El apóstol Pedro escribió una vez que Pablo «en todas sus cartas» habla de «algunas cosas difíciles de entender» (2 P 3:16). Es inevitable preguntarse si tenía en mente 2 Tesalonicenses 2. La «apostasía» (2:3), el «hombre de pecado» (2:3, cp. 2:8), el que lo detiene (2:6-7), ¿quién o qué son estas cosas?
Parece que Pablo está recordando a los tesalonicenses lo que les había enseñado antes (2 Ts 2:5-6). ¡Si solo hubiéramos podido estar allí para grabar ese sermón! Puede que no seamos capaces de resolver por completo todas las preguntas que surgen de este capítulo, pero es lo suficientemente claro para que recibamos el consuelo y el ánimo que Pablo quería dar a los tesalonicenses a través de esta parte de su carta.
Resumiendo la instrucción de Pablo
Al comienzo del capítulo, Pablo explica la razón por la que escribe. Al parecer, los tesalonicenses se habían inquietado por una enseñanza (supuestamente de Pablo) «de que el día del Señor ha llegado» (2 Ts 2:2). Pablo no solo desmiente esa enseñanza, sino que recuerda a los tesalonicenses lo que les había enseñado antes. El día del Señor aún no ha llegado, con todas las bendiciones futuras que los creyentes en Cristo esperan ansiosamente. Pablo no quiere asustar a los tesalonicenses, sino consolarlos asegurándoles la esperanza futura que reside en el evangelio.
Pablo no quiere asustar a los tesalonicenses, sino consolarlos asegurándoles la esperanza futura que reside en el evangelio
Para ello, Pablo demuestra que la venida de Cristo («el día del Señor») aún no se ha producido. Dice que hay ciertas cosas que deben suceder primero. «No vendrá sin que primero venga» la «apostasía» y «el hombre de pecado» —es decir, el «hijo de perdición»— debe ser «revelado» (2 Ts 2:3). Será revelado «a su debido tiempo», continúa Pablo, aunque por el momento algo «lo detiene» (2:6). Pero un día, el que ahora detiene el misterio de la iniquidad será removido (2:7). Entonces «será revelado ese impío», y el Señor Jesús lo destruirá en Su venida «con el espíritu de Su boca» (2:8).
Examinando tres frases enigmáticas
Pablo menciona tres cosas que merecen una mirada más atenta.
1. La apostasía (2 Ts 2:3)
La palabra «apostasía» la tomamos directamente del griego apostasia. A la luz del contexto de todo el capítulo, «apostasía» expresa bien el significado de Pablo. Es probable que esté pensando en algún tipo de rechazo futuro y marcado de la verdad de Dios dentro de la iglesia visible.
2. El hombre de pecado (2 Ts 2:3)
Lo segundo es el «hombre de pecado» (2 Ts 2:3), también llamado «hijo de perdición» (2:3) o «el impío» (2:8, 9). Pablo deja claro tanto que esta persona aún no ha aparecido como que se trata de alguien distinto a Satanás (2:9). Una pista de su identidad se encuentra en el versículo 7, donde Pablo dice que «el misterio de la iniquidad ya está en acción». El término «iniquidad/de pecado» es común tanto al hombre como al misterio (2:3, 7), pero mientras que el hombre de iniquidad es futuro, el misterio de la iniquidad es presente.
Entonces, ¿qué quiere decir Pablo con el «misterio de la iniquidad»? La palabra «misterio» no significa un rompecabezas o acertijo que debamos intentar resolver, como Sherlock Holmes. En la Biblia, la palabra «misterio» se refiere a algo que Dios había ocultado anteriormente, pero que ahora ha revelado. Pablo está diciendo que Dios nos ha dado a conocer, en Su Palabra, una «iniquidad» presente que llegará a su expresión culminante en el «hombre de pecado». Puesto que el «hombre de pecado» estará activo dentro de la iglesia (el «templo de Dios», 2:4), es probable que la presente «iniquidad» también esté actuando dentro de la iglesia. Si es así, entonces la falsa enseñanza a la que Pablo se opone (2:1-2) es la evidencia principal de esa «iniquidad» en la iglesia de Tesalónica.
Pero, por supuesto, el «hombre de pecado» aún no ha llegado. Lo que nos lleva al tercer punto de Pablo.
3. El que lo detiene (2 Ts 2:7)
Hay alguien que detiene al hombre de pecado. ¿Quién o qué es? Pablo habla de este inmovilizador tanto en términos personales («el que ahora lo detiene», 2:7) como impersonales («lo que ahora lo detiene», 2:6), por lo que este que lo detiene podría ser tanto un «qué» como un «quién». Un comentario reciente ha identificado siete propuestas principales en cuanto a la identidad del que lo detiene, que van desde el magistrado civil (el imperio/emperador romano; «el principio de la ley y el orden y los líderes políticos en general»), a la iglesia (la presencia de la proclamación del evangelio, Pablo, o el Espíritu Santo) y a los ángeles (demonios y Satanás, el arcángel Miguel).
Nada que ocurra en la iglesia, ahora o después, queda fuera de la providencia de Dios
Es imposible estar seguro, pero ya que Pablo está pensando en la iniquidad que ocurre dentro de la iglesia, es probable que el que lo detiene se encuentre también dentro de la iglesia. Pablo puede estar pensando, entonces, en el mensaje del evangelio, la Palabra de Dios, los ministros de la Palabra, el gobierno de la iglesia, el Espíritu que mora en la iglesia, o alguna combinación de cualquiera de estos. En cualquier caso, lo importante es que el que lo detiene hace precisamente lo que Dios quiere que haga, y durante el tiempo que Dios quiere que lo haga. Nada, dice Pablo, que ocurra en la iglesia, ahora o después, queda fuera de la providencia de Dios.
Un mensaje de esperanza
Este punto nos ayuda a comprender el mensaje fundamental de consuelo y esperanza que transmite Pablo. En todos los acontecimientos angustiosos que suceden a la iglesia, Dios es soberano. Él es todopoderoso. Incluso cuando las cosas parezcan estar en su peor momento para la iglesia, cuando el «impío» se manifieste, Jesús aparecerá y sin esfuerzo lo reducirá a nada (2 Ts 2:8).
Nuestro Dios soberano y todopoderoso también muestra Su gracia. Ha puesto en nosotros Su amor salvador, nos ha llamado por medio del evangelio y «alcanzaremos la gloria de nuestro Señor Jesucristo» (2 Ts 2:13-14). Porque nos mantiene firmes en el asidero de Su gracia (2:16), podemos «permanecer firmes y aferrados» a la Palabra de Dios que nos ha dado por medio de Sus apóstoles (2:15), abundando «en toda obra y palabra buena» (2:17).
Estas son las buenas noticias de 2 Tesalonicenses 2: Dios está en Su trono y nosotros estamos en Sus manos.