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“También por la fe Sara misma recibió fuerza para concebir, aun pasada ya la edad propicia, pues consideró fiel a Aquél que lo había prometido”, Hebreos 11:11.

Para hablar de Sara, como de cualquier otro personaje de la Biblia, debemos comenzar con Dios. En Sara, Dios derramó su gracia y demostró su poder que desafía toda lógica humana. Él la escogió para ser la portadora del hijo de la promesa, Isaac (Gn. 17:19), de donde vendría el Mesías prometido. Dios convierte a una mujer estéril, avanzada en edad, en una mujer fértil. Una mujer a la cual Dios le cambia el nombre de Sarai que significa “Princesa”, por Sara que significa “princesa de todas las naciones”.

Podemos ver a Sara de diferentes maneras:

Con sus debilidades

1. Una mujer con tristeza

“Sara se rió para sus adentros, diciendo: “¿Tendré placer después de haber envejecido, siendo también viejo mi señor?”, Génesis 18:12.

La tristeza más grande de Abraham y Sara era que en todo su tiempo juntos no habían podido tener hijos. Para una mujer hebrea la infertilidad se consideraba una señal de desaprobación divina. La tristeza de Sara puede verse en medio de su risa. Como diría el dicho, ella estaba riendo para no llorar.

2. Una mujer que influenció a su esposo en una mala decisión

“Después de diez años de habitar Abram en la tierra de Canaán, Sarai, mujer de Abram, tomó a su sierva Agar la Egipcia, y se la dio a su marido Abram por mujer. Y Abram se llegó a Agar, y ella concibió”, Génesis 16:3-4.

Sara asumió una responsabilidad que no le correspondía y tomó una decisión que lamentaría por el resto de su vida. Todavía seguimos viendo resultados ya que algunas de las tensiones en el Medio Oriente tienen su raíces en que Sara le dio a su criada Agar a su esposo para que procreara un hijo.

Características para resaltar

1. Fe en Sus promesas

Como leímos al comienzo, Sara es la número uno en la lista de Fe de entre las mujeres. Aquí es donde se destaca la fe de Sara, que a pesar de la edad de ambos ella “creyó que era fiel quien lo había prometido” (Hebreos 11:11).

Cuando nació Ismael, hijo de su esposo Abraham y su criada Agar, Sara tenia 76 años. Los trece años siguientes serian los más frustrantes para ella, puesto que seguía siendo estéril. Pero Sara con 89 años y su esposo estaba al cumplir 90, su esperanza no estaba completamente destrozada.

2. Llanto en gozo

Sara, que anteriormente había reído para ocultar su tristeza, cuando nació su hijo lo llamaron Isaac, que significa “risa”. El gozo de Sara era sin fronteras. Génesis 21:6 dice, “Sara dijo: “Dios me ha hecho reír; cualquiera que lo oiga se reirá conmigo”.

3. Ejemplo de sumisión

El Nuevo Testamento nos deja ver que Sara se distingue especialmente por la obediencia a su esposo, siendo modelo de sumisión a los esposos. Sara fue una mujer firme y decidida, sujeta a su esposo; una mujer sometida (1 Pedro 3:5-7).

4. Una mujer perseverante

Abraham y Sara provenían de un entorno urbano. No eran nómadas. Pero partieron al viaje cuando Abraham estaba en la mitad de los 70 y Sara era 10 años menor que él. Sara no estaba acostumbrada a la vida errante, fue algo que debió aprender, aceptar y ser perseverante a la promesa que Dios le había dado a su esposo (Génesis 12:2-3).

Como hemos visto, Sara tenia debilidades —¡como nosotras!—, pero también tenía características que fueron resaltadas en su vida y que fueron de bendición para su familia.

La vida de Sara nos muestra que el carácter como cristianas incluye la fortaleza, la mansedumbre y la dulzura. Somos hijas de Sara cuando imitamos la obediencia y el respeto a nuestros maridos. Aun si tu esposo no es cristiano no debes tener temor.

Cuando venga la prueba debemos conservar la calma y confiar, haciendo el bien, obedeciendo y agradando a Dios. Lo que es más, Dios obró de manera sobrenatural dándole un hijo a Sara no solo por amor a ella y Abraham, sino por amor a ti y a mí. Fue a través de la descendencia de Sara que nació el Salvador del mundo, aquel quien perdonó nuestras ofensas y nos dio una nueva vida en Él. “El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que Lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con El todas las cosas?”, Romanos 8:32. No debemos tener ningún temor.

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