, proveer para nuestras familias (1 Ti 5:8), apoyar la obra de la iglesia (2 Co 9:7) y cuidar de los necesitados (Pr 22:9). Podemos llevar a cabo todas estas tareas desde una oficina ejecutiva, un puesto de gestión intermedia o el piso de un almacén.
Dios planea que el hombre trabaje en el futuro
Cuando Jesús regrese, el trabajo que hacemos ahora será revelado, juzgado y refinado (2 P 3:10-13). ¿Qué significa esto para actividades como reponer estantes, cuidar niños o deshierbar? Pedro nos instruye a vivir en «santa conducta y en piedad» (v. 11), lo cual puede reflejarse en orar por nuestros compañeros de trabajo, honrar a nuestro jefe, llegar a tiempo, trabajar con diligencia y ser amables con quienes nos rodean. A aquellos que han sido fieles en lo poco, Jesús les dirá: «Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor» (Mt 25:23).
Dios ve cosas diferentes a las que ve el hombre
Cuando Samuel vio a Eliab, el hermano mayor de David, estuvo convencido de que este hombre alto y apuesto sería el próximo líder de Israel. Pero Dios escogió al hijo más pequeño y joven. «El hombre mira la apariencia exterior, pero el SEÑOR mira el corazón», dijo Dios a Samuel.
El mundo suele valorar nuestro trabajo según el poder, el prestigio o los ingresos. No obstante, esos no son los criterios que Dios utiliza
Dios no ha cambiado (He 13:8). Dios sigue más interesado en nuestro corazón que en el trabajo que hacemos o en las posesiones que podemos adquirir a través del mismo. La próxima vez que estés en el trabajo, examina tu corazón: ¿tomaste un descanso más largo de lo debido? ¿Hiciste algunas tareas de manera superficial, dejando más trabajo para el siguiente turno? ¿Te molestaste porque tu compañero de trabajo fue lento? Las tareas rutinarias a menudo nos ofrecen una valiosa oportunidad para nuestra santificación.
Al examinarte, recuerda que tu propósito principal es conocer a Dios, disfrutar de Él y compartir Su buena noticia con un mundo en oscuridad.
Ninguno de estos propósitos centrales de la vida cristiana exige que trabajemos en una vocación específica, que ocupemos un puesto particular en la jerarquía de una empresa o que recibamos la admiración y el reconocimiento de los demás.