Los primeros versos del libro de Génesis sin duda son uno de los pasajes más conocidos y memorizados a lo largo de la historia. Con todo, estas líneas han provocado mucho debate y hasta controversia debido a las formas en que pueden interpretarse. Muchos son los que han tomado Génesis 1 para tratar de aclarar y establecer exactamente cómo y cuándo fue el origen del universo.
Existen varias formas de interpretar estos primeros versos de la Escritura. Pero antes de definir una de ellas debemos recordar algo sumamente importante: la Biblia es un libro teológico más que un libro científico.
Al leer “En el principio, Dios…”, sabemos de quién se trata esta historia. Es un texto que habla, describe, y nos ayuda a conocer más a Dios y, si bien encontramos algunas respuestas que tienen que ver con el mundo de la ciencia, este no es un libro primariamente científico. Como escribió Galileo Galilei, “La Biblia, más que ser un libro que nos diga cómo es el cielo, es un libro que nos enseña cómo llegar al cielo”.
Dentro de las distintas maneras de interpretar los primeros versos de la Biblia, está una llamada creacionismo histórico. Esta perspectiva propone que el relato de los seis días de la creación nos muestra a Dios preparando el Edén para ser morada de los hombres, no la creación del universo entero.
Tierra vieja y creación nueva
El creacionismo histórico es un método de interpretación basado en la exégesis, que afirma que la intención del relato de Génesis 1:1 es histórica-literal, y no poética o alegórica.
Esta postura propone que algunas decisiones de traducción del texto, en la época de William Tyndale, fueron influenciadas de alguna manera por la cosmología griega, y por ende, mucho de la interpretación histórica de este texto se ha pasado por alto.
Esta interpretación afirma (de manera similar a la teoría de la brecha) que el universo ya estaba creado en Génesis 1:1; los seis días que se describen después son literales y se refieren a la preparación del Edén para el hombre, no de la creación y establecimiento del Universo.
John Sailhamer, uno de los proponentes más conocidos de esta perspectiva, afirma que el creacionismo histórico depende de la interpretación correcta del hebreo medieval del texto de Génesis.
Sailhamer, doctor en estudios del Antiguo Testamento, afirma que “cielos y tierra” debería traducirse como “cielo y tierra”, y “sin forma y vacía” debería traducirse como “baldío e inhabitable”. Esto apoya la idea de que Dios estaba preparando una “tierra prometida” al hombre, en medio de un desierto baldío e inhabitable.
Debido al razonamiento de esta postura, esta da por sentado una “tierra vieja y creación nueva”. Esto quiere decir que simpatiza con la cosmología moderna, que afirma que el universo no tiene miles sino miles de millones de años. Por otra parte, la humanidad no es así de vieja. El creacionismo histórico propone una humanidad con no más de 10,000 años.
Podríamos entonces afirmar que, según Sailhamer, la postura del creacionismo histórico enseña lo siguiente:
En el principio, Dios creó el universo (1:1). Después de hacer esto, dirigió su atención a un área específica para que el hombre viviera. Estaba oscuro, por lo que dijo: ‘Que haya luz’. Las palabras sin forma y vacío (RV) pueden referirse a un desierto baldío e inhabitable que no puede sostener la vida. (El mismo término se usa en Deuteronomio 32:10 para referirse al desierto en el tiempo en que Israel vivió en él. Si no hubiera sido por la provisión especial de Dios, la gente no podría haber sobrevivido su tiempo allí). Entonces, según el creacionismo histórico, en lugar de que toda la tierra sea una masa sin forma, Génesis 1:2 se refiere a una sección específica del desierto baldío que Dios había elegido para que el hombre viviera.[1]
Después de esto, Dios pasaría una semana de días literales de 24 horas preparando el Jardín del Edén para el hombre. Dios ordena que salga el sol (“que haya luz”) y luego, en el cuarto día, declara su propósito (no es que lo vuelva a crear). De nuevo, esto tiene que ver con la traducción del hebreo medieval.
Génesis 1:14 dice: “Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche, y sean para señales y para estaciones y para días y para años”. Los creacionistas históricos, sin embargo, argumentan que la mejor traducción sería algo como: “que las luces en la bóveda del cielo sean signos». Se propone entonces que las lumbreras ya habían sido creadas desde el día uno, pero en el cuarto día Dios les da su propósito y significado: servir a la humanidad.
Conclusión
Como para otras posturas, también se han encontrado algunas debilidades en el argumento del creacionismo histórico. Es difícil encontrar respaldo para la traducción al “hebreo medieval” o el apoyo de algunos maestros en el ámbito teológico académico.
Sin embargo, creo que vale la pena analizar y entender, junto con la narrativa de toda la Escritura, cómo puede tener sentido el hecho de que Dios quisiera preparar una tierra especial para el hombre. La Biblia cuenta la historia del Dios todopoderoso apartando un pueblo para sí, rescatándolo de las garras del pecado y la muerte. Si el final de la narrativa nos muestra la perfecta morada eterna que Dios está preparando para los suyos, tiene sentido que el principio de la misma nos muestre cómo el Señor formó la morada que los seres humanos arruinamos.
En Génesis 3 vemos cómo el hombre desobedece y pierde el privilegio de morar en la tierra que Dios preparó. Más adelante, el Señor busca la humanidad en gracia para escoger un pueblo que también heredaría una tierra prometida. Esta es solo una sombra de la Tierra Prometida que tenemos en Cristo.
[1] Para explorar con más profundidad los argumentos de Sailhamer, puedes leer Genesis Unbound.
Este artículo fue publicado gracias al apoyo de una beca de la Fundación John Templeton. Las opiniones expresadas en esta publicación son de los autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de la Fundación John Templeton.