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¿Te has preguntado si Satanás reconoció la divinidad de Jesús?

El episodio de la tentación de nuestro Señor en el desierto parece indicar a primera vista que el adversario dudó de la identidad de Jesús. De hecho, algunos eruditos consideran un error pensar que en ese episodio Satanás declaró que Jesús es el Hijo de Dios.1 Pero ¿qué dice realmente el texto y por qué vale la pena hacer el ejercicio de pensar al respecto mientras consideramos el testimonio general de las Escrituras sobre el tema?

El Evangelio de Mateo relata que, en el momento del bautismo de Jesús en el río Jordán, el Padre declaró: «Este es Mi Hijo amado en quien me he complacido» (3:17). Inmediatamente después, nos cuenta que el Espíritu llevó a Jesús al desierto para ser tentado por el diablo y detalla cómo se desarrolló la tentación.

Después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, entonces tuvo hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en pan» (4:1-3, énfasis añadido; cp. 4:6).

Aquí vemos entonces que la tentación no vino del interior de Jesús, sino del tentador (Satanás). Buscar entender este texto nos lleva a considerar un elemento gramatical y otro teológico para comprender por qué las palabras del tentador en realidad no pusieron en tela de duda la divinidad de Dios Hijo encarnado.

Examinando el texto y su oración condicional

En el Nuevo Testamento hay más de seiscientas oraciones condicionales. Las palabras del tentador, «Si eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en pan» (v. 3), pertenecen a esta clase de oraciones, las cuales se dividen en cuatro categorías, pero aquí solo hablaré brevemente de la primera.

Las oraciones condicionales de primera clase se definen como aquellas que hacen una afirmación categórica, debido a su estructura y orden gramatical (conjunción condicional «si» más un verbo en modo indicativo, así: εἰ υἱὸς εἶ τοῦ θεοῦ [Si eres Hijo de Dios]).2

Así, una traducción más fiel al sentido original de las palabras del tentador es la siguiente: «Ya que eres el Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en pan» (v. 3). Por eso el comentarista William Hendriksen afirma que las palabras de Satanás caben en esta categoría denominada oración condicional de primera clase; porque «supone que la condición es fiel a los hechos… Satanás no niega [o pone en tela de duda] que Jesús sea el Hijo de Dios, sino que lo desafía a demostrarlo» (Comentario a Mateo, p. 171). En este mismo sentido, el biblista A. T. Robertson afirma:

El diablo alude aquí a las palabras del Padre a Jesús en el bautismo: «Este es mi Hijo, el Amado». Aquí el tentador lanza un desafío mediante un condicional de primera clase que presupone cierta la condición y que astutamente llama a Jesús a que ejercite Su poder como Hijo de Dios para que apacigüe Su hambre y así se demuestre a Sí mismo y a todos que Él es realmente lo que el Padre lo llamó (Comentario al texto griego del Nuevo Testamento, p. 16).

Considero que el elemento gramatical apoya la postura de que Satanás está reconociendo la filiación de Jesús en este texto. Sin embargo, sería un error grave interpretar una oración condicional griega solo tomando en cuenta su estructura gramatical apartada del contexto bíblico y teológico en que aparece.

Considerando el contexto bíblico y teológico

A continuación menciono algunas razones por las cuales pienso que la traducción dinámica —la que indica que el tentador en efecto afirmó que Jesús es el Hijo de Dios— es la opción que hace más justicia al sentido del texto desde una perspectiva teológica y que coincide con el resto de las Escrituras.

Es verdad que no necesitamos la confirmación de Satanás para hablar de Jesús como el Hijo de Dios, pero no está de más presentar evidencias por medio de este pasaje de que en el mundo de las tinieblas hay consciencia sobre Jesús como el Hijo de Dios. Sobre esto, el pastor John Piper afirma: «La verdad es verdad aunque la diga un burro, un hereje o el diablo mismo, como cuando un demonio gritó a Jesús: “Yo sé quién Tú eres: ‘el Santo de Dios’” (Lc 4:34)».

La Escritura testifica que el tentador se presenta ante el trono del Dios Trino y es posible inferir que identifica a Dios Hijo tanto en Su estado preencarnado como en el humano (Job 1). Los demonios identifican, temen y obedecen a Cristo (Mt 10:8; 12:27; Mr 1:34, 39; 5:12; Lc 8:35; Stg 2:19). De hecho, cuando Jesús llegó a la zona gentil de Decápolis, los demonios gritaron al verle: «¿Qué hay entre Tú y nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes del tiempo?» (Mt 8:29, énfasis añadido). Los ángeles caídos están conscientes de quiénes son los siervos de Dios verdaderos y que llevan el evangelio de salvación (Hch 19:15).

Todo esto nos recuerda la importancia de tener una conciencia plena de que cuando Cristo se encarnó, impactó y estremeció al mundo de las tinieblas, de tal manera que ese mundo tuvo que reconocer quién es Él. Cuando Él vuelva, ese mundo será derrotado por completo.

Reflexión final

Me gustaría aclarar que las dos formas posibles de traducir Mateo 4:4 no se contradicen, sino que se complementan (una por ser fiel a la literalidad del texto griego, mientras que la otra prioriza el sentido de las oraciones condicionales griegas). La traducción y el sentido que elijamos priorizar puede proveer una afirmación más fiel al sentido original en su contexto y que permitirá ver sus implicaciones teológicas de una manera más clara.

Por lo tanto, espero que este artículo no solo te anime a maravillarte ante el hecho de que incluso el adversario no puede negar la deidad de nuestro Salvador, sino que también te aliente a pasar tus conclusiones hermenéuticas por los filtros adecuados (el estudio del texto en su contexto teológico y bíblico, en este caso) y considerar el valor de estudiar los idiomas originales al prepararte para enseñar la Palabra en el idioma de las personas que te rodean.


1. Un autor afirma que «sería un error argumentar que el diablo declara que Jesús era el Hijo de Dios» en el relato de la tentación en el desierto (Mt 4:3). Visto en Daniel Wallace, Gramática griega: Sintaxis del Nuevo Testamento (Miami, Florida: Editorial Clie, 2011), p. 556.
2. No obstante, es importante reconocer que en el Nuevo Testamento hay excepciones, pero que incluso confirman la regla.
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