La noche antes de morir, mientras Jesús miraba a Sus doce discípulos, y más allá de ellos a los miles de millones que un día le seguirían, oró por una unidad que llamaría la atención del mundo: «para que todos sean uno. Como Tú, oh Padre, estás en Mí y Yo en Ti» (Jn 17:21). Padre, toma a judíos y gentiles, hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, y haz que sean uno. La unidad enviada del cielo fue Su gran oración por nosotros.
Y, sin embargo, solo unos momentos antes, expresó otra petición que le da a la unidad cristiana una tensión y característica fuerte: «Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad» (Jn 17:17). Padre, toma a estos discípulos y átalos por tu palabra. La verdad dada por el Espíritu también fue Su gran oración por nosotros.
Jesús quiere que Su iglesia sea una, y que sea sabia. Quiere que amemos a todo Su pueblo, y que atesoremos toda Su palabra. Quiere que ofrezcamos una ilustración terrenal de la unidad trinitaria, y un testimonio terrenal de la verdad trinitaria.
Pocos cristianos e iglesias mantienen de forma natural una comprensión equilibrada de ambas oraciones: tendemos a desviarnos hacia una «unidad» que erosiona la verdad, o hacia una «verdad» que destruye la unidad. Por eso, a menudo necesitamos recalibrarnos: nuestro ecumenista interior necesita más firmeza; nuestro despiadado vigilante interior necesita menos dureza.
Jesús quiere que Su iglesia sea una, y que sea sabia. Quiere que amemos a todo Su pueblo, y que atesoremos toda Su palabra
Para ello, puede ayudar una herramienta antigua, rearticulada y clarificada en las últimas décadas: el triaje teológico.
¿Qué es el triaje teológico?
El triaje teológico —término acuñado por Albert Mohler en 2005— trata de organizar la verdad cristiana en distintos niveles, desde las doctrinas esenciales hasta las enseñanzas más periféricas. En un reciente y útil libro, por ejemplo, Gavin Ortlund ofrece el siguiente modelo cuádruple:
- Las doctrinas de primer rango son esenciales al evangelio mismo.
- Las doctrinas de segundo rango son urgentes para la salud y práctica de la iglesia de tal manera que frecuentemente causan que los cristianos se separen a nivel de iglesia local, denominacional y/o ministerial.
- Las doctrinas de tercer rango son importantes para la teología cristiana, pero no lo suficiente como para justificar la separación o la división entre cristianos.
- Las doctrinas de cuarto rango son poco importantes para nuestro testimonio evangélico y nuestra colaboración en el ministerio (Escoge tus batallas, p. 19).
El triaje teológico aplicado correctamente no justifica la indiferencia hacia las doctrinas que están por debajo del primer nivel. Toda la Escritura posee el aliento de Dios (2 Ti 3:16) de modo que, cuando Jesús oró para que fuéramos santificados «en la verdad», se refería a toda ella, hasta la tilde y letra más pequeña (Mt 5:18).
Sin embargo, la Escritura misma trata algunas doctrinas como más fundamentales que otras, y el triaje teológico trata de seguir ese ejemplo. Así como Jesús habló de los «preceptos más importantes de la ley» (Mt 23:23), y como Pablo habló del evangelio «en primer lugar» (1 Co 15:3), el triaje teológico trata de diferenciar las doctrinas más importantes de las que tienen menos urgencia. (De ahí que Mohler utilice la ilustración del triaje: Los médicos de urgencias tratan las heridas de bala de forma diferente a los esguinces de tobillo).
El beneficio principal, como veremos, es el equilibrio y la sabiduría en nuestra búsqueda de la unidad. No minimizamos montañas ni magnificamos granos de arena.
Ciencia y arte
Del mismo modo que en un contexto médico, el proceso de triaje suele ser complejo. No siempre discerniremos inmediatamente si una doctrina encaja en el primer nivel (dividir a los cristianos de los no cristianos), en el segundo nivel (dividir a las iglesias locales, denominaciones o ministerios) o en el tercer nivel (no dividir nada). El triaje es tanto ciencia como arte; requiere tanto percepción intelectual como sabiduría espiritual; se basa tanto en un juicio cuidadoso como en un instinto piadoso.
Por ejemplo, una misma doctrina puede encajar en una categoría diferente dependiendo de la situación. Como observa Ortlund, el tema de los dones espirituales a veces encaja en el segundo nivel, pero no siempre. Actualmente, un cesacionista convencido asiste alegremente a la iglesia continuista en la que sirvo.
El triaje teológico trata de organizar la verdad cristiana en distintos niveles, desde las doctrinas esenciales hasta las enseñanzas más periféricas
Los contextos culturales o misiológicos también influyen en la práctica del triaje. Las iglesias nuevas en fronteras no alcanzadas, junto con algunos equipos misioneros, pueden rebajar algunas doctrinas típicas de segundo nivel al tercer nivel. En Estados Unidos, los ancianos de una iglesia podrían limitar la membresía a aquellos que han sido bautizados como creyentes; en Afganistán, podrían no hacerlo, o podrían no hacerlo todavía (sabiamente).
En ocasiones, incluso evaluar desacuerdos de primer orden exige sabiduría. Una persona puede rechazar la justificación por la fe porque no la entiende; otra puede rechazar la doctrina porque la entiende y la odia. La primera situación requiere una enseñanza cuidadosa y una evaluación posterior, mientras que la segunda no.
Podrían mencionarse más complejidades (puedes ver el artículo de Joe Rigney en inglés, How to Weigh Doctrines for Christian Unity), pero estas bastan para mostrar la necesidad de humildad, paciencia y sabiduría colectiva en lugar de reflejos individuales. En el Nuevo Testamento se habla de una pluralidad de ancianos en las iglesias locales, y con razón. El triaje teológico se realiza mejor en un grupo de pastores con discernimiento espiritual, hombres que tienen los ojos puestos en el rebaño y son sabios en cuanto a las necesidades, peligros y oportunidades de su contexto local.
Al igual que los médicos de urgencias necesitan algo más que conocimientos médicos para practicar bien el triaje, los ancianos de una iglesia necesitan algo más que conocimientos bíblicos para hacer lo mismo. Necesitan conocer no solo el canon de las Escrituras, sino también el caso que tienen delante y el contexto que les rodea. Necesitan preguntarse: «Considerando todas las cosas, ¿vale la pena dividirse por esta doctrina en este momento?».
Tres pruebas de triaje
En su libro When Doctrine Divides the People of God [Cuando la doctrina divide al pueblo de Dios], Rhyne Putman ofrece tres pruebas para ayudar al proceso de discernimiento (pp. 220-39):
- La prueba hermenéutica: cuanto más claramente enseña la Biblia una doctrina, más probable es que pertenezca a un nivel superior.
- La prueba del evangelio: cuanto más central es una doctrina para el evangelio, más probable es que pertenezca a un nivel superior.
- La prueba de la praxis: cuanto más afecta una doctrina a la práctica de una iglesia, más probable es que pertenezca a un nivel superior.
Estas tres pruebas no responderán a todas las preguntas, pero ofrecen un punto de partida. Considera dónde encajan algunas doctrinas comunes después de pasarlas por la hermenéutica, el evangelio y la praxis:
- Doctrinas como la deidad de Cristo y la Trinidad (claras hermenéuticamente y centrales para el evangelio) pertenecen al primer nivel.
- Doctrinas relacionadas con el bautismo, la cena del Señor y el llamado de hombres y mujeres (menos claras hermenéuticamente, pero aún cerca del evangelio y dando forma a la praxis de una iglesia) usualmente pertenecen al segundo nivel.
- Doctrinas como la edad de la tierra o la naturaleza y el momento del reinado milenario de Cristo (menos claras hermenéuticamente, menos conectadas al evangelio y menos importantes para la praxis de una iglesia) suelen pertenecer al tercer nivel.
Sin embargo, una vez más, cada categoría admite complejidad, lo que exige que las iglesias practiquen el triaje a la luz de los casos individuales y de su contexto más amplio.
¿Por qué practicar el triaje teológico?
Si el triaje teológico conlleva tal complejidad, ¿por qué practicarlo? Porque, con toda probabilidad, solo un hábito como este mantendrá nuestros latidos al ritmo de la petición que Jesús hizo en Juan 17. Solo a medida que distingamos doctrinas aprenderemos a evitar los peligros del maximalismo teológico, el minimalismo teológico y lo que podríamos llamar triaje inconsciente.
Maximalismo teológico
Los maximalistas teológicos, o sectarios teológicos, pueden distinguir entre doctrinas hasta cierto punto: por ejemplo, puede que no equiparen la deidad de Cristo con la forma de gobierno de una iglesia. Pero tienden a elevar doctrinas de tercer nivel al segundo nivel, y doctrinas de segundo nivel al primer nivel. Al hacerlo, a menudo separan cuando deberían tolerar, dividen cuando deberían soportar. Temerosos de los lobos, atacan a otras ovejas.
Al no distinguir lo que pesa más de lo que pesa menos, algunos pueden acabar cortando los miembros del cuerpo de Cristo
Los maximalistas sienten correctamente que la protección de la sana doctrina exige a veces palabras fuertes; como Judas, «exhortándolos a luchar ardientemente por la fe que… fue entregada a los santos». Pero, tal como señala Ortlund, no comparten necesariamente el afán de Judas por celebrar «nuestra común salvación» (Jud v. 3). Así, al no distinguir lo que pesa más de lo que pesa menos, pueden acabar cortando los miembros del cuerpo de Cristo.
Minimalismo teológico
A los minimalistas teológicos también les cuesta hablar de «asuntos de mayor peso», pero no porque eleven tantas doctrinas a los niveles superiores, sino porque elevan muy pocas. Si se les presiona, pueden estar de acuerdo en que un antitrinitario no puede ser cristiano, pero solo si se les presiona. Por sí solos, los minimalistas tienden a rebajar las doctrinas de primer nivel al segundo nivel, y las doctrinas de segundo nivel al tercer nivel. Al hacerlo, a menudo dicen: «¡Unidad! ¡Unidad!», cuando no hay unidad (Jer 6:14; 8:11).
Los minimalistas tratan de representar la séptima bienaventuranza —«Bienaventurados los pacificadores»—, pero rara vez o nunca adoptan posturas lo suficientemente firmes como para representar la octava: «Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí» (Mt 5:10-11). Les cuesta ver que la paz verdadera, la unidad verdadera, requiere un centro de convicción inamovible (y a veces ofensivo); de lo contrario, ¿en torno a qué nos unimos?
Triaje inconsciente
Pero tal vez la mejor razón para practicar el triaje teológico sea que funcionalmente ya lo hacemos. No podemos evitar tratar algunas doctrinas como más importantes que otras. A menos que hayamos considerado cuidadosamente cuáles doctrinas son realmente más importantes, es probable que nuestro acercamiento al triaje esté menos determinado por las Escrituras y más por una mezcla de personalidad, trasfondo y capricho.
Jesús reprendió a los fariseos porque «cuelan el mosquito y se tragan el camello» (Mt 23:24), y muchos de nosotros, aunque menos hipócritas, necesitamos oír la misma advertencia. Naturalmente, estamos especialmente atentos a algunos mosquitos y extrañamente insensibles a algunos camellos: algunos defienden con vehemencia una tierra joven o vieja, pero no sé preocupan por la justificación; algunos atacan a los complementaristas o egalitarios como Atanasio atacó a Arrio, pero rechazan las controversias trinitarias como si nada. No podemos soportar al mosquito en nuestro guiso, pero sí al camello en nuestro plato de carne.
Así pues, el triaje teológico nos ayuda a sopesar no solo las doctrinas, sino también a sopesarnos nosotros mismos. Pone al descubierto nuestras propias tendencias persistentes y nos invita a recalibrar nuestros modelos inconscientes según el ejemplo de las Escrituras.
Amar la unidad, atesorar la verdad
¿Cómo podemos saber si estamos creciendo a la hora de sopesar las doctrinas como Dios mismo lo hace?
Quienes tienden al maximalismo teológico se encontrarán soportando desacuerdos cuando antes habrían roto la comunión; los que tienden al minimalismo teológico se verán a sí mismos ofendiendo a algunos cuando antes no ofendían a nadie. Los maximalistas no tratarán las doctrinas de segundo y tercer nivel como sin importancia, pero aprenderán a bajar la voz cuando hablen de ellas; los minimalistas, mientras tanto, no se sentirán incómodos cuando vean a un hermano o hermana contendiendo por verdades preciosas. Los minimalistas aprenderán a luchar más; los maximalistas aprenderán a luchar más contra sí mismos.
Todos nosotros, cualquiera que sea nuestra tendencia natural, oraremos más a menudo: «Padre, haz que seamos uno» y, con el mismo aliento, «átanos con tu verdad».