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En ocasiones podemos confundir un sentimiento de paz con la confirmación de que Dios nos está dirigiendo hacia algo en particular. Pensamos que, porque nos sentimos tranquilas, eso quiere decir que Dios está aprobando lo que vamos a hacer. Sin embargo, hay momentos en los que experimentamos un sentimiento de paz que está atado a nuestros deseos y, a la vez, está muy lejos de la paz que viene de Dios.

La realidad es que necesitamos ser sabias cuando aplicamos el filtro del sentimiento de la paz a nuestras decisiones. Como dice Proverbios: «La sabiduría del prudente está en entender su camino, / Pero la necedad de los necios es engaño» (14:9).

Más allá del filtro de la paz

Podemos encontrarnos sintiéndonos en paz con algo, simplemente porque eso es exactamente lo que deseamos hacer y no porque sea lo correcto. Por ejemplo, quizás te sientes «en paz» en esa relación con un no creyente, porque lo que deseas es estar con esa persona. Puede que sintamos «paz» eligiendo esa oferta laboral, porque lo que deseamos es ganar más dinero, a pesar de que ese trabajo implicará casi no pasar tiempo con nuestra familia.

Nuestro corazón es engañoso (Jer 17:9) y tiene la tendencia a ir detrás de aquello que deseamos, aunque no sea conforme con la voluntad de Dios. Pero lo contrario también sucede. Pudiéramos sentirnos ansiosas con aquellas decisiones que sí debemos tomar.

Podemos encontrarnos sintiéndonos en paz con algo, simplemente porque eso es exactamente lo que deseamos hacer y no porque sea lo correcto

Normalmente nuestra ansiedad está atada a aquellas cosas que tememos que ocurran. Tememos que algo resulte contrario a lo que estamos esperando y, en esos momentos, si hay algo que nos falta es la paz. Nuestro corazón teme que lo que Dios va a hacer no es lo que deseamos, por lo que en el fondo no confiamos en Su sabiduría y bondad.

Tomando todo esto en cuenta, te animo a considerar algo más que el sentimiento de paz a la hora de tomar una decisión. Necesitamos prestar atención a otras áreas de gran importancia que nos ayuden a discernir hacia dónde movernos. Considera estos cuatro filtros.

1. El filtro de la Palabra

El pueblo del Señor debe ser un pueblo de la Palabra. Dios en Su gracia ha decidido revelarse a través de las Escrituras y dejarnos allí plasmados Su sabiduría y corazón. Conocer la Biblia es conocerlo a Él. Al momento de preguntarnos cuál es el sentir de Dios sobre algo, el primer lugar al que debemos ir es a las Escrituras.

Hay cosas en la Palabra que Dios ha expresado claramente que desea o no. Hay otros aspectos, de los que nos enfrentamos en nuestro día a día, sobre los que no necesariamente encontramos una dirección divina de manera precisa. Pero todavía en esos casos encontramos en Su Palabra principios generales y aspectos de Su carácter y Su voluntad que pueden ayudarnos a discernir sobre ellos.

Para tomar una decisión, sé intencional en buscar qué ha revelado Dios al respecto o cómo aquello que ha mostrado en las Escrituras puede servirte para discernir en qué dirección moverte.

2. El filtro de la oración

Si hay algo que necesitamos frente a las decisiones es sabiduría. ¿Y sabes qué? Dios está más que dispuesto a darla: «Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada» (Stg 1:5).

En medio de nuestras circunstancias difíciles, cuando no sabemos qué hacer, necesitamos pedir la sabiduría que viene de Dios para poder ver las cosas como Él las ve y actuar con base en Su dirección.

3. El filtro del consejo

La Palabra nos enseña que hay sabiduría en buscar consejo (Pr 11:14). Puede que ante una decisión ya hayamos consultado la Palabra y orado, pero todavía no tengamos claridad sobre qué debemos hacer. Entonces, necesitamos recordar que es sabio escuchar el consejo de otros.

Traer a la ecuación a una persona sabia, y que sabemos que nos apuntará a Cristo y a Su Palabra, puede ayudarnos a tener claridad y a ver cosas que no estábamos viendo. No subestimemos el consejo sabio de aquellos a nuestro alrededor.

4. El filtro del prójimo

Difícilmente consideramos a nuestro prójimo para tomar una decisión. Nuestros corazones se inclinan a buscar su propio beneficio. Nos preguntamos cómo nos afectará o beneficiará esta decisión, pero no consideramos cómo lo hará con nuestro prójimo, es decir, con aquellos que están a nuestro alrededor.

Para tomar una decisión, sé intencional en buscar qué ha revelado Dios en las Escrituras y cómo eso puede ayudarte a discernir

Sin embargo, el Señor nos llama a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Lc 10:27). Estamos llamadas a pensar en aquellos que nos rodean, quienes de una manera u otra serán afectados por las decisiones que tomaremos. Las Escrituras nos dicen que no busquemos nuestros propios intereses, sino más bien el de los demás (Fil 2:4). Así que, a la hora de tomar una decisión, considera a tu prójimo.

La paz de Dios

Sin lugar a dudas debemos tener cuidado, por lo engañoso que es nuestro corazón, de no guiarnos únicamente por el sentimiento de la paz. Pero eso no quiere decir que Dios no traiga Su paz a nuestros corazones en la medida en que nos movemos en Su voluntad.

La Palabra nos enseña que, cuando aquello que llena nuestros pensamientos e impacta nuestras acciones es puro, limpio, justo, amable, verdadero, honorable o digno de elogio, el Dios de paz estará con nosotros (Fil 4:8). La paz de Dios viene a nuestros corazones cuando vamos detrás de aquello que luce conforme a estas características y vivimos lo que hemos oído y aprendido del evangelio (v. 9).

Pero hay algo más. Una vida de esta manera, que busca los propósitos de Dios, no descansa en sus propias fuerzas, sino en el poder de Dios:

Y el Dios de paz, que resucitó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor, el gran Pastor de las ovejas mediante la sangre del pacto eterno, los haga aptos en toda obra buena para hacer Su voluntad, obrando Él en nosotros lo que es agradable delante de Él mediante Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén (He 13:20-21).

El Dios de paz es Aquel que nos hace aptos en toda buena obra, para que podamos hacer Su voluntad. Él obra en nosotros lo que le agrada mediante nuestro Señor Jesucristo. Así que nos llena de Su paz en la medida que, por medio de Cristo, vamos siendo dirigidos hacia Su voluntad. ¡Que nuestros corazones descansen en Él, para que Su paz nos inunde!

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