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“Pues el que ha entrado a Su reposo, él mismo ha reposado de sus obras, como Dios reposó de las Suyas”, Hebreos 4:10.

El escritor de Hebreos nos habla de aquellos quienes por su incredulidad no encontraron el perdón de sus pecados endureciendo más bien sus corazones y en el capítulo anterior somos llamados a examinarnos a nosotros mismos para asegurarnos que estamos en la fe.

Sin embargo, ahora el escritor nos habla a aquellos que somos de Él y que hemos entrado en una relación personal con Dios justificados ante Él de nuestros pecados por la obra de Su Hijo en nuestro favor.

El pasaje habla de la bendición de experimentar un reposo como resultado funcional de esa obra en nuestro favor. Sin embargo, dice, que podemos vivir como si esto no fuera verdad, como si a pesar de tener la esperanza de un día entrar en la presencia de Dios, actuemos como si no tuviéramos esa esperanza, como si pareciera “no haberlo alcanzado” (4:1).

Dios sí nos ha dado esa maravillosa esperanza de un día encontrarnos con Él en un lugar libre del dolor, de la enfermedad, de las frustraciones y limitaciones presentes, y aun de la presencia misma del pecado, que día a día nos asedia, en nuestros miembros.

Pero la bendición del hijo de Dios es que Él también nos ha dado otro reposo que podemos disfrutar ya hoy. Es el reposo de tratar de ganarnos Su atención y Su favor. Es el reposo de vivir en la libertad de que somos amados por Él, que nada nos puede separar de Su amor, y de que no hay condenación para los que están en Cristo Jesús. Es el reposo de sabernos, amados, aceptados y completos en Él.

Necesitamos esforzarnos para no olvidar la realidad de este reposo, y para aplicarlo a nuestros anhelos profundos de nuestro corazón por seguridad, felicidad y significado.

Piensa en esto encuentra tu descanso en Él.

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