Este es un fragmento adaptado de Cuando pecadores dicen, «acepto»: Descubriendo el poder del evangelio para el matrimonio. Dave Harvey. Poiema Publicaciones.
Cuando empezamos a centrar nuestros matrimonios en verdades bíblicas, vemos algo asombroso. El matrimonio no solo fue inventado por Dios, sino que también a Él le pertenece. Él tiene derechos únicos sobre su diseño, propósito y metas. De hecho, realmente existe más para Él que para usted, para mí, y para nuestros cónyuges.
Así es. El matrimonio no se trata primeramente de mí o de mi pareja. Obviamente el hombre y la mujer son una parte esencial, pero a la vez son secundarios. Dios es el personaje más importante en un matrimonio. El matrimonio es para nuestro bien, pero primero es para la gloria de Dios.
Puede ser que suene raro o sorprendente, o que le sea difícil de aceptar, pero es una verdad vital para toda pareja cristiana casada. Una ceremonia en la iglesia puede inyectarle formalidades religiosas a una boda, pero el hacer a Dios la autoridad en el matrimonio es una realidad diaria.
El matrimonio es para nuestro bien, pero primero es para la gloria de Dios.
En mi ministerio pastoral, he visto el triste fruto de fracasar en darle a Dios lo que le pertenece:
- Parejas jóvenes que abrazaron precipitadamente el romance, menospreciando la sabiduría de la gente más cercana a ellos, tratando de usar el matrimonio para legitimar deseos descontrolados. No vieron el matrimonio como algo que en primer lugar se trata de Dios.
- Parejas cristianas casadas que abandonaron sus papeles bíblicos y responsabilidades matrimoniales a favor de “lo que funciona,” aun si esto significa conformarse a tener mucho menos de lo que pudieran tener. No vieron el matrimonio como algo que en primer lugar se trata de Dios.
- Y lo más trágico de todo, familias cristianas destrozadas por el divorcio cuando uno o ambos cónyuges simple y sencillamente decidieron que las necesidades personales eran más importantes que lo que Dios había unido. Ellos no vieron el matrimonio como algo que en primer lugar se trata de Dios.
El apóstol Pablo pasa mucho tiempo en el quinto capítulo de Efesios hablándole a la gente casada. Habiendo delineado en capítulos previos lo que Cristo había hecho por ellos individualmente, ahora exhorta a maridos y mujeres a que “vivan de una manera digna de la vocación con que han sido llamados” (Ef. 4:1). El capítulo 5 está lleno de instrucciones específicas para construir un matrimonio fructífero. El punto más notable de Pablo es que Cristo es el punto de referencia para todas nuestras acciones dentro del matrimonio.
Las mujeres deben someterse a sus maridos “como al Señor” (v. 22). Los maridos deben amar a sus mujeres “así como Cristo amó a la iglesia y se dio El mismo por ella” (v. 25). Maridos deben nutrir y amar a sus esposas: “así como también Cristo a la iglesia” (v. 29). En cada caso podemos ver que aunque la conducta sí es nuestra, existe un drama mayor que se está llevando a cabo a través de esa conducta.
Vemos ese drama otra vez en el versículo 32, donde algo glorioso y desconcertante sucede. “Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia”. El comentarista George Knight provee esta útil perspectiva:
“Sin haberlo sabido la gente de los tiempos de Moisés (era un ‘misterio’), el matrimonio fue diseñado por Dios desde un principio para formar una imagen o parábola de la relación entre Cristo y la iglesia. En aquel tiempo cuando Dios estaba planeando cómo sería el matrimonio, lo planeó para este gran propósito: daría una imagen terrenal hermosa de la relación que algún día existiría entre Cristo y su iglesia. Por muchas generaciones, la humanidad no tuvo conocimiento de esto, y es por eso que Pablo lo llama un ‘misterio’. Mas ahora, en la era del Nuevo Testamento Pablo revela este misterio, y es asombroso”.
Este es uno de los grandes propósitos de Dios dentro del matrimonio: ¡el representar la relación entre Cristo y su pueblo redimido para siempre!
Esto quiere decir que cuando Pablo necesitó hablarles a los Efesios acerca del matrimonio, no solo buscó por ahí alguna analogía útil y de pronto se le ocurrió que “Cristo y la iglesia” pudiera ser una buena ilustración para su enseñanza. No, era mucho más fundamental que eso: Pablo captó que cuando Dios diseñó el matrimonio original, ya tenía en mente a Cristo y a la iglesia. Este es uno de los grandes propósitos de Dios dentro del matrimonio: ¡el representar la relación entre Cristo y su pueblo redimido para siempre!
Creo que eso califica como algo profundo. El matrimonio está establecido dentro del mundo—y dentro de su hogar y el mío—como un recordatorio, una parábola viviente de la relación de Cristo con la iglesia.
Los meses de preparativos, el Gran Día, la luna de miel inolvidable—todos son importantes, pero hay algo más importante en juego que un buen álbum de boda. Cuando un hombre y una mujer se unen en matrimonio, se pone en marcha un modelo nuevo, y de por vida, de la relación entre Cristo y su iglesia.
Es demasiado fácil actuar como si el esposo y la esposa fueran las únicas partes relevantes en el matrimonio. Pero el matrimonio finalmente se trata de Dios. Además, el matrimonio no es asombroso porque brinda gozo a la gente, ni porque permite un ambiente de cuidado y cariño para los niños, ni porque trae estabilidad a la sociedad (aunque sí hace todo esto). El matrimonio es maravilloso porque Dios lo diseñó para mostrar su gloria. El punto central de un matrimonio floreciente es la gloria de Dios.