Este es un fragmento adaptado de El Catecismo de la Nueva Ciudad: La verdad de Dios para nuestras mentes y nuestros corazones (Poiema Publicaciones, 2018), editado por Collin Hansen. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.
¿Qué significa la resurrección de Cristo para nosotros?
Al resucitar físicamente, Cristo triunfó sobre el pecado y sobre la muerte para que todos los que confíen en Él reciban nueva vida en este mundo y vida eterna en el mundo venidero. Así como un día resucitaremos, así también un día este mundo será restaurado. Pero aquellos que no confíen en Cristo recibirán la muerte eterna.
1 Tesalonicenses 4:13-14: “Hermanos, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza. ¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con Él.
La resurrección de Jesucristo lleva consigo muchas, muchas implicaciones maravillosas. La primera es que vindica a Jesús. En otras palabras, algunas personas pensaron que, si Jesús murió en la cruz, fue porque lo merecía. Fue declarado culpable por la corte romana. Y el Antiguo Testamento insiste en que cualquiera que sea colgado de un madero está bajo la maldición de Dios. Pero resulta que Él no murió como un hombre condenado por Su propio pecado. En lugar de ello, Él cargó con el pecado de otros, y ese sacrificio agradó tanto a Dios que Él lo resucitó de los muertos. Por tanto, Su resurrección es una manera de vindicarlo. Es evidencia clara de que cuando Jesús dijo: “Consumado es”, Dios estuvo de acuerdo. Su Padre estuvo de acuerdo. La obra de la redención había sido consumada y el Padre vindicó a Jesús mediante Su resurrección.
Cuando Jesús dijo: ‘Consumado es’, Su Padre estuvo de acuerdo… El Padre vindicó a Jesús mediante Su resurrección
La resurrección también demuestra que el evangelio también tiene que ver con nuestros cuerpos como seres humanos. En otras palabras, algunas personas piensan que nuestro estado final será un espíritu etéreo sin ninguna conexión a un cuerpo. Pero parte de nuestra creencia elemental como cristianos es que en el cielo nuevo y la tierra nueva, el destino final, el hogar de la justicia, no habrá solo existencia celestial. También habrá existencia terrenal. Será un cielo nuevo y una tierra nueva, y tendremos cuerpos resucitados como el de Cristo.
Ese es uno de los grandes argumentos de 1 Corintios 15. Pablo argumenta que si Cristo resucitó de los muertos en un cuerpo resucitado —que, por más extraño y sorprendente que nos parezca, podía ser visto y tocado, y hasta comía alimentos humanos— entonces cuando seamos resucitados en el día final, tendremos cuerpos resucitados iguales al Suyo. Ese es nuestro destino. Así que Su resurrección es la primicia de lo que es conocido como la resurrección general al final de los tiempos. Todos los hombres resucitarán, ya sea para vida o para condenación, porque somos personas esencialmente corporales.
Al resucitar físicamente, Cristo triunfó sobre el pecado y la muerte para que los que confíen en Él reciban nueva vida en este mundo y vida eterna en el venidero
Y con esto también viene una visión de la vida y de la existencia que va más allá de esta vida. No debemos pensar que el cristianismo simplemente resuelve algunos problemas de nuestra vida presente. En cambio, la meta final va más allá de esta vida. Cuando envejecemos y se nos cae más cabello, la artritis comienza a afectarnos o sufrimos de demencia, de repente la resurrección comienza a parecernos una muy buena idea porque nuestra esperanza no es sobrevivir los setenta, ochenta o incluso los noventa años. Nuestra esperanza es finalmente tener un cuerpo resucitado como el de Cristo.
Y Él es la primicia; nuestro cuerpo ha sido asegurado por Él, y pronto le seguiremos para unirnos a Él en una existencia resucitada: una resurrección corporal en el nuevo cielo y la nueva tierra, el hogar de la justicia. Es por eso que 1 Tesalonicenses 4, el gran capítulo de la resurrección, termina con estas palabras: “Por lo tanto, anímense unos a otros con estas palabras”
Oración: Dios resucitado, danos la mentalidad de que la muerte no es el final para nosotros. Sálvanos del juicio que merecemos y haznos fieles en implorar a los demás a que huyan de la ira venidera. Contemplamos con esperanza el gozo que será nuestro cuando, salvados de la ira a través de los méritos de Cristo, seamos revestidos con cuerpos resucitados para reinar en una tierra renovada. Amén.