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No necesito explicarle a nadie el gran atractivo de las redes sociales. La mayoría de nosotros está fascinado con ellas. Es difícil recordar la vida antes de estas tecnologías, que nos permiten despertar cada día con el universo entero al alcance de nuestros dedos.

En unos cuantos movimientos —básicamente sin ningún tipo de esfuerzo— podemos mantenernos conectados, informados y entretenidos por el tiempo que deseemos. ¿Buscas un amigo que apoye al mismo equipo de fútbol? ¿Necesitas respuestas sobre un pasaje de la Biblia que no entiendes? ¿No sabes qué hacer en la fila para pagar el supermercado? No te preocupes, las redes sociales están ahí para ti.

Con tanta maravilla, no me sorprende que sean muy pocos los que se hayan detenido a preguntar: «¿Vale la pena?». Sí, la conexión, información y entretenimiento con el que nos encontramos en estas plataformas es abundante y (a veces) significativo. Pero ¿lo vale?

Las redes sociales estancan nuestro crecimiento espiritual distrayéndonos de invertir nuestras vidas en las disciplinas espirituales

A algunos les parecerá una pregunta extraña. ¿Cómo que si lo vale? ¡Si yo no estoy pagando nada! Lo gratuito de estas plataformas es parte importante de lo que nos mantiene pegados a ellas (dudo mucho que pasarías tres horas al día en Instagram si te cobraran por minuto). El asunto es que se nos olvida que el dinero no es la única manera en que pagamos por algo. Nuestro tiempo, energía y atención son tesoros mucho más preciados que los dólares y los pesos. Cada día los entregamos sin descanso en el mundo digital, derrochando nuestros minutos y nuestro enfoque ¿a cambio de qué?

¿No será que podemos invertir estos valiosísimos recursos que el Señor nos ha dado en un lugar mejor? Creo que sí. De hecho, no solo podemos hacerlo; debemos hacerlo: lo contrario está ocasionando que el crecimiento espiritual de los cristianos se estanque. Dios quiere algo mucho mejor para nosotros.

Las disciplinas espirituales

Si John Bunyan hubiera escrito El Progreso del Peregrino en el siglo XXI en lugar de en el XVII, seguramente incluiría una escena en la que Cristiano y Fiel se vieran tentados a quedarse debajo de un árbol, absortos en una pantalla y deslizando el pulgar hacia arriba sin descanso en lugar de proseguir su camino a la Ciudad Celestial. Aunque quizá no hubiera sido necesario: la escena de la Feria de la Vanidad aplica muy bien para nuestra vida de distracción tecnológica; simplemente somos tentados a perder de vista el camino eterno en la comodidad de nuestra casa, sin necesidad de salir al mercado del pueblo.

La mayoría de nosotros tenemos en nuestros bolsillos un aparato lleno de tecnologías diseñadas para atrapar nuestra atención y no dejarla ir. Sin darnos cuenta, las ofertas de esta tecnología nos distraen de poner nuestra mirada en lo eterno, a través de los medios que Dios ha dispuesto para que le contemplemos y seamos transformados cada vez más a la imagen de Jesús (2 Co 3:18).

Invirtamos nuestro tiempo, energía y atención en la meditación en su Palabra, en la oración y en la comunión con la iglesia

Estos medios de gracia (también conocidos como disciplinas espirituales) incluyen la meditación en la Escritura, la oración y la comunión con la iglesia, y son las principales prácticas a través de las cuáles Dios ha determinado revelarse a Sus hijos y moldear sus corazones. Si queremos crecer espiritualmente —madurar en nuestra fe— estas son las prácticas en las que debemos invertir nuestro tiempo, energía y atención.

Las redes sociales estancan nuestro crecimiento espiritual distrayéndonos de invertir nuestras vidas en estas prácticas. Nos ofrecen compartir imágenes de versículos o fragmentos de sermones, en lugar de meditar profundamente por nosotros mismos en la Palabra de Dios. Nos ofrecen buscar más y más información acerca de cada uno de nuestros problemas, en lugar de ponernos de rodillas, pedir la sabiduría del Señor y luego actuar en fe y obediencia. Nos ofrecen relaciones superficiales y abundantes, en lugar de relaciones profundas en las que seamos verdaderamente conocidos, confrontados con nuestro pecado y animados a perseverar cada día.

Busca tesoros en el lugar correcto

A diferencia del dinero, no podemos retener nuestro tiempo, energía y atención. A cada instante estamos colocando estos preciosos recursos en algún lugar. Es importante que como buenos mayordomos nos preguntemos si ese lugar es el correcto, si realmente vale la pena.

Es cierto que, en Su misericordia, Dios nos ha permitido encontrar gemas en el mundo de las redes sociales: esas verdades que nos impactan de manera profunda y cambian la manera en que caminamos. Pero seamos honestos: eso es encontrar gemas en un gran vertedero. No tenemos que vivir en un vertedero.

Dios nos ha señalado dónde están las minas; Él ha revelado aquellos lugares en los que podemos excavar y encontrar riqueza abundante. Son los medios de gracia que Él ha establecido para nosotros: invirtamos nuestro tiempo, energía y atención en la meditación en Su Palabra, en la oración y en la comunión con la iglesia. No los sustituyamos por copias baratas que realmente no aprovechan.

Si crees que has crecido espiritualmente a causa del contenido que has encontrado en las redes sociales, imagina lo que Dios puede hacer en ti y a través de ti si realmente te dedicaras a disciplinarte para la piedad (1 Ti 4:7), alejado de todas esas distracciones que llenan tu mente de basura, tu corazón de ansiedad y mantienen tu cuerpo atascado. Levántate, pon la mirada en Cristo, sé transformado por Su gloria y camina en obediencia. Él tiene cosas mucho mejores para ti que cualquiera de las que puedes encontrar en una pantalla.

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