El término “apóstol”, tanto en su significado como en su práctica actual, ha generado mucha discusión en los ambientes teológicos cristianos. Continuando con este diálogo fructífero e iluminador presentamos este ensayo que busca contribuir con el tema. Para leer más sobre la legitimidad y práctica del término “apóstol” en nuestros días, lee también este artículo.
En mis años de experiencia pastoral, he visto que muchas veces los problemas de comunicación se deben a que cuando las personas reflexionan sobre un tema tienen definiciones diferentes acerca de él. Por ejemplo, en Puerto Rico hay palabras que tienen un significado aceptable, pero si las dijera en Argentina serían palabras groseras. Incluso en cualquier país, una misma palabra puede tener un significado diferente en sus distintas ciudades; esto crea un problema en la comunicación, porque esta se daña cuando el emisor usa palabras que tienen significados diferentes para el receptor.
En temas doctrinales, como cuando hacemos la pregunta si es que todavía hay apóstoles hoy o no, uno de los principales problemas es que las personas llegan a conclusiones opuestas porque tienen diferentes definiciones. Esto trae consigo muchos problemas porque se crean debates sin que se definan claramente los términos. Quizá en una controversia sobre este tema existan dos grupos con opiniones opuestas, que continúan batallando sin cesar porque no se están entendiendo y, en cierta forma, están hablando de temas diferentes.
Puede que sea más fácil evitar este tema, pero es importante desarrollar un entendimiento bíblico del mismo y reconocer que hay grupos que definen ciertos términos de forma distinta a la nuestra. Quiero dejar en claro, desde el principio, que no uso el término “apóstol” ni aspiro a atribuirme ese título. Pero debo tocar el tema para desarrollar una mejor relación con hermanos que sí lo usan.
Algo importante de señalar es que, desde una perspectiva exegética, hay evidencia fuerte que respalda el uso de este término —con ciertos significados específicos— más allá de la era canónica. El hecho de tener la convicción de no usar el término “apóstol” no me debe llevar a denigrar a personas que lo usan de una forma responsable, debido a que hay evidencia bíblica para justificar su uso.
Pero quiero explicar a qué me refiero. Quienes fueron nombrados apóstoles, fueron testigos presenciales del Cristo resucitado y, algunos de ellos, escribieron la palabra inspirada por Dios en el Nuevo Testamento. Así que, es evidente que con el cierre del canon, los apóstoles con autoridad de escribir la Palabra de Dios han cesado.
Sin embargo, tenemos que afirmar dos verdades: (1) Ser testigos de Cristo y redactar libros del Nuevo Testamento, no era la única función apostólica; (2) hay textos bíblicos, como veremos, que usan la palabra apóstol para personas que no eran parte de los apóstoles, pero que testificaron de la resurrección de Cristo, ejercían autoridad sobre la iglesia y estaban estableciendo la fundación de la misma.
En la pregunta sobre si todavía hay apóstoles hoy o no, uno de los principales problemas es que las personas llegan a conclusiones opuestas porque tienen diferentes definiciones del término mismo
Hay tres definiciones básicas para la palabra “apóstol” en el Nuevo Testamento:
1) Una definición técnica del término, identifica a los doce apóstoles de Jesús y Pablo, quienes recibieron una comisión especial en la fundación de la Iglesia universal (Gá 1:17; 1 Co 9:1; 15:5, 7, 9).
2) Un término no técnico presenta una persona comisionada para una tarea especial; un mensajero, representante, o delegado (2 Co 8:23; Fil 2:25).
3) Un término intermedio que muestra una función que no incluye las del término 1, pero que tienen funciones en el ministerio de obras pioneras. Hay otros, además de Pablo y los Doce (con nombre y sin nombre), a quienes se les llama “apóstol” y que parecen encajar en una descripción que yo llamaré “semitécnica”.
- Bernabé (1 Co 9:6; Gá 2:7-9; Hch 14:4, 14).
- Santiago (Gá 1:19; 1 Co 15:7; Hch 15:13-21).
- Epafrodito (Fil 2:25).
- Andrónico y Junia (Ro 16:7).
- Silvano [Silas] (1 Ts 1:1; 2:5-8).
- Apolos (1 Co 4:6, 9; cp. 3:4-6).
- Posiblemente, “los hermanos de Jesús” (1 Co 9:5).
- Probablemente, Timoteo (1 Ts 2:7, ver 2 Co 1:1; Col 1:1; Fil 1:1; Flm 1; 1 Ts 3:2).
- Falsos apóstoles, implica que la función existía fuera de los doce apóstoles y Pablo (2 Co 11:13; cp. Ap. 2:2).
También encontramos que estos apóstoles participaban en tareas relacionadas con la plantación de iglesias.
Así que, vistos los significados bíblicos, la próxima vez que alguien se presente y te entregue una tarjeta de presentación que dice “apóstol”, debes preguntarte lo siguiente antes de decir que está equivocado: “¿Él pretende estar al nivel de Pedro, de Epafrodito, o tiene una definición de apóstol distinta a la mía?”.
Quizá la persona no se ve como una autoridad sobre la iglesia, sino como un siervo que apoya la fundación de obras pioneras y su corazón está inclinado a apoyar y cuidar a pastores en sus obras. Yo no le llamaría apóstol, pero si se trata de una persona que hace este tipo de ministerio, entonces está realizando una función que podría ser definida bíblicamente como apostólica.
Hay funciones apostólicas que todavía continúan, pero esto no debería llevar a que las personas se vean como autoridad apostólica sobre otros creyentes
En resumen, podríamos decir que hay funciones apostólicas que todavía continúan, pero esto no debería llevar a que las personas se vean como autoridad apostólica sobre otros creyentes. Reflexiona en la siguiente frase: “Algo que es usado incorrectamente no es necesariamente algo malo”. Lo que quiero decir es que hemos visto en la iglesia los abusos de los llamados “apóstoles” modernos, personas que usan el título para ejercer autoridad que no vemos que la Biblia otorga a ningún oficio bíblico. Nadie tiene el poder de violar la conciencia de otros con pedidos caprichosos para enriquecerse o ejercer un control absoluto y sin restricciones sobre otros. Pero, a pesar de que existe un abuso evidente por algunos que usan este término bíblico de manera equivocada, no por eso debemos tildar de herejes a personas que usan el término de una forma que pudiera ser apoyada por las Escrituras.
Por lo anterior, no uso el término y pienso que no es sabio usarlo en el presente debido a las implicaciones modernas del mismo. A la vez, mi conciencia no me permite decir que es pecado usarlo porque, como hemos visto, es posible usar el término de una forma que no es contraria a las Escrituras.
Así que antes de convertirnos en caballeros en una “cruzada antiapostólica”, tomemos el tiempo para entender que podría haber hermanos que usan el término de forma responsable y que sería irresponsable ponerlos a todos en una sola categoría. No me malinterpretes, estoy consciente de los daños hechos por los falsos apóstoles y su falsa interpretación y definición de este término bíblico. Pero negar posibles definiciones bíblicas correctas, porque me es conveniente, abre las puertas a más posibilidades de interpretaciones incorrectas.
Al fin de cuentas, todo ministerio es para el beneficio del cuerpo de Cristo. Esto nace del evangelio, Cristo dio su vida por la Iglesia y para el beneficio de ella. El título que una persona se atribuya es menos importante que la función que ejerce y de la que deberá rendir cuentas delante del Señor. Si el título que la persona se asigna está en la posibilidad de interpretación bíblica, lo que juzgamos no es la designación, sino el fruto y la manera en la cual el ministerio se ejerce. Si es un ministerio que representa la entrega y servicio a Cristo, aunque no sea de mi preferencia usar el término apóstol, sería contrario al evangelio “denunciar” el uso correcto del mismo.