Este es un fragmento adaptado de El Catecismo de la Nueva Ciudad: La verdad de Dios para nuestras mentes y nuestros corazones (Poiema Publicaciones, 2018), editado por Collin Hansen. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.
¿Qué clase de Redentor es necesario para llevarnos de regreso a Dios?
Uno que sea verdaderamente humano y también verdaderamente Dios.
Isaías 9:6: “Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre Sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (NVI).
¿Por qué necesitamos a un Redentor que sea verdaderamente humano? Una razón es para que Él pueda identificarse con nosotros. La Biblia dice que “ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado” (He. 4:15). Él vivió nuestra experiencia, así que Él comprende lo que vivimos.
Él es nuestro Sumo Sacerdote. Él comprende lo que sufrimos. Entendemos que Dios puede identificarse con nosotros, pero incluso cuando se identifica con nosotros —al haber vivido una vida difícil, al haber sido humillado y al atravesar circunstancias humildes— lo hizo en perfecta obediencia, sin dudar del amor de Su Padre y sin desviarse del camino de Su Padre.
Eso significa que Jesús no solo podía identificarse con lo que experimentamos como humanos; también podía convertirse en nuestro sustituto perfecto. En mi pecado, estoy separado de Dios. Él es santo; yo no lo soy. Para que Dios sea justo y santo, no puede identificarse con mi pecado. Dios tuvo que proveer un camino para que mi pecado fuese puesto sobre otro. Hizo esto al hacer que Su Hijo viniera en semejanza humana, en forma humana, pero viviendo perfectamente para poder ser el sustituto que pagara por mi pecado.
Debido a que Jesús vivió una vida perfecta, cuando sufrió voluntariamente la pena de mi pecado en la cruz, fue el sustituto correcto, adecuado y perfecto que pagó por mi pecado y por el tuyo. Jesús pudo identificarse con lo que vivimos, pero debido a que vivió en perfecta obediencia, se convirtió en nuestro sustituto perfecto.
Jesús es el Dios que logra todo lo que necesitamos, a la vez que es el hombre que comprende todo lo que necesitamos y provee todo lo que necesitamos
Y debido a que cargó sobre Sí mismo nuestro pecado, habiéndose identificado con nosotros, cuando resucitó de los muertos y ascendió a Su Padre, se convirtió en nuestro abogado perfecto. Él conoce nuestras fortalezas y debilidades. Debido a que Él aún retiene Sus características y funciones humanas en Su naturaleza divina, Él aún comprende toda la experiencia humana y conoce exactamente lo que necesitamos.
Pero Él también es Dios. Y debido a que Jesús es Dios, puede cumplir el propósito para el que vino. Incluso ahora, Él gobierna nuestro mundo de tal forma que todos los propósitos de Dios para nuestra vida se cumplirán. Y debido a que Él es Dios, al morir no solo pudo pagar completamente el sacrificio necesario por nuestro pecado y nuestra deuda, sino que también pudo levantarse de los muertos.
La muerte no pudo derrotarlo. Debido a que Jesús está vivo, a que es soberano y divino, y a que ha sido levantado como Dios, Él continúa abogando por nosotros. Pero aún más allá, Jesús cumple los propósitos de Dios en nuestras vidas. Él es el Dios que logra todo lo que necesitamos, a la vez que es el hombre que comprende todo lo que necesitamos y provee todo lo que necesitamos.
Jesús, Dios perfecto, hombre perfecto, es el Redentor que necesitamos; hizo todo lo necesario al identificarse con nuestra humanidad y hacer todo lo que Dios tenía que hacer para salvarnos.
Oración: Hijo de Dios e Hijo del hombre, por generaciones fuiste profetizado. Solo uno que es tanto divino como humano podía vivir en perfecta obediencia y ser el sacrificio perfecto en nuestro lugar. No existe otra manera de llegar a Dios que no sea a través de Ti. Amén.